Mendoza en focoNicolás Sanz

😖 Acerca de la mediocridad de las campañas electorales en Mendoza

Filas y filas de candidatos rogando votos, sacando fotos y realizando posteos en redes sociales para mostrarse cerca de la gente para, una vez llegado el momento de ingresar en el cargo electoral, olvidarse de las promesas de campaña, de la gente y, en última instancia, de la razón por la que llegó al lugar al que llegó.

Las campañas electorales son, en esencia, una payasada. Dirigentes de la política que buscan adueñarse de algún cargo y que se muestran (o intentan mostrarse) preocupados por la sociedad toda.

En los años en los que se llevan a cabo los comicios se pueden observar cómo referentes de la política salen a la calle a caminar, tomarse fotos, mostrarse cercanos a la gente de a pie y realizar los famosos timbrazos.

Ello pasa en todos lados, lo hace la política nacional, las provincias y los municipios y, como es de esperarse, Mendoza no es ajena a esta práctica que tiene como objetivo mostrar una irrealidad: que la política está del lado de la gente, algo que claramente no se ve traducido en los planes de estado que trazan los ejecutivos y discuten los legisladores y concejales.

No es una práctica novedosa y mucho menos original, ya en la antigua Roma, los postulantes recorrían las calles junto a un grupo de esclavos, estos le susurraban al candidato al oído el nombre de la persona a la que se dirigiría para pedirle su voto.

Al igual que hoy, en ese momento se hacían promesas de toda índole con el fin de asegurar el voto de la ciudadanía. Una vez en el poder, los políticos de desentendían y craneaban sus negocios, olvidándose de la gente que había depositado su confianza en tal o cual candidato, y este dejaba de recorrer las calles de Roma.

Es lo que cada dos años se observa en Argentina, y en Mendoza en particular, sobre todo en aquellos en los que se eligen presidente y gobernadores, cuyo despliegue es mayor que en las elecciones de medio término.

Filas y filas de candidatos rogando votos, sacando fotos y realizando posteos en redes sociales para mostrarse cerca de la gente para, una vez llegado el momento de ingresar en el cargo electoral, olvidarse de las promesas de campaña, de la gente y, en última instancia, de la razón por la que llegó al lugar al que llegó.

Como si ello fuese poco, las promesas hechas nunca incluyen resolver el problema de fondo, nunca se basan en un plan de estado a largo plazo que ayude a resolver los problemas de una buena vez por todas. La demagogia es la gran protagonista en este tipo de actos.

Eso es algo que cruza transversalmente a toda la política mendocina. Con alguna que otra honrosa excepción, todos llevan adelante el mismo patético plan. Radicales, peronistas y de los otros, buscan llegar a cualquier costo, sin importar que finalmente el ciudadano de a pie termine perjudicado.

De hecho tan poco importa que en los últimos años los debates políticos han perdido todo tipo de inteligencia. Las ideas y los planes a futuro, en general, son reemplazados por chicanas, como si lo que intentaran decir los candidatos es “votame a mí que soy menos malo que el que está en frente”.

Y si ello no fuese suficiente, las campañas y los comicios cuestan verdaderas millonadas. Desde cartelería y boletas, hasta equipos comunicacionales y otros tantos gastos que salen directo del erario público.

Tal cual publicó hace dos semanadas Diario Mendoza Today, diseñar e imprimir las boletas solo para las elecciones PASO provinciales (en las que no participarán 7 municipios que desdoblaron) le costará a la provincia más de 500 millones de pesos, una locura teniendo en cuenta que es el distrito donde los salarios son los más bajos del país.

¿Y cuánto más cuesta el traslado de los candidatos, el combustible, la contratación de choferes si es que se solicita, el equipo de comunicación, las estrategias de organización, el pago a los fiscales de mesa y tantos otros gastos?

Y todo ello para votar a un grupo de personas que difícilmente logren arreglar los problemas de fondo, tales como la inseguridad, los salarios, la pobreza y tantos otros que golpean a la provincia y que no dependen estrictamente de los índices de la nación.

Pero es necesario volcarse, una vez más, en la falta de inteligencia y de ideas en los debates, porque cuando se proponen ideas, esa discusión sale enriquecida. En cambio, cuando se discuten nombres y se exhiben cuestiones vergonzosas del pasado y presente de ciertos referentes de la política, no se hace otra cosa que demostrar que a nadie le interesa llegar a ser gobierno para solucionar los problemas diarios.

Es justamente esa campaña del “no votes al otro” lo que deja en evidencia que lo único importante es llega a como dé lugar. ¿El votante? Bien, gracias. Porque seguir insistiendo en la culpabilidad de que el que estuvo antes provocó el caos actual no es ninguna estrategia novedosa, tampoco ayuda a gestionar.

Y es dable, en todo caso, cerrar con una frase que erróneamente se le atribuye a la ex canciller alemana, Ángela Merkel, ya que si bien no fue ella quien la pronunció, tiene mucho de verdad: “Los presidentes no heredan problemas. Se supone que los conocen de antemano, por eso se hace elegir para gobernar con el propósito de corregir esos problemas, culpar a los predecesores es una salida fácil y mediocre”.

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