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El problema no es el ajuste, sino lo que hay que ajustar

Por Pablo Dócimo, especial para Diario Mendoza Today.

Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE) la palabra “ajuste” significa: Acción y efecto de ajustar o ajustarse. Acomodar o adaptar una cosa con otra. Mientras que en economía su significado es: “Conjunto de medidas económicas aplicadas para corregir desequilibrios”.

Ahora bien… ¿hay alguna duda de que en nuestro país existe un fenomenal desajuste entre lo que recauda el Estado y lo que éste eroga?

Solamente un necio o alguien que, precisamente se viera beneficiado por la teta del Estado, puede estar en desacuerdo con la idea de realizar el tan mentado “ajuste”.

Y es lógico. Desde el advenimiento del peronismo los argentinos, en su mayoría, nos fuimos amoldando a ese nefasto aparato burocrático administrativo que es el Estado.

El Estado en si es como una gigantesca empresa, por lo que debemos saber que en cualquier empresa, sea esta del tamaño que sea, si hay empleados de más, si esos empleados no hacen absolutamente nada, si lo poco que hacen lo hacen mal y además se produce un despilfarro incontrolable de recursos, tarde o temprano el colapso será inevitable.

Eso es, precisamente, lo que viene ocurriendo en nuestro país desde hace décadas, con el agravante de que no solo ningún nuevo gobierno de los que hayamos tenido se ocupó de achicar el Estado, sino por el contrario todos, absolutamente todos, se encargaron de agrandarlo. Y ni hablar de lo que hizo el kirchnerismo, que en sus 16 años de gobierno aumentó el empleo público en casi un 100%.

¿Cómo se financia todo este descalabro? recaudando impuestos, y cuando los impuestos no alcanzan emitiendo moneda o pidiendo créditos al exterior, algo que cualquier argentino medianamente informado sabe perfectamente.

No por casualidad Argentina tiene uno de los sistemas impositivos más perversos del mundo, ocupando el tercer lugar en cantidad de obligaciones a pagar al fisco: 96.

Como podrá apreciar, estimado lector, hasta aquí no digo nada nuevo ni nada que no se sepa, entonces, vuelvo a hacer la misma afirmación: solamente un necio o alguien que, precisamente se viera beneficiado por la teta del Estado puede estar en desacuerdo con la idea de realizar el tan mentado “ajuste”.

Basta con ver cualquier repartición estatal, la que sea, para ver cuál es nuestro verdadero problema. Nada, salvo alguna honrosa excepción, que dependa del Estado funciona correctamente. Y tenemos un Estado no solo ineficiente; también deficitario, y mucho.

El más claro ejemplo de derroche de recursos e ineficiencia debe ser, sin dudas, el Congreso Nacional. Cualquiera que alguna vez haya caminado por los pasillos de nuestro parlamento lo puede comprobar en menos de 10 minutos, y si usted todavía no tuvo el placer de vivir tan desagradable experiencia, lo invito a que haga una visita por el Palacio Legislativo Primero y por el anexo después, por si le queda alguna duda.

Eso es lo que hay que ajustar, de eso se trata el ajuste, no de otra cosa. El gasto público es enorme, y a cambio recibimos muy poco, casi nada.

Por primera vez desde el advenimiento de la democracia se está hablando del sistema impositivo y se está poniendo sobre la mesa la discusión de una reforma necesaria de éste.

En honor a la verdad, no creo que esto suceda, y por dos motivos fundamentales. El primero es que como quedó demostrado hasta ahora, la oposición K va a hacer todo lo posible para evitarlo, y el segundo es que de hacerse, de ninguna manera se hará algo realmente serio y efectivo, porque para hacer algo bien hecho se deberían cambiar muchísimas cosas, casi todo, y nadie tiene las condiciones para hacerlo, porque dentro de lo que hay que ajustar lo primero es la clase política.

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