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Una heroína tucumana detrás de una lucha incansable

Por Christian Sanz, director periodístico de Diario Mendoza Today.

Betty Argañaraz era maestra, de esas que ciertamente lo parecen, con su nada rebuscado peinado, sus arquetípicas gafas y su moderada sonrisa.

Ostentaba una tenacidad envidiable y una carrera promisoria en la docencia. También tenía un millón de sueños, en los que pensaba de manera recurrente cada mañana, cuando se dirigía a trabajar al colegio Padre Roque Correa de Tucumán.

Uno de ellos se había cumplido, no por causas del azar, sino más bien del esfuerzo: finalmente sería directora del establecimiento que tantas alegrías le había regalado.

Esa mañana Betty se sentía diferente, incluso el aire se apreciaba más puro y la gente le parecía más amigable en El Manantial, donde residía. Incluso el chofer del colectivo 103 que había tomado le hizo una sonrisa cómplice, generosa. Como si todos supieran que algo bueno había ocurrido en su vida.

Antes de asumir su nuevo cargo, Betty se dirigió a su último destino, el que le arrebataría la existencia. Era la mañana del 31 de julio de 2006 y aún ella no imaginaba nada de lo que iba a suceder.

La habían citado dos religiosas, a las que conocía por trabajar en el mismo colegio que ella: Nélida Fernández y Susana Acosta. Un remis blanco la depositó en el lugar del encuentro, en la calle Catamarca 30, de la zona del Abasto.

Una vez allí, Betty fue increpada y luego golpeada hasta quedar sin vida por ambas mujeres, con la ayuda del hermano de una de ellas, Luis Fernández. Acto seguido, se deshicieron de su cuerpo y refrendaron un pacto de silencio que no ha podido quebrarse hasta el día de hoy.

Según la investigación que oportunamente llevó a cabo la fiscalía, la docente fue asesinada por haber trabajado para quedarse con el cargo de directora del colegio Padre Roque Correa. Como se dijo, Betty estaba por asumir ese mismo puesto el día que desapareció.

Este lunes, hoy, se cumplen 17 años de la evaporación de la docente, cuyo caso parece querer diluirse en las aguas del olvido. Por eso estas líneas, porque su familia merece justicia y verdad.

Quien encabeza en estas horas la pelea contra la desmemoria es su hermana Lili Argañaraz, a quien tuve el placer de conocer hace algunas semanas en Tucumán, cuando fui a presentar mi libro sobre Susana Trimarco.

Es una incansable luchadora, con una eterna tristeza en la mirada, escondida detrás de unas enormes gafas. Me habló de la desesperación que genera la incertidumbre de no saber. Me explicó con vehemencia cómo llevaba adelante su labor para encontrar el cuerpo de su hermana.

Lo hizo con los ojos empapados en lágrimas, sin poder dejar de llorar, como si recién hubiera ocurrido su tragedia. Me conmovió hasta los huesos, jamás supe qué decirle, solo atiné a mirarla y sostener su mano, como si ello sirviera de algo.

Me acompañó a la estación, la noche que dejé Tucumán y volví a Mendoza. Me despidió con un gran abrazo, pidiéndome que la acompañe en su lucha. Siempre con sus ojos afligidos.

No pude pensar en otra cosa durante las horas que duró mi viaje, mi mente traía una y otra vez las palabras de Lili a mi cabeza. “Debo escribir un libro sobre este caso”, me dije entonces. Una suerte de promesa sin plazos ni exigencias concretas, en honor de la verdad que debe ser revelada y conocida.

Como sea, esta mañana la llamé a Lili, en un día obviamente emotivo para ella. Me atendió apesadumbrada, tratando de encontrar algo que la sostenga ante tanta irresolución.

Sin embargo, me saludó con gran cariño y compartió conmigo algunas de sus inquietudes y fantasmas. Le conté entonces sobre mi promesa de hacer un libro de investigación, acaso intentando darle el bálsamo que necesitaba este lunes gris.

La reconfortó, o al menos eso me dijo. Luego se despidió de mí, tenía que entrar a una radio a hablar sobre Betty, por enésima vez en el día. No obstante, nos prometimos hablar en el corto plazo.

En ese momento me di cuenta de que había olvidado decirle algo fundamental: lo mucho que la admiro por su fortaleza. Que es mi heroína.

Ahora lo sabe… espero.

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