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Kiki balls, una tendencia que crece y se multiplica en la comunidad LGBT+ de Mendoza

Estos encuentros, que tuvieron sus orígenes hace más de tres décadas en los Estados Unidos, llegó al país en 2016. Es una competencia que desafía estereotipos, rompe barreras y reclama un espacio para quienes fueron marginados durante demasiado tiempo.

Pese a que es una escena que surgió hace más de 30 años en Estados Unidos, los “kiki ball”, encuentros en los que la comunidad LGBTTIQN+ organiza una competencia dividida en diferentes categorías y que funcionan como resistencia contra la discriminación y celebración y reivindicación de la diversidad, crece y se multiplica por toda la Argentina: ya se llevan a cabo en Mendoza y otras ciudades del país.

“Nosotras existimos. Nosotros existimos. Nosotres existimos. Estamos en la calle. Furia travesti, mi amor”, cerró la chanter Agus la noche del pasado viernes 23 en el Club Tri de Mar del Plata donde se llevó a cabo “Fantasía gótica”, la primera kiki ball de esa ciudad y a la que asistieron casi 300 personas con entrada gratuita, organizado por el Movimiento Kiki MDP.

Siempre de forma subterránea, el “ball” tuvo sus inicios en el siglo XIX, un auge en el Harlem de 1920 pero fue en 1960 donde comenzó con la estructura aún vigente. En los ’90, visionaria y vampira de tendencias, Madonna popularizó en el mainstream con el tema “Vogue” la cultura del voguing, que en ese momento solo se conocía en balls afroamericanos y latinos de Harlem.

En Argentina, este movimiento comenzó en 2016, principalmente en Buenos Aires, donde surgieron grupos o casas que se reunían en fiestas como Trabestia Club Drag, Namunkurá, Plop!, La Warhol, Whip, Mostrafest y Noche Diamante.

Un ball es más que una competencia: es una verdadera explosión de energía, creatividad y talento. Es un momento de fantasía. “Luzcan lo que tienen puesto como si fuera la ropa más cara del mundo, como si fuera un desfile de alta costura”, pidió Andy, uno de les jurades de la kiki marplatense del viernes, antes de que arrancara la categoría Runway.

En todo ball y en toda kiki ball hay una pasarela para recorrer a la manera de un desfile de moda y un jurado que evalúa a los participantes, que deben estar vestidos de acuerdo al tema elegido y cumplir con los requisitos de las categorías que se hayan establecido.

El concurso arranca como un campeonato: los participantes compiten voluntariamente y van siendo eliminados hasta consagrar al ganador de cada categoría. Pero no todo es tan automático: hay que recibir un 10 por parte del jurado para pasar de ronda de batallas. En cambio, con un chop la eliminación de esa categoría es directa, aunque se puede participar en otra.

Mientras en un ball la competencia es entre casas en una kiki la participación es voluntaria y abierta a gays, lesbianas travestis, varones y mujeres trans y no binaries. No necesariamente hay que pertenecer a una house para hacerlo. A esas personas se las conoce como 007.

Celebración no es solo sinónimo de fiesta. En los ball y los kiki ball cada movimiento, cada baile, cada brillo y cada grito es un poderoso y valiente acto de resistencia y visibilidad que desafía estereotipos, rompe barreras y reclama un espacio para quienes fueron marginados durante demasiado tiempo. Es un espacio donde se rompen roles de género tradicionales y donde las identidades se reafirman con orgullo.

Esa fue la sensación que tuvo Juana, travesti que brilló en la primera kiki ball marplatense enloqueciendo al público con sus movimientos y pasos de baile y volvió a su casa orgullosa con dos premios de las categorías que ganó pero también como lo que fue desde que pisó con sus tacos naranja la pasarela: la reina de la noche.

El auge en Argentina

En la Ciudad de Buenos Aires, los kiki ball son habituales y es la ciudad con más casas: Tropikalia, Glorieta y Bravia, entre otras. Tienen en Maquinal, en el barrio porteño de Almagro, una sede casi oficial. Pero también se hacen en organismos públicos como los centros culturales Paco Urondo y Haroldo Conti, además del CCK, donde el próximo 30 de junio se realizará un miniball, coordinado por las Casas Traviarca, Exilia, Wicca, Glorieta, Berkins y 007, y que se enmarca en el festival Nos Mueve el Orgullo, de los ministerios de Cultura y Mujeres, Género y Diversidad de la Nación.

En cuanto al panorama en las provincias, en Posadas, Misiones, desde House of Kinetic cuentan a Télam que “al todavía ser una escena pequeña que está surgiendo, no tenemos un lugar fijo ni una frecuencia establecida”.

Desde Casa Kaos, de Rosario, explican que históricamente la cultura ballroom -o cultura ball, a secas- ocupó espacios públicos al aire libre para entrenar. “Comenzamos a habitar la Plaza Libertad -comentan a la agencia de noticias Télam– por su relación histórica como la zona roja donde trabajaban y trabajan las travestis y trabajadoras sexuales del territorio. Actualmente estamos ocupando la explanada de la Plaza Montenegro, aunque estamos intentando generar espacios cerrados para afrontar el frío del invierno”.

“Hoy en día la escena nacional está en gran crecimiento, abarcando cada vez más territorios y espacios”, lo que confirman desde Kiki Red de Argentina, que si bien no pueden precisar el número de casas que hay en el país, registran “más de 30”, dijeron desde House of Kaos y aseguraron que hay mucho movimiento a nivel nacional.

En Mendoza y San Juan, House of Problema ocupa plazas, plazoletas, parques, centros culturales o estudios de danza y los ball los hacen en lugares cerrados, en tanto que Kiki House of Flames, la primera casa de Santiago del Estero, hizo kiki balls hasta el momento en ADATISE, una sala teatral independiente, en marzo y mayo de este año, y aspiran a hacer dos por mes.

En House of Problema creen que la expansión fue lenta pero que Internet la aceleró: “la música, realities, videos y otros materiales audiovisuales se fueron viralizando y poco a poco la cultura se dio a conocer” y aseguran que “la gente queer y trans necesitaba espacios, apañes, eventos en los que la celebración fuera entre personas de nuestra propia comunidad y donde nosotres seamos los, las y les protagonistas. Nadie celebraba figuras como nosotres”.

Para los 11 integrantes de House of Anubis, de Tucumán, “no es inocente que hoy en día esté explotando. En la actualidad existe, y siempre existió, la necesidad de visibilizar a minorías y disidencias que muchas veces quedan al margen o viven en lo oculto: mujeres trans y travestis, hombres trans, personas no binaries, personas marrones y racializades de todas las orientaciones sexuales que existen. En Ballroom todas las personas son celebradas y tienen un espacio seguro para vivir su identidad. Y honestamente, ¿a quién no le gusta ser celebradx por ser quién es?”.

Para explicar el auge de la movida ball y kiki ball hay que destacar la popularidad de los realitys “RuPaul Drag Race” y “Legendary” y la serie “Pose” (que tuvo tres temporadas entre 2018 y 2021). También a Beyoncé, cuyo último disco “Renaissance” (2022) tiene varios temas (Pure/Honey, Break my soul y Summer Renaissance The Queen Remix), que evocan la cultura ball y hasta en uno (Summer renaissance) menciona a casas legendarias como Xtravaganza, LaBeija y Ninja. Y, cuando no, Madonna “Vulgar”, la colaboración con Sam Smith.

Pasado y presente de la cultura ball

Para comprender este “viejo nuevo” fenómeno de la cultura LGBTTIQN+ hay que tener en claro de se qué se habla cuando se habla de “kiki ball”..

Para eso hay que hacer un poco de historia, de la que por suerte hay registro: “The Queen” (1968) documenta un certamen de belleza de 1967 para travestis y drag queens de todo Estados Unidos que reproducía concursos como Miss Mundo o Miss Universo con bandas, coronas y cetros.

Ese año, en el cuarto puesto quedó Crystal LaBeija, Miss Manhattan, una afroamericana que enojada por el resultado de la competencia que consagró a una participante blanca, acusó a los organizadores de racistas. Ese fue el Big Bang de la cultura ball.

No era para menos: las latinas y las afroamericanas debían pintarse de blanco o aclarar el tono de su piel para participar.

Cuatro años después, LaBeija llevó a Harlem su propio concurso para aquellas personas que quedaban por fuera de las competencias y en 1977 dio otro puntapié: organizó un evento al que llamó “House of LaBeija” y, sin querer queriendo, dio a luz a lo que estructuraría la escena ball: las casas y las familias, que fueron el refugio de muchos homosexuales rechazados y echados de sus casas.

House of Xtravaganza, House of Ninja, House of Pendavis y House Saint Laurent fueron algunas de las casas con más miembros.

Hoy, desde House of Kinetic, de Posadas, reconocen que pertenecer a una casa no tiene la misma implicancia que antes pero destacan que “es muy importante compartir un sentimiento de familia, unión o grupalidad entre los integrantes”.

Desde Casa Kaos, de Rosario, creen que “incorporar a une nueve integrante tiene que ver, en primer lugar, con el establecer un vínculo afectivo y creativo, ademas de que su impronta e imaginario tenga que ver con la nuestra. Nos gusta mucho estar produciendo, creando y generando propuestas. Nos pensamos como artistas, gestores, artivistas, compartimos el trabajo cultural y el trabajo sexual como tramas que nos conforman. Algo de esto tiene que haber”.

En Santiago del Estero, Kiki House of Flames, considera que “las personas no ‘se suman’. Más bien se vuelven parte de una casa” y que es importante que el vínculo trascienda ese ámbito “para sentir al otro como parte de tu familia”.

Kiki balls, una tendencia que crece y se multiplica en la comunidad  LGBTTIQN+ argentina

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