Malena Galmarini, Nik y yo… una inesperada charla en medio de una embestida absurda
Por Christian Sanz, director periodístico de Diario Mendoza Today.
Nos seguimos en Twitter, ahora X, pero jamás habíamos hablado por teléfono en el pasado. Somos tocayos. Ambos nos llamamos “Christian”, aunque su nombre se escribe sin “h”. En realidad, es más conocido como Nik, su seudónimo como humorista, rubro en el cual descolla desde hace más de 30 años.
Nuestra relación es la típica de aquellos que se siguen en redes sociales: retuitear algún comentario genial y ocurrente del otro, no más que ello. También alguna que otra felicitación en privado.
Pero algo cambió en los últimos tiempos, porque ambos quedamos entrampados en la incipiente locura de Malena Galmarini, la esposa del conspicuo Sergio Massa.
A mí me hizo un juicio por mi libro “Massa confidencial”; a Nik lo intimó a través de puntuales cartas documento y ostentosos estudios de abogados foráneos por un par de comentarios que hizo en sus redes sociales.
Empezó como algo menor, observaciones de la mujer que denotaban su molestia por los tuits del humorista, principalmente referidos a su hijo, Tomás Massa.
Ciertamente, Malena esperaba que, con su ataque, Nik se sintiera intimidado y, ante el temor, se replegara. Pero no fue lo ocurrió, sino todo lo contrario. Decidió subir la apuesta y espetarle las incongruencias del devenir de la familia Massa.
Ello enfureció a la mujer, que decidió pegar cada vez más fuerte, acaso para mostrar una fortaleza que en realidad no tiene. Más aún luego de la feroz derrota de su marido en las elecciones presidenciales.
Como sea, la situación derivó en una inesperada comunicación este sábado entre Nik y yo, extensa, distendida y, sobre todo, enriquecedora.
Le interesaba mi opinión acerca de la avanzada de Malena contra su persona. Sobre todo cuando supo que soy el periodista más querellado del país. No estaba preocupado, solo buscaba saber qué podía depararle su destino judicial. “Jamás había tenido un problema legal en el pasado”, me dijo.
Le expliqué que no había causa probable contra su persona para que la Justicia avanzara contra él. Ni siquiera aquel viejo tuit que había iniciado la furia de Malena, donde llamaba al hijo de Massa “niño ñoqui”.
“Es un típico caso de animus iucandi (ánimo jocoso)”, le expliqué. Y amplié: “El ánimo de tu tuit fue el de hacer una broma, y así lo debés plantear en la Justicia”.
Acto seguido, le expliqué puntuales herramientas que podría utilizar en su defensa y le dije que lo respaldaba la jurisprudencia judicial. Nik escuchó pacientemente, con incesantes acotaciones a mis comentarios.
Finalmente hablamos de nuestras familias y nuestro trabajo, muy similar en algún punto, a pesar de las diferencias. Descubrí que esencialmente era un hombre de familia, humilde y solidario. Siempre abocado a su trabajo.
Fue un placer hablar con él, porque descubrí a un gran ser humano… Que no tiene de qué preocuparse, dicho sea de paso.