Luis RossiPortada

Esa puta cerveza, ese puto vino: Mendoza, los excesos y ¿quién está haciendo algo contra esta pandemia?

Un fenómeno en crecimiento, que puede terminar muy mal. Estamos a tiempo... ¿Estamos a tiempo?

Beber con moderación” o “prohibida su venta a menores de 18 años” es la recomendación a modo de slogan que solemos escuchar o ver en las publicidades que tienen el solo objetivo de vendernos, en este caso, una bebida alcohólica.

El asunto es que está de moda beber y si es posible hasta emborracharse. Sucede en todas las edades pero en los adolescentes debería ser preocupante que eso ocurra. Sabemos perfectamente que es el inicio del camino hacia el alcoholismo, una grave adicción que después puede llevar a otra como es el consumo de drogas más duras, tal es el caso de la cocaína.

Haciendo una analogía podemos decir que con el tabaco sucede lo mismo y las imágenes que aparecen en los paquetes de cigarrillos poco han colaborado para disminuir su consumo.

Todo esto me lleva a plantearme si esas son las medidas de fondo suficientes que el Estado puede aplicar para acabar con este flagelo, que hoy es una moda, pero dentro de unos años traerá consecuencias impredecibles.

Sí, lamentablemente estamos en camino a tener el día de mañana un gran número de chicos que terminarán siendo alcohólicos, con todo lo que eso conlleva no solo para ellos sino también para sus familias, y por qué no para la sociedad.

Hoy beber es una “joda”, mañana se transformará en un grave problema.

Estamos preocupados por las elecciones, la inflación, la pobreza…pero hemos dejado de mirar para adentro de nuestras propias familias. Estamos muy lejos de controlar el actuar de nuestros hijos y tal vez cuando lo hagamos ya sea demasiado tarde.

Una persona adicta, a la droga que sea, no solo necesita una contención familiar, sino todo un sistema estructurado para su recuperación, eso incluye medicación, tratamientos ambulatorios y hasta internaciones durante meses en diferentes “comunidades” para lograr salir de ese infierno.

Quien tenga un familiar adicto comprende perfectamente lo que escribo en estas líneas. Y si a alguien que no lo padece, se le escapa una sonrisa, cuando le toque se acordará seguramente de lo que hoy advierto.

El tema principal que quiero instalar es la falta de presencia del Estado en estas situaciones, y si lo hace, está actuando de manera ineficiente o deficiente.

Me refiero puntualmente a la falta de lugares para el tratamiento de aquellas personas adictas que desean recuperarse y no tienen dinero. Las internaciones en las “comunidades” no son para nada económicas y están fuera del alcance de los que hicieron el “click”, de los que “tocaron fondo” y hoy desean salir de ese infierno, salvo que provengan de alguna familia adinerada.

Los Gobiernos de turno deberían ver esta realidad y tomar medidas al respecto, lograr el acceso inmediato de los que no cuentan con los medios económicos necesarios para tratarse, y por sobre todo, deberían instrumentar las medidas necesarias para que lo que hoy es una joda, mañana no se transforme en un grave problema social.

Si bien existen organizaciones no gubernamentales que tratan de suplir ese lugar que el Estado deja vacío, no alcanza. Se debería reasignar el dinero necesario para implementar las soluciones al problema del cual hoy estoy haciendo esta seria advertencia. Se deben crear rápidamente centros de atención, contención y prevención de adicciones, algo que a nivel estatal casi no existe.

Hoy consumimos alcohol por moda y porque socialmente para algunos sea una forma de escapar de esta realidad social tan complicada que tenemos. Pero mañana les aseguro que diremos esa puta cerveza, ese puto vino.