Christian SanzPortada

✊ Coti Bravi, la joven influencer mendocina que hizo de la solidaridad una gesta permanente

Es abogada un despunta en redes sociales. Y ayuda a todo el que lo necesite sin preguntar. Un ejemplo a seguir.

Se llama Constanza, pero todos la conocen como “Coti”. Su apellido la describe cabalmente: Bravi. Pero no solo es corajuda, sino que también se destaca por su solidaridad.

Despunta en redes sociales con sus movidas, a favor de tal o cual causa, siempre situaciones nobles, de gente desesperada.

No sé cómo la conocí, ni tampoco dónde, pero trabamos amistad hace unos años que perdura hasta el día de hoy. Cada uno intenta promover el trabajo del otro en redes sociales, con relativo éxito. Ella en lo solidario, y yo en lo periodístico.

Me consta que ha ayudado a muchísimas personas: grandes y chicos, hombres y mujeres, todos necesitados. Ha logrado cosas inconmensurables, solo con su persistencia y voluntad. ¿No es para admirar en un mundo en el cual a nadie le interesa el prójimo?

Hablé con ella hace un rato: me contactó porque buscaba ayudar a un carnicero al que le vaciaron su negocio en medio de los saqueos del sábado pasado en Las Heras.

Me pidió ayuda para conseguir el teléfono del malogrado comerciante, pero ella lo consiguió antes. La ansiedad le ganó… y me ganó de mano.

La gesta finalmente no pudo ser: “No quería nada de ayuda”, me dijo Coti respecto del carnicero. Pero su tozudez casi puede más: estuvo a punto de hablar con su hijo para auxiliarlo de todos modos. “Yo me iba a ‘mandar’ igual pero tal vez es invasivo para ellos”, se contuvo.

Lo curioso de Coti es que no cree que hace algo ponderable. “No me cuesta nada, es poner un tweet que le va a llegar a bastante gente”, me dijo cuando le pregunté por qué hacía lo que hace.

Incluso al describirlo suena a una labor sencilla: “De pronto conozco a alguien que le falta una heladera y gracias a las redes sociales puedo conseguirla porque otra persona la tiene. Yo tengo la suerte de tener gente que me lee y puedo conseguir las cosas”.

¿Cómo no sorprenderse ante tal nivel de humildad? Más aún: ¿Cómo no hacerlo en un mundo en el cual, como se dijo, a nadie le importa nada?

Coti devuelve la esperanza perdida. Una y otra vez. Es incansable. “Cada vez que pueda ayudar en alguna cuestión, lo haré”, me dice. Y le creo.

“Gracias por tanto”, le digo, cursi. Y me despido. Es domingo por la noche y es hora de ir a descansar. Al menos un par de horas.

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