Christian SanzMendoza en foco

🤔 ¿Qué pasó con Jeremías Gelabert? Un reclamo, una familia destrozada y puro misterio en Mendoza

Jeremías Gelabert desapareció en Mendoza en noviembre del 2020 y hasta hoy no ha sido encontrado. Sufría bipolaridad y estaba depresivo.

“No sabemos qué más hacer, la Justicia es lenta y de mi hermano no hay rastro”. Quien me dijo aquella frase, con la voz quebrada, fue Graciela Gelabert, hermana de Jeremías, desaparecido el 22 de noviembre de 2020. En una de las tantas marchas que se motorizaron para intentar dar con su paradero.

Hasta ahora, casi tres años después, nadie sabe qué ha pasado con él y la desesperación se hace carne en la familia. Por eso, han marchado una y otra vez, para ver si lograban algo. No saben qué, pero algo al fin.

Porque, ¿qué se hace en estos casos? ¿Dónde buscar a quien se evapora de la faz de la Tierra? ¿Por donde empezar?

“El fiscal Pirrello avanza muy lento, le pedimos medidas de prueba pero no las hace”, me dijo Graciela entonces. ¿Qué decir al respecto? ¿No es mejor callar y solo seguir prestando el oído?

Como se dijo, Jeremías se fue de la casa de uno de sus hermanos el domingo 22 de noviembre del año pasado para nunca más volver.

Dijo que que no quería “sociabilizar más con nadie”. Lo hizo subido a una mesa. Y se fue sin más. Con sus dramas a cuestas.

Porque su pareja lo había dejado. Y había perdido su trabajo. Y encima sufría de bipolaridad. Por si fuera poco.

Entonces, la familia siempre teme lo peor. Pero no se resigna. Y lo busca. Y lo sigue buscando. A pesar del paso del tiempo.

Desde el kilómetro cero de la capital mendocina supieron extender una y otra vez sus improvisados carteles. Como si Jeremías los fuera a ver desde algún lugar.

Yo estuve allí y me conmoví hasta las lágrimas. Todos hablaban sin hablar. En silencio. Con miradas y gestos que decían más que mil palabras.

Y uno esperaba que Jeremías apareciera, allí mismo, porque conmovía ver tanto dolor en tan pocos metros cuadrados.

Y de pronto, uno recordó que era periodista, que solo había ido a cubrir una nota más, para hacer una crónica del momento.

Y todo salió mal. Porque uno se involucró. Y terminó diciendo más de lo que se esperaba.

Pero no importaba ya, lo que importaba era acompañar a esta familia. Que estaba ahí, en plena Peatonal y San Martín, ante la impavidez del destino, que siempre es cruel y esquivo. Que desconoce de carteles y consignas, y marchas.

Pero a la familia no le interesaba. Acaso porque conocían aquella frase añeja de William Shakespeare, que asegura que “el destino es el que baraja las cartas… pero nosotros somos los que jugamos”.