Christian Sanz

Entre pifies y drogas: el archivo más incómodo de Aníbal Fernández

Por Christian Sanz, director periodístico de Diario Mendoza Today.

Decir que Aníbal Fernández es un impresentable, es una verdad de Perogrullo. ¿Quién no lo sabe ya?

El hoy ministro de Segurdad se sabe destacar por su incontenible verborragia, que suele jugarle en contra. Así y todo no aprende.

Tendría que haber sido suficiente aquella vez que negó que el valijero venezolano Guido Antonini Wilson había estado en la Casa Rosada, luego del escándalo de los 800 mil dólares que llegaron para la campaña de Cristina.

La aparición de un video comprobando esa realidad fue la coronación del papelón más grande que sufrió. Pero aún así no aprendió nada.

Antes, en 2007, llegó a decir que había un video en el cual se demostraba que Gabriela Michetti sí podía caminar. “¡Ojalá lo pudiera ver! ¡Sería maravilloso verme caminando!”, dijo la vicepresidenta entonces, tomando con humor la terrible hijaputez de Aníbal.

Ahora, en un capítulo más de su escalada de insólitos comentarios, llegó a decir que el narco había ganado la pelea en Rosario.

Ciertamente, en lugar de decir tantas imbecilidades, Aníbal debería explicar sus vínculos con el mundo del narcotráfico, de lo cual hay material documentado y todo, incluso desde sus tiempos en los que despuntaba como intendente de Quilmes.

La aparición de droga en Estadio Chico, cocaína en Southern Winds, el vuelco de un patrullero con droga en el norte del país, el triple crimen de General Rodríguez, el tráfico de efedrina, la muerte del comisario Beauvais, y tantos otros escándalos, lo tienen como protagonista principal.

¿Es casualidad acaso que siempre aparezca en medio de tramas en los que aparece el oscuro negocio de la muerte y los estupefacientes? Para nada.

Sus lazos con el mundo del narcotráfico los dejé bien claros en los dos juicios penales que me hizo, uno en 2005 y otro en 2009. Ambos litigios se los gané en sede judicial.

Nada dirá Aníbal de todo esto, porque no le conviene. De hecho, decidió dejarse la barba para intentar desvincularse del mote que lo hizo famoso, “la Morsa”, que le fue puesto en los 90 por sus prominentes bigotes.

Solo seguirá diciendo las imbecilidades de siempre, porque es su naturaleza. Nada puede hacerse contra eso. El agradecido es el macrismo: ni Jaime Durán Barba hubiera elaborado una mejor estrategia para ganar votos.

Artículos Relacionados