A 19 años de la tragedia de Cromañon, el recuerdo de una luchadora: mi amiga Jacqueline Santillán
Jackeline Santillán, un ejemplo de vida que siempre perdurará.
Jackeline Santillán tenía incipientes sueños, dos hijos y toda una vida por delante. Era una de las mejores periodistas que conocí y también una de mis mejores amigas.
Hace justo 19 años encontró la muerte cuando fue a agradecer al grupo Callejeros el hecho de haber colaborado en un festival solidario que buscaba juntar enseres para los internos del Borda.
La banda había actuado gratis y Jackie —así le decíamos— solo quería decirles “gracias”.
No fue un hecho aislado, ella hacía ese tipo de periodismo, ese que nadie gusta hacer, el que sirve para ayudar a otros.
Un año antes de morir, Jackie fue galardonada con el prestigioso premio “Gota de mar” que le fue otorgado por su trabajosa ayuda al prójimo a través de su programa radial “Un viaje a las puertas del rock”.
Jamás se la creyó, ni antes ni después de ese acontecimiento. Ella era así, una topadora que se movía con tracción a sangre. Su propia sangre.
Era tan apasionada e incansable en su labor, que contagiaba a quien tuviera cerca de ella. En lo personal, recuerdos dos ocasiones en las que me llevó contra mi voluntad a hacer magia a lugares casi marginales.
No alcanzaron todas las excusas que le endilgué, me agarró del brazo y me dijo: “Vamos Chris, esto te va a cambiar la vida”. Tenía razón.
Conocí gracias a ella que regalarse a los demás gratifica como nada en el mundo. Dar a quienes lo necesitan llena el espíritu de una manera que no se puede describir. Jackie lo sabía, ciertamente.
Era también una fiel amante del rock nacional y luchaba para que los conciertos masivos se pudieran desarrollar sin violencia, sin drogas y sin agresión.
Pocos saben que Jackie, a través de esos recitales, construía un camino solidario para ayudar a los más marginados de la sociedad.
Su camino quedó trunco, al igual que el libro “Acunando almas” en el que trabajaba para reconstruir las historias de las víctimas del gatillo fácil.
Allí aparecía el derrotero de su propio hermano, Danielito, caso que jamás pudo resolver aunque había jurado que lo haría.
A 19 años de una de las peores tragedias de la Argentina, vaya mi recuerdo a mi querida amiga. Que en paz descanse, si ello es posible.