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El día que renuncié a MDZ (aprietes, censura y antiperiodismo)

Por Christian Sanz, director periodístico de Diario Mendoza Today.

Christian Sanz
Christian Sanz

Hace 30 años que soy periodista. Incluso, poco de empezar a despuntar en el oficio, en 1996, publiqué mi primer libro “La mafia, la ley y el poder”, que desnudó cómo el menemismo comercializaba ciertas leyes en el Congreso Nacional a cambio de dinero contante y sonante.

Muchas de esas normas beneficiaron al narcotráfico, particularmente a Alfredo Yabrán, quien, según cuento en mi obra, llegó a poner 30 millones de dólares en el Parlamento argentino para que radicales y peronistas sancionaran una ley que hiciera intocables sus camiones, los mismos que una y otra vez eran demorados por cargar estupefacientes.

Dos años después, publiqué “La larga sombra de Yabrán”, con más documentos aún y detalles escabrosos.

Fueron los primeros dos de los 11 libros de investigación que escribí desde entonces hasta hoy. Dicho sea de paso, todos se pueden descargar gratis por Internet.

En cada una de mis investigaciones sufrí presiones que, no solo involucraron a mi propia persona, sino también a familiares cercanos. Una y otra vez, como una constante de la mafia vernácula.

A pesar de ello, jamás dejé de trabajar con independencia y honestidad. Nunca. Ello provocó que diera puntuales portazos —uno tras otro— cuando algún lugar en el que trabajaba intentaba manipular o censurar alguna de mis investigaciones periodísticas.

Ciertamente, es un ciclo casi calcado en todos los medios: primero me contratan sobre la base de la valoración del trabajo que hago. Hasta me adulan por mi “valentía”; luego, cuando me meto en temas que los comprometen —en general por cuestiones comerciales— comienzan los conflictos. MDZ no fue la excepción.

Llegué allí en el año 2009, luego de tener que “exiliarme” por la persecución que el kirchnerismo venía haciendo contra mi persona en Buenos Aires, principalmente la “narcomorsa” Aníbal Fernández.

Para ingresar a MDZ estuve reunido con sus popes, uno de los cuales es harto conocido: Orlando Terranova. “No me importa el salario, solo poder trabajar de manera independiente”, le dije, en la mesa de un café ubicado en 25 de Mayo y Las Heras de Mendoza, frente a otros 4 testigos entre los cuales estaba su propio hijo.

Acto seguido, le expliqué que no tenía amigos a la hora de investigar y denunciar, que no hacía operaciones de prensa y, lo que repito siempre, que era el periodista más querellado del país.

No le mentí en nada: durante el tiempo que trabajé en MDZ desnudé cuestiones que obligaron a la justicia local y la fiscalía de Estado a iniciar investigaciones que jamás habían imaginado. Desde boliches donde se venden drogas a menores hasta compraventa de licencias de conducir por parte de sospechosas escuelas de manejo aliadas a la policía y la política local.

Llegué incluso a colarme en las célebres “Trafic” donde se arrea a los votantes de los barrios más pobres para traccionar a ciertos candidatos por sobre los demás. Nunca antes en Mendoza alguien había hecho “locuras” periodísticas como esa.

Así estuve algunos años trabajando en MDZ, llegando a ostentar el cargo de Editor General del diario.

Pero un día todo cambió: fue en 2014. De pronto ya no había interés en investigar algunos temas, principalmente aquellos que deparaban millonarias pautas “bajo mesa”. Cuando ocurrió, lo denuncié en mis propias cuentas de Twitter y Facebook, generando la furia de los accionistas del diario.

Recuerdo un día que incluso me llamó Diego Gueler, entonces redactor de diario Perfil, y me dijo: “Jamás vi a un periodista denunciar públicamente censura del propio medio en el que trabaja. Te felicito”.

Era la única manera de conseguir que publicaran mis notas. No obstante, era claro que debía partir de esa redacción.

El colmo llegó el día que se me ocurrió publicar una investigación sobre el Casino de Mendoza. No solo me censuraron, sino que me borraron la nota. “No se puede tocar al Casino”, me dijeron. Luego sabría que había millonadas de dinero detrás de esa decisión.

Un par de semanas más tarde presenté mi renuncia a MDZ, donde había trabajado más que nadie, siendo quien, según el ranking de la propia herramienta del diario, más notas hacía por día, habiendo tenido una sola ausencia laboral en tantos años. Ello, luego de que una ambulancia me tuviera que “rescatar” de la redacción por un fuerte cuadro de estrés laboral. Fue el precio de tanto esfuerzo.

Hoy, a la distancia, cuando veo en lo que se transformó MDZ, me alegra mucho haber renunciado. Se terminó convirtiendo en lo mismo que quería combatir cuando fue creado: un medio operador, de la más baja estofa. Sus propios periodistas argumentan estar agotados de tener que atacar a unos y beneficiar a otros solo por capricho de sus altos mandos.

Una sola vez me pasó algo similar, cuando Terranova me pidió investigar al entonces intendente de Luján de Cuyo porque no le pagaba en tiempo y forma la pauta al diario. Obviamente, me negué a hacerlo.

Esa es la historia de mi renuncia a MDZ, de la cual hay testigos de sobra y correos electrónicos que dan cuenta de lo mismo y que conservaré siempre. Para que nadie pueda refutar esta verdad.

Al que quiera intentarlo, lo invito a debatir, en cualquier lugar a cualquier hora, con documentos en mano. De paso, podremos discutir sobre lo que es el periodismo y lo peligroso de intentar dirigir un diario cuando se viene de la política y no del ámbito de los medios.

Como todos saben, hoy en día soy creador y director periodístico de Mendoza Today, el único diario independiente de la provincia.

Amo el periodismo, con todo lo que ello implica, principalmente el gran riesgo que conlleva. Y tengo claro que para ser hombre de prensa hay dos condiciones esenciales: la pasión y la honestidad.

El día que pierda alguna de ellas, me dedicaré a otra cosa. Por ahora, seguiré con mis notas explosivas, que siempre terminan confirmándose al paso del tiempo.

Entretanto, espero nunca abandonar este oficio, “el más hermoso del mundo” según el gran maestro Gabriel García Márquez.

*La foto es de mis últimos días en la redacción de MDZ, donde tenía uno de los cargos más altos, producto de mi gran desempeño.

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