Pablo Dócimo

A 10 años: por qué la tragedia de Once es la mejor radiografía de la Argentina

Una década después, nada cambió

Según el diccionario de la Real Academia Española, una de las acepciones de la palabra radiografía es “descripción o análisis detallado”, y cita como uno de sus ejemplos lo siguiente: “Una excelente radiografía social de la época.”

Después de la tragedia de Once, se han escrito, dicho y expuesto innumerables notas cargadas de datos y cifras que, en muchos de los casos, la mayoría se conocían o, por lo menos se intuían.

No es necesario que se mencione que el servicio ferroviario en la Argentina es paupérrimo, excesivamente costoso (para el Estado) y deficitario. Ni tampoco es una novedad que las empresas concesionarias de todos los ferrocarriles, no solo el Sarmiento, no supieron cumplir con sus obligaciones contractuales amparados por quienes deben realizar el contralor, o sea, el Gobierno Nacional, a la postre, cómplice de todas las irregularidades habidas y por haber.

Cabe señalar que esta complicidad no es solo atributo del gobierno kirchnerista, pero sí es necesario decir, ya casi de forma obligatoria, que los gobiernos de Menem y los de Kirchner y su esposa, son los máximos responsables, por obvias razones.

El primero, por la desastrosa privatización —como absolutamente todas las que se realizaron en su mandato— y el kirchnerismo, por la entrega millonaria y descontrolada de subsidios. Los hechos están a la vista.

Si bien ya mucho se ha dicho sobre el tema, es necesario reflexionar sobre algunos hechos puntuales que arrojan como resultado final una visión de nuestra realidad social, y por qué no, política y económica.

Las declaraciones del exSecretario de Transporte Juan Pablo Schiavi en aquellos días: “Si pasaba un día antes, no era tan grave”. En realidad, esta frase no resiste el menor análisis. Solo puede llegarse a una conclusión. O este señor era un perfecto inútil o un perfecto hipócrita. No hay otra posibilidad. Ahora, ¿de quién fue la responsabilidad de que este señor ocupe ese lugar? Del gobierno nacional. Punto.

Las declaraciones de uno de los hermanos Cirigliano, dueños de la empresa concesionaria, también en esas jornadas: “Creo que el servicio que brindamos es aceptable”. Al igual que Schiavi, o es un perfecto inútil o un perfecto hipócrita. Tampoco hay más opciones. Y al igual que en el caso anterior, ¿quien es el responsable de que la empresa TBA administrara el ferrocarril? Del gobierno nacional, ya que hasta antes de esta tragedia hubo muchísimas irregularidades —más que suficientes— como para sacarles la concesión.

El Estado nacional se presentó como querellante. Tampoco esto resiste ningún tipo de análisis, puesto que el mismísimo Estado Nacional es el responsable de entregarle al concesionario el millonario subsidio y el control del servicio a través la CNRT (Comisión Nacional de Regulación del Transporte de Argentina).

Pero hay algo más. La entonces presidenta, Cristina Kirchner, desapareció, literalmente. ¿Como se explica que no pronunciara ni media palabra sobre semejante tragedia? Es muy simple; o era una perfecta inútil como para ocupar el cargo para el que fue electa o es una perfecta hipócrita.

Después de dos días apareció el cuerpo sin vida de Lucas Meneghini. Y en este hecho puntual, en sí mismo, se debe realizar un análisis bastante más profundo, ya que este mismo episodio podría demostrar varios de los puntos anteriores.

Una demostración clara de cómo se viaja aún hoy y cómo funcionan los trenes, ya que el joven ingresó al tren por una ventana.

La precariedad de los encargados del rescate. Y en este punto es necesario aclarar que el rescate no es algo que le incumba al SAME que, dicho sea de paso, fue lo único que funcionó bien, y es necesario aclarar, también, que desde los medios oficialistas intentaron responsabilizar al SAME de no haber encontrado antes a Lucas.

Los helicópteros utilizados para el traslado de víctimas, que fueron cedidos de forma gratuita, son de la empresa Módena, cuyo máximo responsable era el presidente de Fiat Argentina, Cristiano Rattazzi.

Más allá del trato “descortés” por decirlo de una manera suave, que le supo brindar el Gobierno al señor Rattazzi, ¿Cómo puede ser que el Estado no contaara con helicópteros para este tipo de situaciones? Eso sí, tenemos una empresa aérea de bandera, Aerolíneas Argentinas, que es lo más parecido al funcionamiento de los ferrocarriles —con la salvedad que en este caso el responsable directo es el Estado— que le cuesta millones y millones de dólares anuales, pero no tenemos helicópteros para catástrofes.

Como se puede apreciar, hay una serie de hechos claros, concretos e irrefutables de lo ocurrido. Hechos que no contienen grises ni claroscuros, hechos que se sufren y padecen a diario por casi todos los argentinos; en realidad, la mayoría de los ciudadanos comunes, los que se levantan todos los días para ir a trabajar pendientes de un presentismo para que no se vea deteriorado aún más su magro sueldo, al que después se le quita un 40% de impuestos que termina yendo a esos mismos subsidios que solo sirven para beneficiar a unos pocos. Subsidios a veces muy ridículos, como el de casi mil millones de pesos anuales destinados a financiar el Fútbol Para Todos. ¿Cuantos vagones de trenes se podrían fabricar con ese dinero y cuantos helicópteros se podrían comprar?

Pero el gobierno nacional decidió que es más importante gastar el patrimonio de todos y todas en subsidiar a amigos del poder, en lugar de invertir en transporte, salud, seguridad o educación.

Tal vez sea necesario plantearse qué hubiese pasado si el choque del tren contra el muro de contención, en lugar de haber ocurrido en Once, hubiese ocurrido en la otra punta, en la Estación de Moreno, en el horario de las seis de la tarde cuando la misma cantidad de gente vuelve, en lugar de ir.

Seguramente, la cantidad de víctimas sería casi la misma, pero ¿quién se hubiese encargado de atender clínicamente y brindar auxilio médico a todas esas personas siendo que en la Provincia de Buenos Aires, como en el resto del país no existe el SAME?

¿En que se hubiesen transportado a los heridos cuando fuera de la Ciudad de Buenos Aires pedir una ambulancia y que llegue es casi un milagro?

¿Quién se hubiese encargado del rescate y socorrer a los accidentados? ¿La Policía de la Provincia de Buenos Aires, los bomberos voluntarios? Sin ánimo de ofender a nadie, pensar solo en esto causa escalofríos.

Y por último, ¿a qué hospitales hubiesen sido derivados los accidentados cuando el conurbano bonaerense carece de una infraestructura sanitaria notable, y que la inmensa mayoría de las personas que viven en el Gran Buenos Aires se deben trasladar hacia la Capital Federal para acceder a un hospital público?

En fin, podría decirse que fue “una desgracia con suerte”, si es que se puede decir que existen. La suerte fue que la tragedia ocurrió en la Ciudad de Buenos Aires, y no en la Provincia, cosa que no ocurrió solo por obra y gracia de la casualidad, nada más que eso.

Y como si fuera necesario algún otro detalle, algo así como “la frutilla del postre”, el sitio Clarín.com publicó un artículo donde muestra que una unidad motriz y otra remolcada de una formación doble piso del Sarmiento permanecen retenidas en Tecnópolis desde diciembre por la Secretaría de Transporte de Juan Pablo Schiavi y la Unidad Bicentenario a cargo de la Oscar Parrilli, secretario general de Presidencia.

La empresa TBA solicitó sin éxito en dos ocasiones la devolución de los vehículos para acoplarlos a otros siete coches remodelados que pertenecen a un tren doble piso que se encuentra listo para circular.

Según los datos obtenidos por Clarín, “los funcionarios no autorizan el retiro porque quieren asegurarse la presencia de los coches para la nueva edición de Tecnópolis que abrirá en cuatro meses”. Algo verdaderamente increíble, pero real.

Todo esto demuestra, lisa y llanamente, de qué se trata el tan mentado modelo. Despilfarrar a diestra y siniestra, aunque en realidad, el despilfarro es muchísimo mayor para la siniestra que para la diestra. Se entiende, ¿no?

La tragedia de Once es más que una mera demostración de la realidad. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero evidentemente, una radiografía vale más que mil imágenes, y este es el caso más gráfico que puede tenerse de nuestra realidad.

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