Investigación

Patricia Bullrich, Clarín y el mito de la Triple Frontera (y el Hezbolla)

Desde la redacción de Diario Mendoza Today.

Christian Sanz
Christian Sanz

Es persistente, reiterativo, incluso agotador. La cantidad de notas periodísticas que se escriben cada año respecto de la Triple Frontera, abruman hasta el hartazgo. También los señalamientos de referentes de la talla de Patricia Bullrich.

Se trata de aquella zona misteriosa integrada por Argentina, Brasil y Paraguay. Allí, según intentan convencer los medios de comunicación, se escondería lo más granado del terrorismo islámico, en una suerte de “aguantadero” gigante del crimen internacional.

Lo interesante es que no existe una sola evidencia concreta, sino apenas partes de Inteligencia e informes de dudosa procedencia, advirtiendo sobre la eventual peligrosidad del trípode que confluye entre Puerto Iguazú, Foz de Iguaçú y Ciudad de Este. Solo eso, nada más.

Sin embargo, son miles los artículos que se publican todo el tiempo asegurando que los popes del fundamentalismo islámico abrevan en esa zona. Es curioso, porque en plena era de la tecnología, donde cualquiera puede sacar fotos o hacer videos con sus celulares, hay carencia de prueba alguna respecto de esa afirmación.

Ciertamente, quienes agitan esos fantasmas son los servicios de inteligencia norteamericanos e israelíes, que a su vez nutren de información falsa a puntuales periodistas. Suelen ser siempre los mismos, aquellos que están a sueldo de las mismas agencias de espionaje.

A la cabeza de la lista se encuentra Daniel Santoro, el mismo que afirmó sin ponerse colorado que Máximo Kirchner y Nilda Garré tenían sendas cuentas bancarias en EEUU y que, cuando ello se supo falso, jamás pidió disculpas. Dicho sea de paso, la información falsa fue tapa de diario Clarín el 31 de marzo de 2015.

No casualmente, Santoro es el mismo que operó como uno de los periodistas que desvió interesadamente la investigación del atentado a la AMIA.

También es el que publicó hace unos años la historia de un libanés llamado Assad Barakat, quien habría lavado “10 millones de dólares en un casino de Puerto Iguazú y viaja una vez por año al Líbano e Irán”.

Eso sí, la fuente referida por Santoro es “un reporte secreto”, que señalaría al sospechoso como el “financista” en la zona del Triple Frontera del Hezbollah. Vaya evidencia.

A su vez, el mismo “periodista” acusa a Barakat de ser “autor material del atentado terrorista contra la AMIA”. ¿Habrá leído Santoro alguna vez el expediente que investiga ese hecho? ¿En qué foja aparecería el libanés mencionado?

La verdad es que no hay mención alguna a Barakat en toda la causa, ni tampoco prueba alguna de que Hezbolla haya sido quien hizo explotar la AMIA. Entonces, ¿por qué Santoro persiste en la misma fábula que ya lo hizo quedar en ridículo en su momento, por desviar la investigación del atentado?

Barakat es un delincuente de baja estofa, un criminal de poca monta, acusado en su momento por falsificación de firmas. No más que eso. Todo lo demás es información “interesada”, proveniente de ciertos sectores de poder que se esconden detrás de la falaz acusación contra Irán por el tema AMIA.

El mito de la Tripla Frontera

Como se dijo, la idea de que en la Triple Frontera conviven malandras de relevancia extrema, es apenas una fábula carente de prueba. No es ninguna valoración periodística, varias investigaciones independientes lo han refrendado.

Una de ellas ha sido impulsada por dos sociólogas del Conicet y quedó plasmada en forma libro bajo el título “La Triple Frontera: Globalización y construcción social de espacio” (Miño y Dávila Editores).

Sus autoras son las investigadoras Verónica Giménez Béliveau y Silvina Montenegro, quienes hurgaron durante dos años de manera profunda e hicieron el pertinente trabajo de campo en Puerto Iguazú, Foz de Iguaçú y Ciudad de Este.

“Algunos diarios nacionales empiezan a hablar de la Triple Frontera a partir de los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, en 1992 y en 1994”, sostuvo Giménez Béliveau en su momento en una entrevista hecha por un medio de Buenos Aires.

Allí mismo, añadió que “hay un giro después de 2001 en cómo se trata a la Triple Frontera. A partir de ese año empieza a ser noticiada en un marco completamente diferente: el de las zonas grises de la nueva descripción del mundo como un área de riesgo global, donde también se incluye a la frontera entre Afganistán y Pakistán y otra triple frontera del norte entre Colombia, Brasil y Perú”.

Luego, la investigadora aporta un dato fundamental: “La Triple Frontera es dibujada por la prensa norteamericana como una zona sin control de los Estados, donde además hay una comunidad árabe. Entonces, hay una unión entre circunstancias locales –la existencia de esa comunidad árabe desde los años setenta– con eventos distantes como son los atentados al World Trade Center de Nueva York, y luego a los subtes de Londres o a la estación Atocha en Madrid. Es decir, se crea un triángulo entre identidad étnica, adscripción religiosa y actividad delictiva: árabes, musulmanes y terroristas, todo está en la Triple Frontera”.

Para Giménez Béliveau, “los medios argentinos retoman esta idea de la prensa norteamericana de que es una zona donde podría eventualmente haber células dormidas de Al Qaida y esa visión va virando hacia la existencia de células financieras”.

Finalmente, la socióloga explica qué atrae a la Tripla Frontera a aquellos que viven allí: “Las comunidades étnicas llegan ahí básicamente atraídas por la posibilidad de ejercer el comercio por las políticas fiscales de Ciudad del Este. Es un comercio que es legal e ilegal. Hay contrabando hormiga tanto como, sospechamos, a mayor escala. Puerto Iguazú es una ciudad chica del interior de Argentina, que no tiene la diversidad cultural y de comunidades que hay entre Foz de Iguaçú y Ciudad del Este. La mayoría de los actores entrevistados en la zona opone una fuerte reacción a la idea de que la Triple Frontera sería una zona sin control del Estado, con actividades terroristas, como la construyen los medios norteamericanos”.

Las definiciones de Giménez Béliveau son claras e irrefutables, no ameritan agregado alguno. Sus apreciaciones son contundentes y dejan en ridículo a grandes medios como Clarín.

Es toda una paradoja, ya que se trata del mismo diario que hace campaña militante contra las “fake news”. Como dice una vieja frase del saber popular: “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”.

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