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Ernesto Sanz dijo que Mendoza “no está tan mal económicamente” y admitió que ya no habla con Macri

Este jueves, Ernesto Sanz decidió hablar de todo: desde la economía mendocina hasta su relación con Mauricio Macri.

También aseguró que está “haciendo vestuario” para fortalecer a la UCR y de esa forma a Juntos por el Cambio.

Ello en un mano a mano imperdible en plena capital correntina con diario El Cronista:

¿Cómo impactan las elecciones en Corrientes para el radicalismo y para Juntos por el Cambio?

Estamos viviendo un momento en la coalición diferente al momento de su gestación y a los primeros años. El año 2021 ha sido muy importante para la consolidación de Juntos por el Cambio a partir de la revitalización del radicalismo. La coalición nació con un desequilibrio de origen que tenía que ver con un dato objetivo: la preminencia del PRO. Nunca fuimos una coalición de gobierno, éramos una coalición parlamentaria.

Pero uno se puede seguir haciendo una coalición electoral para las elecciones y solamente parlamentaria en el gobierno. Hay que pasar a un estadio superior que es una coalición política de gobierno. En este 2021 estamos empezando a transitar este camino a partir del equilibrio interno de un radicalismo que empieza a generar recambios generacionales y nuevos liderazgos. Hoy los focos están en Corrientes con Gustavo Valdés y la gente lo está empezando a conocer, es un emergente.

En 2023 estoy seguro de que puede haber una PASO presidencial, equipos compartidos, más equilibrio. ¿Es el secreto para gobernar bien? No, pero es un punto de partida importante, que en 2015 no lo teníamos.

¿El radicalismo llegará a 2023 como para pelear una PASO presidencial con chances reales?

Sería sano y deseable. Todos ven acá las PASO como un peligro de ruptura en una coalición, pero son un ordenador fenomenal. No solo de listas, sino de discursos, estrategias y contenido. Un escenario podría ser fórmulas mezcladas. El radicalismo tendría que pensar en 2023 si sería bueno ganar una primaria solo con una fórmula propia. Porque después tenés que salir a buscar un electorado diverso.

Su rol en la última década fue trabajar por la conformación de un radicalismo más competitivo. ¿Cuáles son sus ambiciones políticas cara a 2023?

Personales, cero. Para mí la tarea central de la dirigencia política es tratar de construir. Algunos pensarán que viene un líder mesiánico desde arriba, que con su convocatoria unifica abajo. Eso es de otra época. La manera de construir es desde abajo. Pertenezco a una organización política que está vigente, viva y tiene sus normas. Creo que la contribución es ver cómo desde el radicalismo impactamos favorablemente en la coalición y desde ahí en la sociedad. En este esquema hacen falta más constructores que candidatos. Y es en lo que puedo ser útil.

¿Cómo está su relación con Mauricio Macri?

No es la misma de antes, no tenemos el contacto que hemos tenido. En lo afectivo creo que sigue siendo lo mismo. Hay un punto que nos ha generado algunas discusiones desde 2020: el futuro. Le dije que me parecía que tenía que encontrar un lugar pero que no fuera con expectativa de 2023. Por una razón que lo excede: los últimos 10 años, desde el conflicto con el campo, han sido de construcción a través de antagonismos, Macri y Cristina.

Si queremos salir de eso hay que sacar del camino a los obstáculos simbólicos. Y, mal que le pese, él es un obstáculo simbólico. Entonces hay que ser capaz de correr ese obstáculo con inteligencia, no mandarlo a la casa ni jubilarlo. Yo no tengo ninguna intención de jubilarlo, solo le dije lo que me parece, que tiene que encontrar otro lugar.

¿Cómo lo ve a Horacio Rodríguez Larreta y su construcción de liderazgo?

Horacio está tratando de construir seduciendo al radicalismo bajo el discurso, que yo comparto, de que hay que prepararse para ganar pero también para gobernar. La pregunta es si en ese prepararse para ganar tenemos que someternos a un liderazgo de Horacio e ir encolumnados detrás. Yo digo no.

Tengamos la libertad de disentir en algunas cosas. También quiero abonar el terreno para que si hay una PASO en 2023 no aparezca como una cuestión de mezquindades electorales de último momento. Quiero que no haya uniformidad en el discurso. Tenemos que salir del concepto de que la uniformidad es igual a unidad y es igual a algo positivo. Me parece que es regimentar la unidad de la coalición.

Después de un año y medio de mandato, ¿cómo ve a Alberto Fernández y al Gobierno?

Hay cosas que no han sido sorpresa, entonces no puedo decir que Alberto me defraudó. Lo que me causa sorpresa inusitada es el grado de desequilibrio personal. El grado de desapego a la realidad, la salida de eje total y la cantidad de errores groseros. Su figura yo la tenía anclada con la del jefe de gabinete que me tocó recibir en el Senado. Un tipo sólido, se ve que le caía mejor el rol de segundo que de primero.

En cuanto al Gobierno, tampoco me sorprende: nunca vi un plan de país ni un proyecto. Hay un gabinete loteado y una puja interna que no termina de resolverse entre La Cámpora y el kirchnerismo puro y duro con otros sectores. Un Massa que, entiendo su juego, pero no es positivo para el gobierno.

La pandemia vino a traer una amalgama negativa, pero no podés echar la culpa de todo a la pandemia. Acá en Corrientes hay dos empleados públicos por cada cinco privados. Mendoza no está mal económicamente. En Jujuy, Gerardo ha metido litio, fotovoltaico, cannabis, actividades privadas para tratar de salir del esquema de la dependencia de los planes.

¿Cómo le cae cuando Alberto Fernández habla de Alfonsín?

Al principio me molestaba, me dolía. Hoy ya me parece patético. Me molestaba la tergiversación. Nunca me molestó que los socialistas lo citaran: Binner, Lifschitz, Fein, Giustiniani. Porque hay una coherencia, entonces me enorgullece. Pero que lo use alguien que después adultera el legado de Alfonsín, eso es patético. La historia se va dando cuenta. Hoy ya no lo usa más.

Para Ernesto Sanz, el “batacazo” de Valdés “ha multiplicado las posibilidades” de la UCR de imponerse en las PASO

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