Internacionales

El peligro del imperialismo chino en América Latina

Por José A. Friedl Zapata, especial para Diario Mendoza Today.

José Antonio Friedl Zapata
José Antonio Friedl Zapata

Actualmente asistimos a una encarnizada guerra comercial entre los EE.UU. y China comunista, con un final más que incierto. La rivalidad entre Washington y Pekín es mucho más que económica o comercial, es una lucha abierta por el dominio global, tan grande e inédita que en el Departamento de Estado y en el Pentágono, como así también en varios think–tanks del vecino del norte, creen que es incluso mayor que la que representó la guerra fría. Hoy en día están enfrentados ya no sólo dos gobiernos, sino dos civilizaciones ¿Logrará la democracia de los Estados Unidos imponerse al totalitarismo de la China comunista, como lo hiciera sobre el régimen totalitario de la Unión Soviética, bajo la valiente administración de Ronald Reagan? La respuesta no es simple, ni clara, ni precisa, y según importantes especialistas en temas de conflictos internacionales, no se excluye la eventualidad de un enfrentamiento mayor, de una guerra abierta, que tendría en jaque al mundo.

El águila o el dragón. Ambos países, EE.UU. y China comunista, no podrían ser más diferentes en lo que le ofrecen al mundo y a las próximas generaciones. El primero emergió como el gran guardián de la democracia liberal, un modelo que se impuso afortunadamente en el occidente. Con Xi, en nuestros tiempos, China se levanta como el modelo del Estado imperialista, totalitario, que no respeta los más mínimos derechos humanos. Debemos estar muy atentos, y tomar partido decididamente, sin titubear, no dejarnos embaucar por el dragón chino totalitario.

En su momento, Trump fue el primer presidente que se plantó frente a la China comunista y llamó a las cosas por su nombre en esta peligrosa guerra comercial. De la misma manera que el ex presidente Reagan tuvo el coraje de llamar a la Unión Soviética “imperio malvado”, lo que cambió la percepción mundial frente al sistema totalitario imperante en Rusia. Trump se enfrentó al poderío imperial chino, luego que Nixon estableciera relaciones con la esperanza de que este país, por razones estratégicas a largo plazo, se separara de la Unión Soviética. Pero luego, la falta de enfrentamiento de George H.W. Bush ante los chinos por la masacre de Tianamen, resultó ser algo vergonzoso. Clinton criticó a Bush padre por su actitud frente a lo acaecido en Tianamen. Pero no bien asumió como presidente protegió a los chinos ayudándoles a entrar al organismo internacional OMC, como miembro pleno, disfrutando de todas las prerrogativas de país subdesarrollado, algo que aún hoy en día irónicamente las mantiene en pleno, hecho que fuera denunciado en repetidas ocasiones por Trump. Luego el presidente George W. Bush también tuvo un rol cómplice con los chinos, y el presidente Obama se dedicó a ofrecerles cenas y agasajos estatales a los sátrapas asiáticos, alabándolos, mientras éstos acentuaban su represión en China y se expandían militarmente.

La guerra comercial entre EE.UU. y China ha cumplido ya varios años y en el país del norte se ha instalado la noción que es absolutamente necesario enfrentar el ascenso global imperialista del gigante asiático. Enfrentarlo también en el campo de las tecnologías de punta, como por ejemplo en las telecomunicaciones con su marca “made in China” Huawei que depende directamente del gobierno chino y sus servicios de inteligencia militar dándoles así un peligroso acceso a información sensible de países de la esfera occidental.

Con rápidos reflejos y el olfato tradicional para aprovechar crisis, y utilizando enormes cantidades de dinero fresco y explotando la endémica corrupción existente en nuestros países, ha logrado China en los últimos 15 años convertirse en un socio comercial estratégico en casi todos los países latinoamericanos, con impresionantes mega proyectos, buscando así afirmar su acceso a las materias primas que tanto necesita. Es así que el comercio de China con América Latina pasó de prácticamente 0 en 1990 a unos 270.000 millones de dólares ya en el año 2012. Hoy en día los países latinoamericanos y los del Caribe forman parte del proyecto chino “One Belt, one Road” ( Una franja, Una ruta), conocido comúnmente por sus siglas en inglés OBOR. Esta iniciativa constituye el mayor y potencialmente más dinámico corredor económico del planeta. Representa alrededor del 55% del PBI global, y alberga al 70% de la población mundial, concentrando el 75% de las reservas de energías conocidas. OBOR es así en opinión de reputados economistas el proyecto más ambicioso que promueve el actual liderazgo chino de Xi Jinping.

A EEUU le preocupa enormemente esta masiva presencia económica China en su patio trasero, teniendo en cuenta la tradicional táctica comercial china de negociar con países endeudados para luego quedarse con importantes inversiones y territorios estratégicos para sus fines imperiales, como lo ha hecho en Camboya, Tailandia, Myamar. Y ahora, con esta misma metodología China extiende sus garras a nuestro continente. EEUU tiene bien presente el llamado “Collar de Perlas del Pacifico”, una estrategia geopolítica que combina la construcción de puertos comerciales con bases militares navales para asegurarse así el dominio sobre el Pacífico. Lo mismo podría suceder en nuestro continente, donde China ya tiene una base importante en el satélite que es la Venezuela de Maduro que depende totalmente del financiamiento chino.

Otro aspecto muy inquietante a destacar es el terrible record del gigante asiático en la violación sistemática de los derechos humanos, un tema que parece no estar presente en la preocupación de los grandes líderes mundiales, ni tampoco en la gran prensa internacional.

¿Y los líderes democráticos? Nadie habla del millón de uigures musulmanes y de los miles y miles de tibetanos disidentes, mayormente budistas y cristianos, encerrados en verdaderos campos de concentración. Nadie habla de la venta clandestina nacional e internacional de órganos provenientes justamente de estos campos de concentración, hecho denunciado ya en el año 2015 por un tribunal independiente en Londres, que habla de unos 60.000 a 100.000 extracciones forzadas de órganos. Nadie habla de las fábricas de chips, de computadores, de i phones, cuyos trabajadores son verdaderos esclavos, que trabajan en forma inhumana jornadas de 15 horas, bajo la mirada de inspectores que los castigan por cualquier error o demora. Un valiente periodista británico del diario The Guardian, que logró clandestinamente entrar en una de esas barracas, pudo ver con sus propios ojos la instalación de redes de contención alrededor de los muros que las rodean para evitar así los numerosos suicidios que allí suceden de trabajadores extenuados en sus labores. Logró hablar con uno de ellos que le contaba que pulía 1700 pantallas de teléfonos i Phone por día, es decir 3 pantallas por minuto durante un turno de más de 12 horas. Estos son los productos “made in China” que usamos diariamente.

Hoy en día China ha invadido con el visto bueno del Occidente nuestros mercados sin que nadie haya insistido en una mejoría de los derechos humanos. Nos hemos dejado engañar por los productos baratos contentos de tener algunos pesos más en nuestros bolsillos sin darnos cuenta que la política de Beijing va mucho más allá de lo comercial. La cruda realidad que tenemos que aceptar es que el principal objetivo de las relaciones exteriores de Beijing es expandir su esfera de influencia y no sólo a través de una masiva y desleal presencia comercial, sino a través de una infiltración sutil por medios propagandísticos y culturales, para afirmar su evidente imperialismo totalitario. Su objetivo final es el dominio global, más aún hoy en día, luego que el presidente Xi Jinping puso fin a las esperanzas que China se liberalizara y democratizara.

Una muy efectiva estrategia para lograrlo es el enfoque casi imperceptible en la infiltración y cooptación de comunidades intelectuales que sirvan para sus objetivos. Los codiciados intercambios académicos, las generosas subvenciones a universidades extranjeras, y las jugosas becas de estudio. A estos fines sirven los Institutos Confucio, supervisados por el Ministerio de Educación de China, que son en realidad un caballo de Troya para no sólo comprar adeptos sino para realizar espionaje, censura y manipulación informativa. A esto se suma el hecho de que para finales del año 2018 el número de estudiantes chinos en universidades extranjeras ascendió a la suma de 800.000 que representan un aporte económico importante para las universidades, y cuyos alumnos cumplen la función también de ser los soldaditos infiltrados en el mundo occidental realizando pequeños y grandes trabajos de espionaje de todo tipo, y en muchos casos sabotajes. China está así restringiendo, censurando debates acerca de su maligno imperialismo, exportando su aparato de censura orwelliana sin que el ciudadano común se dé bien cuenta. Es un juego sucio, y debemos estar prontos a luchar contra este ataque contra nuestras sociedades democráticas. Las naciones tendrán que actualizar sistemas jurídicos para prevenir el abuso de los agentes de la guerra política, mejorar la supervisión de la inversión extranjera, mejorar los sistemas de identificación y seguimiento para combatir la desinformación y la guerra cibernética y coordinar mejor los organismos de Inteligencia del mundo libre. Debemos absolutamente tomar partido y movilizarnos antes que sea demasiado tarde, y apoyar al águila contra el dragón.

El águila o el dragón, tendrá de nuevo vigencia la famosa teoría del historiador griego del siglo V antes de Cristo, que se la conoce como “ La Trampa de Tucídides”, y que consiste en que cada vez que una potencia ya establecida se ve desafiada por otra emergente, si no se hacen dolorosas concesiones, terminarán inevitablemente en una guerra. Esparta y Atenas hoy en día. A lo largo de la historia según el prestigioso historiador Graham Allison, que lleva más de 38 años asesorando a secretarios de Defensa de los EE.UU, siendo además decano de la escuela de relaciones internacionales de la Universidad de Harvard, nos explica en su Best Seller “The Thucydides Trap”, que este tipo de situaciones de colisión de potencias, se han dado 14 veces a lo largo de la historia, 12 de las cuales terminaron en guerras. 

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