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El flagelo de Europa: terrorismo islámico

Por José Antonio Friedl Zapata, especial para Diario Mendoza Today.

Un fantasma está recorriendo Europa en estos últimos tiempos desparramando sangre, miedo y anunciando un futuro sombrío e incierto para sus habitantes. El enemigo es el terrorismo islámico. El volcán terrorista está en plena erupción.

Ya hace unos años el entonces ministro del Interior italiano, Angelino Alfano, advirtió que de acuerdo a informaciones de Inteligencia fiables, el Estado Islámico se prepara para provocar un desastre humanitario en Europa como parte de su estrategia de establecer califatos futuros en el continente. Dirigentes europeos, como Angela Merkel, responsable políticamente de la apertura indiscriminada e irresponsable de las fronteras, que permitió el ingreso de millones de refugiados y entre ellos  miles de terroristas islámicos infiltrados, son los que cargan con la culpa de esta dramática situación.

El oportunismo político de la otrora canciller alemana está demostrado en el hecho del giro de 180 grados que ha hecho en su política inmigratoria. Mientras que en el año 2010 afirmaba que “el multiculturalismo en Alemania es un fracaso total” y que los esfuerzos de su país por construir una sociedad multicultural no habían dado fruto, en el año 2015 “Mutti Merkel”, como la llaman ya muchos inmigrantes, abría las puertas de su país para recibir unos 800.000 inmigrantes tan sólo en un año.

Pero ante las masivas críticas dentro y fuera de su país y dentro de su propio partido y pensando en las próximas elecciones se echó drásticamente para atrás, reduciendo últimamente las cuotas y mandando contingentes de regreso a sus países de origen. Por su culpa compartida por los burócratas de Bruselas, fieles aún hoy en día  a un multiculturalismo irracional e ideológico, es que se ha producido  este cortocircuito muy peligroso  en el viejo continente.

Que Europa es un volcán en erupción lo demuestra la realidad actual y esto no tiene nada que ver con islamofobia, sino que el islam está lentamente colonizando el viejo continente. En Bélgica el 24 % de la población ya es musulmana, y la mitad de los bebés nacidos allí llevan nombres de esta religión.

En Holanda también la mitad de los bebés nacidos son musulmanes, y en tan sólo quince años las estadísticas muestran que la mitad de la población profesará la religión de Mahoma. En Francia, por su parte, en cuarenta años será la religión más practicada. Mientras las familias francesas, por ejemplo, tienen un promedio de 1.8 hijos, una familia musulmana tiene 8.1. En Francia ya existen más mezquitas que iglesias. En Inglaterra contamos con más de mil mezquitas, muchas de las cuales ocupan lugares que antes fueran iglesias. En Barcelona donde ocurrieron los últimos hechos terroristas se calcula que el 20 % de la población es de origen marroquí con pasaporte español y por lo tanto con libre circulación por toda Europa.

Son cifras realmente apabullantes. Incluso la literatura europea se ha hecho ya eco de esta realidad y del futuro incierto que puede transformarse en fantasmagórico para las poblaciones autóctonas. Tomemos el ejemplo de tan sólo dos novelas muy leídas, pertenecientes al género de la distopia y que “hablan de un futuro que no es seguro, pero plausible”, como diría el filósofo contemporáneo francés Alain Finkelkraut. Nos referimos a la novela “Sumisión” del polémico e irreverente Michel Houllenbecq publicada en el año 2015 y a la novela “El Campo de los santos” del escritor también francés Jean Raspaille, reeditada en el 2011. En la primera se hace referencia a que en el año 2022, asume como presidente de Francia el islamista Mohamed Ben Abbes. En la segunda presenciamos el desembarco masivo de inmigrantes al sur de Francia, a la Riviera, hecho muy cercano a la realidad, y quienes luego se niegan a asimilarse a la cultura occidental, provocando un gran caos social.

Europa está hoy en día en guerra contra el terrorismo islámico, pero la realidad nos muestra que las armas no alcanzan para vencerlo. A ISIS no se lo destruye sólo en el plano estrictamente bélico. Para enfrentar una guerra de este tipo es necesario robustecer la propia identidad y esclarecer los valores que nuestras sociedades occidentales desean preservar. En Occidente matamos a Dios (Dios ha muerto, Nietzsche), derrumbamos la centralidad del hombre (El hombre ha muerto, Foucault), vivimos una época de relativismo moral con desconstructivistas como Derrida. Terminamos aceptando al igualitarismo y al relativismo cultural como lo más importante, disolviendo así, todo sentido de nuestra existencia individual y social.

El volcán europeo en plena erupción se apagará sólo con ideas y voluntad política de supervivencia. Pluralismo sí, pero no claudicación ante un islam combativo, intolerante, que no está dispuesto a ningún tipo de integración. El presidente italiano Sergio Mattarella expresó ante el parlamento europeo que Europa está herida debido al terrorismo islámico y que la crisis con los refugiados la debe encontrar más unida que nunca dado que “nuestros conceptos en común, nuestra forma de ser, de pensar, están en grave peligro”.

¿Estará Europa dispuesta a tomar finalmente medidas en serio para defender su identidad, su tradición y sus valores occidentales? ¿Estará el viejo continente en condiciones de unirse y de encontrar una política seria y efectiva en común en contra de este flagelo terrorista?  ¿Estarán los pueblos europeos dispuestos a apoyar medidas más drásticas como cerrar aquellas mezquitas con imanes fundamentalistas o quitarle la ciudadanía a aquellos que hayan combatido con el ISIS o incluso frenar el flujo incontrolado de refugiados, muchos de ellos motivados por razones económicas? Los próximos meses, años nos darán la respuesta.

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