Cómo inventar un homicidio: el caso Blanco

Los detalles de la misteriosa muerte que conmovió a Chascomús. Por Juan Felipe Acuña, especial para Diario Mendoza Today.

Juan Felipe Acuña
Juan Felipe Acuña

En horas de la mañana del día 28 de septiembre del año 1997 un hombre ingresó a la Comisaría 1º de la Ciudad de Chascomús para denunciar la desaparición de su hijo, Emilio Blanco. El joven se había retirado a la medianoche, después de cenar junto a sus padres Mónica y Elías, dirigiéndose a Lennon, una confitería del centro de la ciudad en la que se juntaría con sus amigos. En aquel momento regía en la provincia la llamada “Ley Duhalde”, que obligaba a los establecimientos bailables a cesar sus actividades a las 3:00. Pero llegadas las cuatro de la madrugada Emilio no había regresado, lo que despertó la preocupación de sus progenitores. Inmediatamente se comunicaron con los amigos de este, quienes negaron haberlo visto a esa noche. Concurrirían, según obra en la denuncia, a la guardia del hospital e incluso a la terminal de omnibus de la ciudad, donde tampoco fue hallado. Al no contar con información acerca del paradero de su hijo, Elías Blanco, también policía, debió recurrir a sus colegas de la fuerza.

Poco más de una hora después de denunciada la desaparición, el cuerpo de un muchacho de dieciséis años era hallado al lado de las vías del tren, en las cercanías de la intersección de las calles Yrigoyen y Garay de esa ciudad. El cadáver se encontraba boca abajo, con la cabeza a veinte centímetros del riel y con los pies mas alejados y apuntando al paredón que bordeaba el ferrocarril. Rápidamente, Elías Blanco concurrió al lugar del hecho a realizar un reconocimiento de los restos, confirmando que quien yacía al lado del riel era efectivamente, su hijo.

La noticia de la muerte de Emilio se esparció velozmente por la Ciudad, como así también los más variados rumores acerca de la misma, los cuáles apuntaban, en general, a un homicidio. Si bien inicialmente se catalogó como un sencillo accidente ferroviario -así lo consignaba, de hecho, la primera autopsia-, un encadenamiento de hechos insólitos volcarían el curso de la investigación, conduciendo al banquillo de los acusados a dos integrantes de la fuerza policial bonaerense: el jefe de calle, Fermín Eleodoro Basualdo, y el ex comisario Tomás Antonio Freites. El primero recibió una condena de prisión perpetua, en calidad de coautor del delito de homicidio agravado por alevosía, la cuál a día de hoy se encuentra cumpliendo; Freites, por su parte, sería condenado por la figura de omisión de evitar torturas, muriendo en libertad antes de que la sentencia adquiriese firmeza.

Croquis ilustrativo incorporado al expediente

Un accidente ferroviario

Cuando el Doctor Macrinos, perteneciente al SEIT de La Plata, se hizo presente en la escena, observó que el cuerpo de Emilio presentaba, fundamentalmente, heridas en la cabeza, que evidenciaba fracturas varias en el cráneo y pérdida de masa encefálica. Queda consignado también que “las prendas de la víctima no presentan fenómeno de arrastre”.

El médico Nicolás Macrinos dejó consignada la ausencia de signos de arrastre en las ropas del cadáver

En el informe de la autopsia, realizada horas después por el propio Nicolás Macrinos, dejaría un registro más detallado las heridas que el cadáver presentaba:

  1. Del lado derecho de la cabeza, dos heridas contusocortantes: una en la región frontal, de 7 centímetros, y otra en el pabellón auricular.
  2. Del lado izquierdo de la cabeza, una herida contusocortante en la región parietooccipital izquierda de 13 centímetros de longitud con desprendimiento del cuero cabelludo, donde podía visualizarse una fractura con hundimiento oseo.

Además de estas, una serie de heridas de menor envergadura consistentes en general en pequeños hematomas y excoriaciones. El examen de los órganos internos arrojó la presencia de un hematoma de tres centímetros en la curvatura menor del estómago y otra sobre la columna dorso lumbar.

Para el médico autopsiante Macrinos no existía la menor duda de que la muerte se debía a un accidente ferroviario, tal como dejó consignado al final del informe: “la muerte de quien en vida fuera Emilio Elías Blanco (…) se produjo por destrucción de masa encefálica secundario a un traumatismo grave encefalocraneano (…) de gran violencia y fuerza de impacto como puede ser la producida por una máquina férrea, para producir la destrucción craneana observada en el examen interno”. El golpe mortal debería haber sido provocado por un elemento duro y romo, con probabilidad de un borde de arista, quizá animado de potencia y movimiento, dada la gravedad y la naturaleza de las lesiones.

En su declaración testimonial el médico narraría cuál fue, según su criterio, la mecánica del accidente que causara la muerte de Emilio. El primer golpe, dice Macrinos, fue el que causó la lesión frontal derecha, y podría haber sido provocado por un saliente del tren. La fuerza del impacto habría hecho a Emilio girar sobre su propio eje corporal, en el aire, produciéndose así el segundo golpe con la máquina, aquel que le provocó una lesión de trece centímetros en el lado izquierdo de la cabeza.

El hematoma en la boca del estómago sería resultado de un efecto de golpe-contragolpe: es decir, la propia caída al suelo del cuerpo, acelerada por la fuerza de empuje del tren en movimiento.

La hipótesis homicida

Al menos durante los primeros meses, no había elementos contundentes que permitieran a los investigadores considerar que existiese algún tipo de hecho delictivo vinculado a la muerte de Emilio. La situación fue distinta para los chascomunenses, entre quienes se desencadenaría una verdadera psicosis colectiva. Los propios padres del fallecido se mostraron públicamente escépticos de las conclusiones del médico autopsiante, instalando desde un inicio la versión del homicidio. Así, apenas dos días después del hecho, Elías Blanco brindaría un reportaje a un canal televisivo, solicitando a los vecinos cualquier información acerca del hecho: “El que haya visto algo o a alguien caminar por algún lado que me avise. Le pido a toda la población en general toda colaboración que pueda aportar. Todo dato que tenga que lo lleve a la comisaría.”. El 3 de octubre se convocaría a una concurrida marcha exigiendo el esclarecimiento del hecho, que contaría con la cobertura de varios medios y con la presencia de miembros de la Iglesia Católica, que a nivel local se involucraría fuertemente en los reclamos.

Imágenes de la primera marcha por el esclarecimiento de la muerte de Emilio Blanco

Los familiares de Emilio encontrarían un fuerte respaldo de los vecinos de la Ciudad, entre quienes circularon fuertísimos y variados rumores que no tardarían en llegar a la causa judicial. Cientos de testigos que comparecieron a testificar asegurando tener información privilegiada del caso y aportando pistas contradictorias entre sí, contribuyeron a engrosar el voluminoso expediente, que llegó a ocupar más de 70 cuerpos. Así, las hipótesis se cuentan por decenas: se habló del narcotráfico, de intereses políticos, de la participación de distintos miembros del personal policial. Incluso, un menor de edad, Marcelo Donadío, llegó a confesar falsamente su autoría del homicidio en los primeros meses, resultando sobreseído a la luz de evidentes incompatibilidades entre su relato y la prueba pericial del hecho.

La fuerte presión social conduciría incluso a la excusación del primer juez a cargo de la causa, Héctor Musumano. En dicha resolución, fechada el 8 de enero del ´98, el magistrado consideró “que pese a la amplia investigación practicada, sin que se hubiere agotado la misma, no ha sido posible hasta el momento justificar debidamente la perpetración de delito alguno”. Denuncia también un hostigamiento de parte de la población chascomunense y la intromisión de “oscuros intereses políticos y religiosos” en la investigación.

Musumano no iba a ser el único en apartarse de la causa. Varios años después sería secundado por el Juez Colombo, su sucesor a cargo de la misma, quien al igual que él alegaría recibir presiones que lo comprometerían personalmente con la causa.

El Juez Musumano denunció “oscuros intereses políticos y religiosos”.

La desconfianza de la población se debía, en gran medida, al contexto social y político vivido en la Provincia de Buenos Aires a raíz del Caso Cabezas, habiendo transcurrido apenas medio año desde la muerte del reportero gráfico de la Revista Noticias. Y al igual que ocurrió con el homicidio del fotógrafo, la conmoción por el fallecimiento del joven Emilio Blanco sería de tal magnitud que llegaría hasta las máximas autoridades bonaerenses, que llegarían a ofrecer a través del Ministerio de Seguridad de la Provincia la suma de 20.000 pesos por cualquier información útil para el esclarecimiento de la causa.

El periodista José Eduardo Bonavita, del diario El Cronista de Chascomús, quien declaró como testigo a fs. 2634, ilustra cuál era la sensación que el caso provocó entre los vecinos desde un inicio: “Que en su condición de periodista desde un primer momento supo que estaba informando a propósito de un homicidio (…) Que cuando se insistía con un suicidio o un accidente desde el diario seguían pensando que se debía investigar un homicidio”.

La segunda autopsia

El 18 de diciembre del año ´97, el Comisario Raúl Alberto Gómez, perteneciente a la Comisión Investigadora que había sido constituida para el esclarecimiento de la muerte de Emilio Blanco, se presentó en sede judicial recomendando realizar un segundo examen del cuerpo, para lo cuál este debía ser exhumado, medidas a las que el juez hizo lugar.

La exhumación y la segunda autopsia se realizarían, finalmente, en febrero del año 1998, casi cinco meses del fallecimiento de la víctima. La putrefacción experimentada por el cuerpo en dicho lapso de tiempo constituiría un obstáculo no menor para los médicos forenses encargados de la segunda pericia, que así lo dejarían consignado: “Las condiciones tanatológicas que presenta el cadáver hacen muy dificultosa o impiden la constatación de signos de interés médico legal”.

Pese a esto, los peritos llegaron a llamativas conclusiones que contradecían frontalmente la autopsia realizada por su colega Nicolás Macrinos, principalmente en lo que respectaba a la naturaleza de las lesiones. Para la segunda junta médica, si bien ciertas heridas aparentaban ser vitales (es decir, producidas en vida), otras tenían la apariencia de haber ocurrido después de la muerte. Las lesiones no vitales serían, presuntamente, la lesión de 13 centímetros en el lado izquierdo de la cabeza y las fracturas de la base del cráneo.

Ante esto, se ordenó sobre diversas partes extraídas del cadáver un examen anatomopatológico, un análisis consistente en la observación microscópica de tejidos que permite, entre otras cosas, determinar con mayor precisión si una lesión es vital o no. Resumidamente, una lesión, de producirse en vida, provoca la ruptura de los vasos sanguíneos y consecuentemente la infiltración de sangre en la misma, que al detectarse permite determinar la vitalidad. Sin embargo, es conocido que este tipo de pericias tiene sus limitaciones, particularmente cuando existe putrefacción, ya que esta puede provocar alteraciones estructurales en los tejidos que comprometen la fiabilidad de los resultados. Por ello, la regla en los casos de putrefacción avanzada es centrar el analisis anatomopatológico en las lesiones producidas en los huesos, ya que por sus características se conservan mejor que los tejidos blandos. En este caso, ocurrió exactamente lo contrario, ya que las peritos encargadas del examen anatomopatológico dejaron consignado que las muestras óseas no podían ser analizadas al microscopio debido al avanzado estado de putrefacción. Sin embargo, sí fueron peritadas muestras de tejidos blandos, los cuáles presumiblemente, después de más de cuatro meses bajo tierra, se encontrarían en un estado de degradación aún mayor. Así, como era de esperarse, hallaron tejidos con lesiones que no poseían signos de vitalidad, sin aclarar que esto podía deberse al proceso de descomposición. Consignan como “no vitales”, entre otras lesiones, las producida en la región frontal derecha y en el pabellón auricular, que sí habían sido consignadas como vitales por los forenses que examinaron el cuerpo tras la exhumación.

En el informe del análisis anatomopatológico se deja asentado que las muestras óseas no pueden ser analizadas por el avanzado estado de putrefacción.

Pero no importaba que la segunda autopsia y la pericia anatomopatológica presentasen serias limitaciones, que fuesen contradictorias entre sí o que adolecieran de serios errores metodológicos serios por haber sido realizadas sobre un cadáver severamente descompuesto, ya que resultaban piezas claves para sustentar una naciente acusación. Ambas permitían concluir que Emilio había sufrido heridas estando vivo y luego de morir. El accidente quedaba descartado, y comenzaba así una nueva etapa de la investigación.

Ahora sí, se estaba frente a un homicidio.

La comisaría, la tortura, la muerte

En el año 2001 un testigo clave encaminó la causa hacia efectivos policiales de la Comisaría 1º de Chascomús. Se trataba del oficial Héctor Rolando Durán, ayudante de guardia de la dependencia, quien manifestó haber visto a Emilio esa noche en el lugar y confesó haber falsificado el libro de actas para ocultar dicha circunstancia. Asimismo, expresó haber oído rumores acerca de que agentes de policía habían estado “trabajando” (torturando) a alguien dentro de la comisaría, a raíz de lo cuál esta habría muerto. El principal involucrado por esta declaración era Fermín Basualdo, jefe de calle, a quien Durán señaló en esa ocasión como el autor de la orden de fraguar el libro de actas, además de ubicarlo dentro de la dependencia al momento de los hechos.

Lo cierto es que al ser citado a comparecer en el juicio oral contra Fermín Basualdo varios años después, Durán negó los hechos expresados en su declaración del 2001, y manifestó haber sido torturado psicológicamente para involucrar a sus compañeros, evidenciando un cuadro de estrés post traumático que fue verificado por más de un profesional.

Pese a todo, Basualdo recibió una sentencia de prisión perpetua en el año 2014. Lo seguiría el ex comisairo Tomás Freites, condenado a seis años de prisión en 2021.

Los jueces consideraron que un grupo de efectivos, entre los que se encontraba Basualdo, interceptaron a Emilio en las cercanías de su domicilio mientras este se dirigía al centro de la ciudad para reunirse con sus amigos. El motivo, aparentemente, habría sido una especie de malentendido, ya que esa misma noche había sido robada una moto, perteneciente a un tal José Redruello, que fue aparentemente hallada en una rotonda. Los agentes habrían visto a Blanco merodeando por el área donde fue encontrado el vehículo siniestrado, y tras confundirlo con el autor del robo, lo habrían detenido, para posteriormente conducirlo a la Comisaría Primera. Allí dentro sería sometido a torturas, asesinado, y finalmente colocado en las inmediaciones del ferrocarril con el fin de encubrir el hecho bajo la apariencia de un accidente ferroviario.

De la lectura de ambas sentencias no se comprende exactamente cómo fueron los tormentos a los que se fue sometido Emilio dentro de la dependencia, puesto que los peritos que avalaron esta hipótesis no podrían haber sido menos claros al respecto, añadiendo cada uno divergentes observaciones. Así, se teorizó sobre golpes de puño, asfixia mediante una técnica conocida como “submarino seco”, la utilización de diversos objetos contundentes y cortantes e incluso uno de ellos llegó a hablar del empleo de una prensa mecánica para comprimir el cráneo.

Un giro en el aire y un tiktok hindú

La defensa de Basualdo en el juicio oral, a cargo del Dr. Mauricio Armagno, consideró que existían elementos de prueba suficientes como para considerar que la muerte del joven fue provocada, tal como se dijo en un inicio, por el impacto de la máquina ferroviaria. Y, si bien los jueces consideraron acreditado el homicidio, de la lectura del expediente surgen interrogantes que parecen poner en crisis la versión oficial.

En este sentido, el tribunal reseñó las opiniones de los peritos médicos y bomberos experimentados en este tipo de casos, quienes explicaron que, de haberse producido un arrollamiento, deberían haberse observado otro tipo de lesiones en el cadáver, de más gravedad, siendo lo más común en estos casos el completo desmembramiento del mismo o el estallamiento de partes. Emilio en cambio, fue hallado entero y con lesiones casi exclusivamente en el cráneo, a un costado de la vía. Pero este planteo lleva a plantearse un interrogante: ¿Si los autores hubiesen buscado simular un accidente ferroviario, no hubiese sido más apropiado colocar el cuerpo en la vía?

Debe destacarse que en esta cuestión el tribunal parece haber malinterpretado los argumentos de la defensa, que en ningún momento se planteó un arrollamiento, sino el impacto con un saliente o con el propio pasamanos del tren, que habría provocado que el cuerpo rotase en el aire, causando finalmente un segundo impacto con algún otro elemento de la máquina que empujaría el cadáver de Emilio al suelo. Así lo había consignado e autopsiante Macrinos inicialmente, pero no fue el único. El médico Pablo Tonelli, el criminalista Hugo Zintgraff y el especialista en planimetría Jorge Da Silva respaldaron la teoría del accidente.

Este último elaboró un informe en noviembre del año ´97, en el cuál realizó una teoría acerca de la mecánica del hecho. Rescató allí que, tal como fue reportado por el servicio meteorológico, esa noche había un espeso banco de niebla que obstruía notoriamente la visibilidad. El especialista conjetura que, pese a encontrarse en posesión de una linterna, la cual fue hallada en la escena, Emilio podría haber decidido apagarla confiado en su conocimiento del camino o dispuesto a guiarse por la luz de la máquina. Pero el banco de niebla lo habría hecho creer que se encontraba a una distancia segura, siendo embestido por el pasamanos de la locomotora, haciéndolo rotar en el aire para ser nuevamente golpeado por el otro pasamanos en la parte izquierda de la cabeza. La linterna habría sido arrojada en el aire para ser hallada a varios metros del cuerpo, entre las malezas, al día siguiente.

Como es natural, resulta difícil imaginar un accidente ferroviario donde la víctima no sea arrollada y desmembrada, sino que solo sea impactada en el craneo por un saliente para pegar un giro en el aire. Sin embargo, esta hipótesis no sólo resulta verosímil, sino que se han documentado casos de enorme similitud.

En el año 2022, un ciudadano indio llamado Chintakula Akshay Raju fue chocado por un tren mientras grababa un tiktok, convirtiéndose en protagonista de un shockeante video que se viralizaría rápidamente y que puede fácilmente encontrarse en internet. En el mismo puede verse al muchacho caminar en paralelo a la vía, dando la espalda a la maquinaria, que lo golpea violentamente en el hombro izquierdo y lo hace rotar en sentido horario, en el aire. Puede observarse también cómo, al caer, continúa su giro en el suelo y queda con la cabeza más cerca de las vías y los pies hacia afuera, en una posición parecida a la de su análogo chascomunense.

Fragmento del video viral de un accidente ferroviario en la India

Afortunadamente, Raju sobrevivió al incidente, sufriendo serias heridas en el brazo izquierdo, que recibió el impacto. Distinta hubiese sido su suerte si el primer vagón hubiese tenido incorporados pasamanos a la altura de su cabeza, como era el caso de la locomotora que realizó el servicio Constitución-Mar del Plata, pasando esa noche por Chascomús en torno a la una de la mañana. Esta circunstancia queda ilustrada en las fotos incorporadas al primer cuerpo de la causa.

Fotografías adjuntas de la locomotora. Pueden verse, a cada lado, los pasamanos, a la altura de la cabeza de los operarios

Una serie de circunstancias imposibles de ignorar dan cuenta de que el adolescente murió en el mismo lugar donde fue hallado:

  1. El adolescente poseía lesiones múltiples heridas abiertas de varios centímetros en la cabeza, por lo que de haber sido asesinado en otro lugar y trasladado a la escena habría dejado un reguero de sangre. No obstante, el peritaje hematológico en los alrededores del cadáver dio negativo.
  2. Tampoco se hallaban impregnadas con sangre las prendas de ropa del joven, cosa que presumiblemente hubiese ocurrido de haber sido colocado el cadáver en ese lugar. Solo había sangre debajo de la cabeza.
  3. Macrinos, el autopsiante, observó en el brazo de Emilio picaduras de hormiga que por su morfología aparentaban haber ocurrido en vida. Pero la naturaleza de sus lesiones le habrían al joven impedido tener una sobrevida mayor a unos escasos minutos. Esto sugiere que ese breve lapso de tiempo debería haber transcurrido con el cadáver en el lugar donde fue hallado, sobre el pasto.

Por otro lado, los peritos que avalaron la hipótesis del homicidio se toparon con la dificultad de explicar la naturaleza y la gravedad de las lesiones que el cráneo de Emilio poseía.

Particularmente, la de 13 centímetros en el hueso parieto occipital izquierdo, que provocó el estallido de cráneo y destrucción de masa encefálica, difícilmente provocada por una fuerza humana. La propia sentencia recoge que todos los peritos coincidieron en que “nunca en toda su experiencia vieron un cráneo tan destrozado, en ese estado”. El Dr. Brolese, quien intervino en la segunda autopsia, esbozó una insólita explicación en ese sentido: “lo que es difícil explicar es la cantidad de fracturas que presentaba el cráneo; entiende que ha habido una acción tipo prensa que ha comprimido el cráneo, y esa acción es la responsable de ese tipo de lesiones, podría ser por ejemplo como una prensa hidráulica.” Es decir, no satisfechos con la aplicación de tormentos varios, los policías habrían decidido comprimir la cabeza de Emilio en una prensa hidráulica hasta provocarle la muerte, una metodología de tortura francamente excesiva hasta para la Maldita Policía.

El Dr. Maldonado, perito de parte de la querella, propuso con una mecánica del hecho no menos estrafalaria: luego de haberlo asesinado en la comisaría, los autores colocaron a Emilio en la vía, dejando su cabeza cerca del riel y aguardando a que, al pasar, el tren hiciera el resto del trabajo, provocando la lesión en el lado izquierdo.

Los especialistas que intervinieron en el caso, caracterizados por tener abismales diferencias entre sí y cambiar sus hipótesis erráticamente a lo largo de la causa, pudieron ponerse de acuerdo, pese a todo, en un punto. Lo que sea que haya matado a Emilio estaba dotado de una fuerza sobrehumana.

Nota: Este periodista tuvo la posibilidad de entrevistarse con Mónica Brucetta y Elías Blanco, de cuya honestidad no sospecha y que, después de todo, buscan el esclarecimiento de la muerte de un hijo. Esta investigación busca centrarse en el mal accionar de magistrados, peritos y agentes de policía, que intervinieron en el curso francamente desastroso de la causa