Christian SanzPortada

Crece la pobreza en Mendoza, pero la esperanza no se pierde: “La gente sigue dando una mano siempre”

La historia de Jorge es calcada a la de muchos otros "nuevos pobres". Una triste realidad.

Christian Sanz
Christian Sanz

Es un hecho: en el Gran Mendoza la pobreza superó el 45%. No lo dice este cronista sino el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC).

La postal de lo antedicho puede verse en las calles de la provincia, donde cada vez se observan más y más cantidad de personas que piden. También vendedores ambulantes de ocasión.

No aquellos que están afincados desde hace décadas y son ya parte del background de Mendoza, sino nuevos especímenes —en el mejor sentido de la palabra—, que venden lo que sea. Desde medias hasta flores, pasando por condimentos.

Pero ahora mismo lo que nos convoca son aquellos que “piden limosna”, como sabía decirse allá lejos y hace tiempo. Se los puede ver desperdigados en las diferentes veredas del centro mendocino.

Si se camina por Av. San Martín se observará a uno por cuadra, a veces a dos. Sorprende ver que muchos de ellos no son humildes, ni mucho menos.

Se trata de personas que supieron ser de clase media hasta hace poco. Se nota por su forma de vestirse y su manera de hablar. Son nuevos pobres.

“Yo tenía un almacén familiar, lo atendíamos con mi esposa y uno de mis hijos y un empleado, pero llegó un momento que se hizo imposible mantenerlo. Despedimos al empleado y le pedimos a mi hijo que buscara un trabajo, y aguantamos unos meses más, pero ya no da para más”, dijo Jorge a Diario Mendoza Today.

Al hombre puede vérselo en la intersección de San Martín y Las Heras, en pleno corazón de la capital mendocina. A la vista de peatones y turistas.

En su caja de zapatos, que oficia de improvisado elemento de “recolección”, nunca falta dinero. Hay billetes de todos los colores.

“Por suerte, la gente da una mano siempre. La solidaridad no se murió por ahora. A veces nos traen ropa también, o algo de comida”, explica.

Y se esperanza: “La idea es volver a abrir nuestro negocio, cuando mejore un poco la situación, el local que alquilábamos todavía está vacío, no lo logran alquilar”.

Se trata de un pequeño lugar ubicado en calle Pringles de Guaymallén. Allí trabajaba toda la familia, hasta que todo se complicó. “Al principio me costaba pedir, me daba vergüenza, sobre todo porque me cruzaba con gente que conozco. Pero ahora ya estoy acostumbrado, lo más importante es parar la olla”.

La historia de Jorge es calcada a la de tantos otros “neo pobres”, que sufrieron en carne propia el deterioro social que vive, no sólo Mendoza, sino todo el país.

Muchos de ellos piden con mirada vergonzante, como si fuera algo malo. Con la expectativa de que sea algo temporal. Se suman al ejército que cada día hurga en la basura en busca de algo que les sirva para “zafar el día”. Ya sea comida, ropa o algo que se pueda vender.

Es la realidad que vive hoy Mendoza, que se espera sea algo pasajero. Como sabe decirse, “no hay mal que dure cien años”.

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