Confirmado: Horacio Verbitsky trabajó para la última dictadura

Extracto del libro que revela la verdad.

“A Verbitsky la dictadura no le tocó ni siquiera el timbre”. Rodolfo Galimberti.

Desde siempre, el periodista Horacio Verbitsky aseguró que las acusaciones que lo vinculaban a la Fuerza Aérea durante la última dictadura eran meras operaciones de los servicios de inteligencia para desprestigiar su trabajo. Pero un libro despeja dudas y aporta nuevos documentos y pruebas de los trabajos que realizó para los militares entre 1978 y 1982.

La biografía no autorizada escrita por el periodista Gabriel Levinas en colaboración con Pedro Güiraldes, hijo del comodoro Juan José Güiraldes. Durante muchos años, su padre mantuvo una relación de amistad con el periodista que hoy publica en El Cohete a la Luna.

Fue su padre quien le dio refugio y trabajo en plena dictadura militar. En aquel entonces, el comodoro se desempeñaba como presidente de Aerolíneas Argentinas y actuaba como el principal redactor de los discursos de los Comandantes en Jefe de la Fuerza Aérea.

Algunas de las pregunta que tanto Levinas como Güiraldes hijo se hacen: ¿Pudo un conocido militante de Montoneros haber colaborado con la Fuerza Aérea sin que su vida corriera peligro? ¿Acaso su colaboración se extendía a alguna otra actividad?

Levinas no tiene dudas. “Hay dos respuestas: o hiciste algo más o eras agente de ellos”, respondió en el programa de Jorge Lanata. Güiraldes tampoco: “Mi padre tenía oficinas en la calle Paraguay 737, justo enfrente de la entrada del garaje del círculo aéreo de las Fuerzas Armadas. Si alguien quería levantarlo, lo empujaban y lo metían adentro, como le pasó a Guillermo Patricio Kelly en ese mismo lugar”.

Extracto del libro

Avanzada la investigación para esta biografía, en noviembre de 2014, el autor se comunicó telefónicamente con Horacio Verbitsky, quien se comprometió a dar una entrevista a su regreso de un viaje a México –adonde acudió como miembro de la delegación oficial argentina a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara– y de una visita a Washington –donde expuso en la embajada argentina en esa capital–. De regreso en Buenos Aires, sin embargo, nos comunicó, por medio de su secretaria, que prefería contestar las preguntas por correo electrónico. Luego de varios intentos para convencerlo de tener una entrevista cara a cara, aceptamos enviar un pequeño cuestionario inicial que respondió, por medio de su asistente, del siguiente modo:

Estimado Gabriel,

Te adjunto un documento Word con las respuestas de Horacio. Además, me transmitió que ha tomado nota de tu promesa de publicarlo textualmente, todo junto tal como está.

Muchas gracias. Saludos cordiales, Constanza Bonsignore. Oficina de Horacio Verbitsky.

Transcribimos ese cuestionario:

—¿Cuándo te uniste a las FAP?

—En 1970, una vez que la dictadura ilegalizó la CGT de los Argentinos.

—¿Qué relación tuviste con Victoria Walsh?

—Fuimos amigos. Me la encomendó su padre cuando ella se instaló en la casa de Pirí Lugones en Buenos Aires, a sus 16 años. Le conseguí su primer trabajo, a ella y a la hija de Pirí, Tabita Peralta, en una revista que se llamó Cuadernos de Robinson C. Luego la llevé a La Opinión. Nunca militamos juntos.

—¿Con qué otros militantes estuviste en las FAP?

—En forma habitual con Rodolfo Walsh, Pirí Lugones, Lilia Ferreyra, Carlos Collarini, Graciela Mellibovsky. Contactos esporádicos con los hermanos Raimundo y Rolando Villaflor, su primo Osvaldo, Elsa Martínez, Enrique Ardetti, Jorge Caffati, Ricardo Roa.

—¿Qué tipo de acciones desarrollaban?

—Trabajo barrial y fabril y mucha discusión y análisis político, que llevó a la disolución de la organización, cuando sus conclusiones entraron en abierto conflicto con la realidad (vg., el regreso de Perón). Organizamos una red de escucha de las comunicaciones radiales de la Policía Federal, con la intención de evitar algunos golpes y, en un caso, rescatar a un compañero durante un traslado. Seguíamos e interpretábamos las noticias públicas y aquellas que llegaban a través de colaboradores voluntarios y de personas conocidas, de modo de suministrar a la conducción un cuadro de la situación política que le permitiera orientarse para la toma de decisiones.

—¿Cuáles fueron las razones políticas para colaborar desde la revista “Confirmado”, de la que llegaste a ser secretario general de Redacción, siendo que fue creada especialmente para complotar contra el gobierno de Illia?

—Lo del complot contra Illia es sabiduría retrospectiva, que no estaba al alcance de los redactores, que es como ingresé, a los 22 años. Ni entonces ni luego como secretario de Redacción escribí ni edité Política, sino Cultura, Artes y Espectáculos e Información General. Otros periodistas y columnistas se encargaban de la sección Política, como el propio Timerman, Rodolfo Pandolfi, Rodolfo Terragno y Mariano Montemayor.

—¿Qué operaciones o acciones realizaron con la colaboración del gobierno de Onganía y/o el Ejército durante el período 1966-1970?

—Es una pregunta absurda. Después del golpe de 1966, Timerman fue obligado a vender la revista y a mí me despidieron. Más adelante conseguí, gracias a Miguel Briante, que me compraran algunas notas, sobre el teatro de Armando Discépolo, el cine de Leonardo Favio, la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, la carrera espacial, la poesía de María Elena Walsh, un libro de Norberto Galasso. Sobre política nacional lo único que escribí fue una serie de investigación histórica, denunciando la barbarie del golpe de 1955. Cero relación con Onganía o el Ejército.

—¿Cuál fue tu misión en Perú? ¿Cuándo te fuiste y cuándo volviste? ¿O cuántas veces viajaste a Perú durante la dictadura?

—Viajé a Perú al mes siguiente de la clausura de Noticias, en septiembre de 1974, junto con Gregorio Selser y Pablo Piacentini, por invitación de amigos que estaban en el gobierno de Velasco Alvarado. Cuando iba a regresar, al mes siguiente, el canciller Miguel Angel de la Flor Valle me avisó que su colega argentino, Alberto Vignes, le había comentado muy divertido que tenían la operación preparada para secuestrarme al llegar y tirar mi cuerpo en los bosques de Ezeiza. Por eso me quedé un año, hasta diciembre de 1975. Esto consta en la declaración de De la Flor ante la Justicia argentina en la causa Triple A. Durante ese año me encargué de ayudar a conseguir alojamiento, trabajo y visa a los presos que salían de la Argentina con opción. Regresé a la Argentina en diciembre de 1975 y no volví a Perú hasta la finalización de la dictadura.

—¿Qué rol tuviste en la salida de los fondos del secuestro de Born?

—Ninguno. Ese fue un invento de Galimberti dentro de su seducción simultánea a Jorge Born, para obtener parte de la indemnización de Alfonsín a Graiver, y a Menem, para desacreditarme.

—¿Conociste al brigadier Costa?

—No.

—¿Qué nivel de conocimiento tenía la Fuerza Aérea de tu protección proporcionada por Güiraldes?

—Güiraldes nunca me proporcionó “protección”. Un mínimo conocimiento de la estructura represiva indica que eso no era posible. La descentralización de los grupos de tareas lo impedía. Cada uno golpeaba por su cuenta y nadie podía interferir, de lo que sobran los ejemplos. Esas son las versiones que echaron a correr los servicios de informaciones en la década de 1990, en represalia por mi libro Robo para la Corona, y se repitieron cada vez que alguien muy poderoso se molestó por mi trabajo periodístico. La simple verdad es que Güiraldes era un viejo amigo de mi familia, estaba retirado desde veinticinco años antes del golpe e ignoraba mi militancia. En una carta que le envió a Julio Ramos en 1998 y que el propietario de Ambito Financiero se negó a publicar, le decía que usar esa amistad para acusarme a mí de colaborar con la dictadura era tan ridículo como acusarlo a él de colaborar con Montoneros. Si esas versiones hubieran tenido un vestigio de verdad y si Güiraldes hubiera sido un hombre de la dictadura, no me habría defendido quince años después, cuando eran notorias mis denuncias que contribuyeron a la reapertura de las causas cerradas por la Ley de Obediencia Debida.

—¿Dónde pasaste el 24 de marzo de 1976, con quién estabas y qué recordás de ese día?

—En mi casa, con mi mujer, escuchando las noticias siniestras en la radio.

—En una nota sostenés que te quedaste en la Argentina durante la dictadura por el mandato de tu padre. ¿En qué consistía ese mandato o ejemplo que te llevaba a arriesgar tu vida y la de tu familia?

—Lo explico en esa misma nota de 1987.

—¿Cuál fue tu área de acción en las FAP y en Montoneros? ¿Cuál fue tu cargo y rango?

—Informaciones. Aspirante.

—¿Hasta qué fecha estuviste en Ancla?

—En 1976 mi tarea era imprimir y distribuir los materiales que Rodolfo me entregaba. Cuando a él lo secuestraron y el resto se dispersó, además de imprimir y distribuir escribí todos los despachos de 1977 y 1978.

—Habiendo sido un hombre de Inteligencia…

… no fui “un hombre de Inteligencia”. Esa es una expresión equívoca que se difundió con mala intención.

—¿Qué evaluación hiciste que te permitió firmar el contrato con el Instituto Jorge Newbery usando tu conocido nombre real?

—Mi nombre es muy conocido hoy, pero apenas entonces. No es serio proyectar al pasado mi situación actual. Ese instituto, en el que nunca estuve, tampoco tenía nada que ver con la represión. Nunca tuvieron mi domicilio. Güiraldes me pidió si podía escribir para ellos una biografía de Jorge Newbery, que eran los temas que les interesaban. Le presenté un esquema y lo rechazaron.

—¿Cuál fue el motivo que te llevó a dejar la organización Montoneros?

—Tanto en las FAP como en Montoneros los análisis que realizábamos no eran tomados en cuenta por la conducción, lo cual hacía muy difícil la relación. En el caso de las FAP, me fui cuando, ante la información sobre la seriedad del proyecto de regreso de Perón, que conocía por mi trabajo periodístico y por mi relación con Cámpora, la respuesta fue que “Perón es de los trabajadores y no de los traidores, y por eso no vuelve”. En el de Montoneros, me separaron de la organización debido a las críticas al militarismo exacerbado, que constan en uno de los documentos que se difundieron junto con los de Walsh, porque él tenía una copia en la casa que cayó, junto con los suyos. A fines de 1977, René Haidar me comunicó mi separación del Partido (como había pasado a llamarse) “por falta de confianza en la conducción”. Me ofrecieron a cambio un encuadre en el frente de masas. Pedí la resolución por escrito y Haidar me la entregó. Creo que no percibieron la contradicción. Le contesté que justamente porque no confiaba en la conducción no podía aceptar un encuadre en ninguno de los frentes que le respondían y que, de acuerdo con mi crítica, no eran más que un esquema ficticio en el que cada vez menos de los mismos corrían de un lado a otro para llenar los casilleros de un organigrama de fantasía, donde figuraban un partido, un ejército, un movimiento, un frente de liberación y diversos frentes de trabajo barrial, sindical, femenino, sobre un esquema vietnamita que no tenía ninguna vigencia en la Argentina. En 1982 me crucé en la calle con Perdía, quien me invitó a sumarme al diario La Voz. Le recordé que desde 1977 no habían hecho nada para que recuperara la confianza en esa conducción.

—¿Dónde viviste durante la dictadura?

—En distintos departamentos alquilados en la Capital Federal.

***

A posteriori, cuando tuvimos acceso a evidencia irrefutable sobre su colaboración con la Fuerza Aérea Argentina en los años de la dictadura militar, el autor volvió a solicitarle una entrevista para conocer sus explicaciones. Nuevamente, Verbitsky eludió cualquier contacto directo y pretendió que dicha información le fuera enviada por adelantado, sin comprometerse a una reunión personal.

El siguiente es el último e-mail enviado por Verbitsky, tras los infructuosos intentos de entrevistarlo.

Estimado Gabriel, Horacio me transmitió que no va a ser posible, debido a que está con muchos compromisos y además ya le ofreció hacerlo por este medio. Si usted no está de acuerdo en hacerlo por el mismo, entonces Horacio prefiere que lo dé por cerrado.

Saludos cordiales, Constanza Bonsignore. Oficina de Horacio Verbitsky.

EL PERRO Y UN PASADO QUE SE QUIERE ESCONDER

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