¿Llegó el fin de Maduro?

El presidente venezolano enfrenta este domingo las elecciones más complicadas desde que asumió el cargo en 2013. Las encuestas lo dan perdedor, pero él controla el sistema. Por Maximiliano Sardi, revista Noticias.

El presidente venezolano Nicolás Maduro enfrenta este domingo las elecciones más desafiantes desde que asumió el cargo en 2013. Las encuestas indican que su principal oponente, Edmundo González, está significativamente por delante. Pero los analistas descartan que Maduro, un estratega político experimentado, se impondrá por las buenas o por las malas. Hasta la Casa Blanca, con la que ahora el presidente venezolano negocia un acuerdo, reconoce que existen diferentes alternativas para que Maduro pueda retener el poder.

Según el informe “Dolor Familiar, Hartazgo Ciudadano y Agotamiento Político: La Venezuela de hoy”, un análisis de la crisis venezolana actual realizado por la consultora Methodo, el 67% de la población considera que el régimen de Maduro es ilegítimo, y el 51% cree que la democracia se rompió en 2015. La ciudadanía muestra un alto nivel de escepticismo hacia la política, un 43% que no cree en un cambio posible, aunque el 71.5% desea un cambio de representación política.

El estudio revela que el 64% de los usuarios en redes sociales que se expresan sobre el tema creen que el gobierno ha mejorado en algunos aspectos principalmente por necesidad electoral. Sin embargo, la percepción general sigue siendo negativa, con un 66% de evaluación negativa de la gestión nacional y solo un 27% positiva.

En términos de emociones y tensiones, el dolor que provoca el exilio, la falta de servicios básicos como luz y agua son temas recurrentes en las conversaciones en redes sociales (un 28% del total) y las menciones sobre inseguridad, delincuencia y problemas económicos han disminuido un 35% en el último semestre. Muchos adjudican esto último a una estrategia de gobierno. Lo cierto es que a medida que se acercan las elecciones, la división entre la esperanza de cambio y la resignación se vuelve más palpable, con una significativa falta de confianza en la posibilidad de una transformación real.

Maduro, quien fue ungido personalmente por el fallecido Hugo Chávez, ha descartado públicamente la posibilidad de perder, acusando a sus oponentes de planear un golpe de estado y afirmando su confianza en una victoria decisiva. Ya ha sobrevivido a numerosas crisis, incluida una hiperinflación extrema, protestas generalizadas, intentos de golpe y el gobierno paralelo de Juan Guaidó. La resiliencia de Maduro puede atribuirse a su capacidad para sofocar la disidencia interna y sortear las sanciones internacionales forjando vínculos con Irán, Rusia y China.

También ha mantenido la lealtad de sus aliados militares y políticos a través de diversos medios, facilitando la participación de estos en actividades ilícitas. Y a pesar de sus bajos índices de aprobación, algunos expertos sostienen que nunca ha estado más seguro en su puesto.

Los esfuerzos por socavar la próxima votación son evidentes. Los venezolanos que viven en el extranjero, que probablemente voten en contra de Maduro, hoy enfrentan importantes obstáculos para registrarse para votar. Sólo una pequeña fracción de la población expatriada podrá sufragar, algo que los observadores internacionales han descrito como una forma de fraude electoral. Y dentro de Venezuela, el gobierno ha complicado la logística electoral al cambiar el nombre de miles de escuelas, para confundir a los votantes y mantener la participación baja: de esa manera las tropas de votantes propios resultan más incidentes.

Además, las boletas se inflaron con candidatos con partidos con nombres y símbolos similares a los de la principal coalición de oposición, para diluir el apoyo de González. Y mucho antes, la maniobra preelectoral más significativa de Maduro fue utilizar los tribunales para proscribir a la popular figura de la oposición, María Corina Machado. No obstante, Machado ha hecho una vigorosa campaña a favor de González, y si no hubiese fraude, probablemente debería ser elegido.

El gran problema, es que Maduro no tendrá grandes inconvenientes si arrebata otra vez el poder. Muchos gobiernos latinoamericanos lo apoyan. Estados Unidos estudia algún tipo de acuerdo, y entiende que los venezolanos tampoco se levantarán para reclamar: la violenta represión de las protestas en los últimos años ha dejado a muchos venezolanos temerosos, y los más descontentos ya han abandonado el país. En última instancia, la oposición se mantiene cautelosa, consciente de que incluso un voto abrumador contra Maduro podría no traducirse en una victoria.

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