La bitácora de viaje de Milei es otro factor de discordia
Milei tiene una agenda internacional bastante activa, pero más centrada en sus intereses personales que en objetivos nacionales. Su propensión a aceptar invitaciones de personalidades afines tiene indudables consecuencias en las relaciones bilaterales. Por José Angel Di Mauro.
El viaje a España del presidente es el sexto que emprende desde que está en el poder. El promedio es más de uno por mes. Semejante millaje ha despertado no pocos reparos de sus críticos -y hasta los no tan críticos-, no por que pase demasiado tiempo fuera del país, sino por el tenor de esos viajes, en los que solo se ha visto con dos jefes de Estado: Benjamin Netanyahu y Giorgia Meloni. También con el papa Francisco, en su recorrida más extensa, cuando visitó Israel, Italia y Vaticano.
Su debut internacional fue en el Foro de Davos, en Suiza, donde mostró el espíritu que quiere darle a su proyección mundial. “Occidente está en peligro”, proclamó en esa oportunidad. Tres veces fue Estados Unidos desde que es presidente. Dos para recibir distinciones personales y otra para participar de una cumbre de líderes republicanos. En el mismo sentido, ahora fue a España invitado por el partido ultraderechista Vox, organizador de una convención con personajes tales como el líder húngaro Víktor Orban y la dirigente ultraderechista francesa Marine Le Pen.
En esta excursión por la Península no se verá ni con el presidente del Gobierno español, ni con el rey. Por el contrario, este es un viaje que profundizará la inéditamente pésima relación que mantienen hoy los gobiernos de Argentina y España.
En su primer día en Madrid, Milei visitó la sede del diario La Razón, propiedad del grupo Planeta, que edita los textos del presidente argentino, justamente para presentar su anteúltimo libro, “El camino del libertario”. Lo cual puede dar espacio a controversias, por representar a las claras una actividad enteramente personal, con gastos a cuenta del Estado argentino.
El dato remite a la presentación el miércoles 22, a su regreso de Europa, de su nuevo libro, “Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica”, también editado por Planeta. Será en el Luna Park, y la editorial ya aclaró que no se ha hecho cargo del alquiler del estadio. Digamos, o sea…
El motivo central del viaje a España no es la presentación de libros, sino responder a la invitación formulada por el líder de Vox, Santiago Abascal, de quien Milei dijo el viernes guardar un particular afecto. “Cuando yo era un ser despreciable que nadie quería, el único que me abrazó fue Abascal. Por lo tanto, era un imperativo moral participar del evento del domingo”, graficó el mandatario argentino, quien suele ser particularmente agradecido con aquellos que lo han apoyado (o protegido) en situaciones especiales del pasado. El jefe de Gabinete Nicolás Posse en la Corporación América, y su hermana Karina, en la vida, son dos ejemplos claros.
“¿Qué hace un presidente en ejercicio con lo más rancio y en baja de España?”, se preguntaba el viernes la diputada Margarita Stolbizer, autora junto al diputado Oscar Agost Carreño de un pedido de informes sobre los motivos de los viajes presidenciales, las actividades en las que participó y el costo de cada uno. Sobre éste en particular, la líder del GEN cuestiona: “No hay plata pero usa recursos públicos para un viaje que no es oficial”.
Salió al cruce de esos cuestionamientos el vocero presidencial, Manuel Adorni, ensalzando por el contrario la importancia del encuentro que le armaron a Milei este sábado con ejecutivos de importantes empresas españolas.
La realidad es que el presidente solo se interesa por los temas que personalmente le importan. La economía, básicamente. Y hoy está obsesionado por su proyección internacional, consciente de la atracción e impacto que su figura genera. En ese sentido no desdeña -más bien lo contrario- el valor de emparejarse con figuras como Elon Musk, al que ya ha visto dos veces en sus viajes a Estados Unidos. Ahora tiene en vista un encuentro con Mark Zuckerberg, el creador de Facebook.
Más allá de su propensión a salir al mundo, Javier Milei pasa la mayoría del tiempo en Olivos. Viaja muy poco al interior del país y la mayoría de veces que lo ha hecho no ha tomado contacto con los pobladores. Estratégicamente no le ha ido mal; en la campaña recorrió el país muy poco y ganó en casi todos lados. Como presidente viajó a Bahía Blanca una semana después de haber asumido, para interesarse por el temporal que provocó la muerte de 13 personas. No repitió ese tipo de actitudes, por ejemplo con el drama de las inundaciones de los últimos días en Entre Ríos.
Registra también un viaje a la Antártida en el verano y otro a Ushuaia para recibir a la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson. Los otros viajes fueron a eventos puntuales: uno en Corrientes para dar un discurso en un evento político afín; otro a San Nicolás para visitar Expo Agro, y a Bariloche para hablar en el Foro Llao Llao.
El evento en el que se había ilusionado y ahora se ha complicado es el del sábado próximo en Córdoba. Milei confiaba en que la condición sine qua non que había impuesto el 1 de marzo se cumpliría en el transcurso de esos casi 90 días: que las leyes que reclama estarían aprobadas antes del 25 de Mayo. Eso no sucederá, como ya podía presumirse desde la semana anterior, cuando tomó forma concreta la certeza de que habría cambios en la ley, con lo que Diputados tendría la última palabra. Eso implicaba ya de por sí una o dos semanas más.
Por estos días estaría ganando fuerza la posibilidad de que Milei tenga igual su Pacto de Mayo, ya no con expresidentes, gobernadores y legisladores, sino con la gente. Una aproximación más certera a los genuinos deseos del Presidente, pero a los efectos prácticos él necesita contar con esas leyes. No tanto por su valor como herramientas legislativas -que no son menores, por cierto-, sino también para dar garantías de gobernabilidad y seguridad jurídica.
Los más críticos de Milei sostienen desde la oposición que todo lo que necesita para gobernar lo tiene en el DNU 70/23, pero el mismo está a tiro de sesión: bastaría que se reúna Diputados para hacerlo caer, si se lo propusiera. Y un rechazo de la ley de Bases y el paquete fiscal en el Congreso dejaría al megadecreto al borde del precipicio.
Es por eso que el mandatario está contenido a la hora de expresarse sobre el tema. En modo zen, dejó abierta la posibilidad de postergar el Pacto de Mayo tras inaugurar un busto de Menem en Casa Rosada. “Si no es en mayo, será en junio o en julio”, dijo, cuando en realidad los que lo frecuentan aseguran que se muerde los labios para no salir a insultar a los senadores. En España, el viernes dijo sobre los proyectos de ley enviados al Congreso: “Pueden demorar más o menos, pero van a salir. Y se vienen 3.000 más”. Lo repitió al día siguiente ante los empresarios.
Ya yendo al debate en sí, la tiene complicada el oficialismo, que por momentos siente que la ley está al alcance de las manos y por otros, que todo lo acordado pareciera desvanecerse. Así está la discusión, que como en Diputados se extendió mucho más de lo previsto originalmente. Y en términos legislativos, tiempo que pasa son trabas que surgen. Cada semana que se posterga el dictamen implica nuevos cuestionamientos a artículos que se creían ya acordados.
Ahora estarían los números casi asegurados para la votación en general, pero persisten las dudas en torno a determinados artículos que podrían sufrir modificaciones en la votación en particular. Eso no sería inconveniente, teniendo en cuenta que si son cosas que no hayan sido acordadas con el Gobierno, podrían ser frenadas en Diputados. Por eso es que está creciendo la posibilidad de acuerdos puntuales entre la oposición dialoguista y Unión por la Patria para “blindar” algunos artículos proporcionándoles los 2/3 de los votos, con lo cual serían irreversibles en la Cámara baja.
Las características de esta ley tan complicada están forzando los reglamentos al máximo, y todos están buscando antecedentes que puedan servir a los efectos. Recordemos que si la ley es aprobada en el Senado con modificaciones, vuelve a Diputados. Iríao directamente al recinto, sin pasar por comisión. Sin embargo eso que era la posibilidad más concreta originalmente no sucederá, ya que por aquellas modificaciones consensuadas, los proyectos tendrán una escala previa en comisiones, donde se emitirán dictámenes donde conste que tal artículo es aceptado y tal otro no.
El afán oficialista es ahora evitar que determinadas cuestiones como privatizaciones o RIGI alcancen en el Senado mayorías especiales que hagan imposible una reversión en Diputados, donde para colmo de males para el oficialismo, estaría creciendo en espacios dialoguistas un clima contestatario que no se había observado durante el tratamiento original.