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Alberto y Cristina en la pelotudez, mientras se hunde el Titanic

Por Christian Sanz, director periodístico de Diario Mendoza Today.

Hay que sostener el barco a como sea, esto se va a pique. Pero hay que resistir hasta que pasen las elecciones”. La frase no corresponde a nadie en particular, pero bien podría haber sido dicha por algún ministro del kirchnerismo, en medio de las tribulaciones de la economía argenta.

Salvo un par de excepciones, los economistas intentan ser cautos a la hora de opinar sobre el devenir del país, porque saben que todo se basa en la confianza de los ciudadanos.

Sin embargo, en privado no tienen los mismos reparos, y reconocen que todo está mal. “El gobierno tiene todo congelado, y así y todo la inflación es insoportable. Ni hablar de cuando pasen las elecciones y se disparen los aumentos que ahora tienen pisados”, me dijo un reputado experto a quien le pedí opinión en las últimas horas.

Ciertamente, no hace falta ninguna bola de cristal para saber qué es lo que ocurre. Basta salir a la calle y observar la enorme cantidad de comercios que han bajado sus persianas. A ello hay que sumar los datos oficiales sobre pobreza e indigencia, que han llegado a un peligroso récord.

En tal contexto, el kirchnerismo no parece tener una receta a mano para revertir la situación. Apenas sí algo de ayuda estatal. Siempre motorizada a través de la emisión monetaria, que a su vez genera más inflación. Un círculo vicioso del cual parece imposible salir.

Y ante tal panorama, la política solo atina a inventar nuevos impuestos. Tanto en el oficialismo como en la oposición. Subyugando aún más a los que vivimos exprimidos por los elevados gravámenes que ya ostenta la Argentina.

A su vez, como frutilla del postre, diputados y senadores —de ambos bandos— solo han demostrado que sirven para aumentarse sus ya abultados sueldos. En una suerte de burla a la sociedad.

¿Cómo hace un país para escapar de semejante perversidad? ¿Cómo hace para crecer ante tamaños desaciertos?

Las preguntas se suceden, una tras otra, y nadie parece tener las respuestas. Y ello empieza a ser inquietante.

Porque la Argentina es un hermoso lugar, pero a veces se parece demasiado al realismo mágico de Gabriel García Márquez.

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