Emprendedores

Cosechaba ajos en un campo de San Carlos y se recibió en la universidad: “Sentí el orgullo de mis padres en sus miradas”

Macarena Martínez estrenó su título de licenciada en Administración. Todos los caminos la conducían a cargar cajones de ajo en una finca de La Consulta. “Sueño con ayudar a mi papá”, dijo. Su historia de superación y cómo venció los obstáculos para llegar al título.

Cuando defendió su tesis denominada “Organización interna de una empresa familiar agrícola”, el último paso para recibirse de licenciada en Administración en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), durante el verano de este año, Macarena Martínez pudo ver su vida como si fuera una película.

Pasó por todos los capítulos, uno por uno. Contuvo la emoción y varias veces estuvo a punto de estallar en lágrimas. La mayoría de esos recuerdos la trasladaban a La Cañada, en el distrito de La Consulta, San Carlos. Allí sus padres, Elio y Mónica trabajaban de sol a sol en la cosecha de ajo, cebolla, zanahoria, tomate y papa.

Toda la familia de Macarena había llegado de Bolivia en busca de un horizonte de progreso.

Maca se convierte en la “Licenciada Martínez

Aquel día, en el estrado de la universidad, llegó con su mirada a la imagen, real y tangible de sus padres. Los dos estaban sentados en el auditorio de la universidad. Desde allí contemplaban orgullosos cómo Macarena recibía el diploma. La voz de la locutora que dijo “Licenciada Martínez” difícilmente se borre de su memoria.

“Vi la mirada de mi mamá y fue uno de los días más felices de mi vida. Sentí que había llegado al objetivo, que el esfuerzo y el sacrificio habían valido la pena. Que los días cosechando bajo el sol en la finca habían quedado atrás. Mi papá es una persona seria, distante, y cuando finalizó el acto, me pidió que nos tomáramos una foto. Recién allí pude darme cuenta del orgullo que sentía”, reflexiona la chica.

Macarena en el momento de la graduación junto a sus padresMacarena en el momento de la graduación junto a sus padres

Flamante profesional, Maca tiene un sueño y asegura que no dejará de perseguirlo hasta lograrlo: hacer crecer el negocio que su padre logró a fuerza de tesón, volcando horas y trabajo físico a la producción de la zona.

“Una imagen que hasta el día de hoy tengo presente y que grafica la síntesis de cómo era trabajar en el campo. Veo a mis padres llegando a casa muy tarde con dolor de cintura. Estaban tan cansados que se acostaban temprano. Yo observaba atenta cómo mi papá le hacía masajes a mi mamá para calmar el dolor. Veía ese agotamiento todos los días de mi vida y fue allí cuando supe que no quería ese futuro para mí”, repasa Maca.

Muchas veces, Macarena y sus hermanos quedaban al cuidado de su abuela. Otras, La joven acompañaba a sus padres a la finca: invierno y verano. Allí aprendió a hacer ese trabajo casi a la perfección.

Siempre tímida, fue cuando estaba en tercer grado de la primaria que empezó a tener un objetivo y, aunque no sabía con certeza qué haría en el futuro, supo que el único camino capaz de torcer el destino era estudiar.

Estudiar en el campo

La escuela rural estaba a siete kilómetros de su casa. “Hasta eso era un trabajo, ya que había que caminar muchísimo para llegar a la parada del micro. Al regreso, igual. Mi mamá juntó firmas y logramos que nos dejara en la puerta de la escuela”, evoca, para recordar que su madre siempre le exigió muchísimo.

Aún con todas las limitaciones económicas, la obligó, incluso, a estudiar inglés. “Maca”, por entonces, no era consciente de las posibilidades que eso le iba a generar más adelante.

Tras cumplir con la secundaria, siempre con excelentes calificaciones, se vio en el mundo de la Administración, carrera que considera dinámica y social y, por ende, podía ayudarla a superar su timidez.

Fue una de las amigas que encontró en el ámbito de la universidad, apenas ingresó, quien le comentó sobre la posibilidad de obtener una beca a través del Fondo de Becas para Estudiantes (FONBEC), entidad que desde hace 25 años resulta un puente para que estudiantes de bajos recursos de todo el país tengan la posibilidad de llegar al título a través de padrinos y madrinas que aportan una suma mensual.

“Me reuní con Susana Sanz, coordinadora en Mendoza y quedé como becaria. En mi caso, dentro del programa ‘Potenciamos tu talento’, de un conocido banco privado. El programa exigía aprobar una cantidad de materias por año, es decir, debía ir al día con la carrera y yo siempre le puse todas las pilas. Además, la dinámica tenía su encanto, ya que todos los años los becarios nos reuníamos en Buenos Aires para intercambiar experiencias. Con todo pago, claro. Iba muy contenta porque era un mundo nuevo”, recuerda.

La fundación, por su parte, no la descuidaba: seguía de cerca su rendimiento, así como cada uno de sus exámenes. Incluso le acercaba metodologías de estudio que Macarena valoraba y aprovechaba al máximo.

“Nunca me voy a olvidar el gesto de Rosario, mi tutora, poco antes de un parcial de la materia Análisis Organizacional. Nos conectamos por zoom y aunque no tenía idea del tema, le di en forma oral todo el tema. Ella me dio su devolución, fue muy enriquecedor”, rememora.

Macarena sale al mundo

Más tarde, siempre en la UNCuyo, llegó otra posibilidad impensada, una serie de intercambios para cursar algunas materias en otros países del mundo.

“Pensé en Estados Unidos, porque sabía inglés, pero debía pagar en dólares la matrícula y me eché atrás. Busqué otra opción y Turquía era una alternativa, porque se hablaba ese idioma. Nunca había oído hablar de Estambul. Fue un gran logro porque logré una beca para los pasajes y una ayuda mensual”, señala.

Se embarcó en enero de 2019 y la experiencia, define, fue increíble. “Superó mis expectativas porque más allá de lo académico conocí estudiantes de todas partes del mundo. Formamos un grupo muy unido que consideré mi familia. Aunque extrañaba a mis padres y hermanos, fui consciente de que esa oportunidad era única”, reflexiona.

Desde agosto de 2021 Macarena se desempeña en la secretaría de Investigación, Internacionales y Posgrado de la UNCuyo, en el área de Administración y Finanzas. Su tarea, según cuenta, consiste en armar y presentar las rendiciones de los fondos que otorga el Ministerio de Educación de la Nación. También está a cargo del pago de las becas, algo que ella conoce a la perfección, tal vez por su propia experiencia.

De todos modos, su sueño profesional lo tiene claro y su tesis, referida a empresas agropecuarias familiares, le dio el puntapié para empezar a cumplirlo: ayudar a su papá a que su negocio pueda prosperar.

“Mi objetivo es administrar la finca y el negocio, quisiera que el emprendimiento familiar progrese. Sé que el día de mañana él será una persona mayor y no podrá seguir trabajando. Veo que acá en Mendoza muchos hijos heredan las fincas de sus padres y terminan por venderlas. Si eso sucediera con nosotros sé que mi papá se pondría muy triste porque toda la vida se esforzó muchísimo”, asegura.

Según dice, hoy su papá le consulta mucho sobre en qué y cómo invertir. “No tiene estudio, pero sí una visión muy administrativa porque logró diversificar la producción”, agrega.

Concluye: “Mi papá tiene todas las fichas puestas en mí. A veces me dice que tengo que ser mejor que él; que soy más capaz, que lograré mejores cosas. Eso me motiva mucho y siento que no tengo que fallar, que no puedo fallar”.

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