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El día que el subsecretario de Cultura de Mendoza censuró la presentación de mi libro “Trimarco SA”

Por Christian Sanz, director periodístico de Diario Mendoza Today.

Siempre se  dijo que la intolerancia del kirchnerismo era insuperable, se lo acusó incluso de “totalitarista”. Sin embargo, la censura que me fue impuesta en Mendoza a la hora de presentar mi libro “Trimarco SA” en 2017 provino de funcionarios de Cambiemos. O Cambia Mendoza.

La principal responsable en aquellos días fue la directora de la Biblioteca San Martín, Marta Babillón, dependiente del hoy subsecretario de Cultura, Diego Gareca, que la respaldó en su decisión de que yo no pudiera hacer mi presentación allí, por supuesto temor a “escraches”.

No he carecido de inconvenientes durante el kirchnerato, debo reconocerlo, pero también debo admitir que jamás me censuraron la presentación de ninguno de mis otros libros, como sí ocurrió con los reputados funcionarios de Cambia Mendoza.

La excusa impuesta fue insólita: alguien habría amenazado con hacer vandalismo en el edificio de la biblioteca si yo presentaba mi obra allí y por ello se decidió cancelar el evento (El imperdible audio puede escucharse acá). ¿No era más lógico denunciar ante la justicia lo ocurrido? ¿No tendría que haberse impulsado una querella penal contra aquel que profiere amenazas en lugar de perjudicar a alguien que no hizo nada malo?

En realidad, nunca hubo ningún llamado telefónico intimidatorio, sino que la presión provino desde dentro de la propia biblioteca por parte de un grupo de empleados de planta que venían de la gestión anterior.

“Babillón es una cagona, se dejó apretar y cedió, como hace siempre”, me dijo entonces en una fuente de ese mismo lugar que presenció lo ocurrido.

¿Por qué me mintió la mujer entonces? ¿Por qué mintió Gareca? Más aún, ¿por qué este último jamás me llamó para explicarme nada, siendo que yo cumplí todos los requisitos para que me fuera “prestada” la biblioteca?

Lo único que queda claro es el papelón que han cometido los funcionarios mendocinos, no solo al avanzar en un claro acto de censura, sino además por las pueriles excusas interpuestas (que terminaron siendo falaces).

El mensaje que quedó flotando en el aire desde entonces es terrible, y retrotrae a los peores días de la Argentina, cuando la censura era norma, y no excepción.

Finalmente, la presentación de mi libro se hizo igual, en la puerta de la biblioteca. No fue un desafío ni mucho menos, sino un mensaje contra aquellos que creían que era bueno callar a quienes piensan diferente. Ojalá que hayan aprendido.

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