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Teoría de los dos demonios, negocio de los DDHH y poca autocrítica: el día que entrevisté a Otilio Romano en la cárcel

Por Christian Sanz, director periodístico de Diario Mendoza Today.

En las últimas horas, murió el ex juez federal Otilio Romano, quien había sido condenado por delitos de lesa humanidad. El ex magistrado tenía 79 años y cumplía detención domiciliaria desde el 2016.

En enero de 2015 logré entrevistarlo en el penal de San Felipe, donde estaba recluido por decisión del hoy malogrado juez Walter Bento, en el contexto de su complicidad con delitos de lesa humanidad en días de la más sangrienta dictadura militar vivida en la Argentina. El reportaje fue publicado entonces por Mendoza Post, donde yo era Secretario General de Redacción.

La primera definición de Romano marcó el comienzo del reportaje: “Creo que es un gran negocio el de los derechos humanos, hace un año le mandé una carta al presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, haciéndole saber esto”.

-Si es un negocio, ¿a quién beneficiaría?

-A las organizaciones de derechos humanos, a los funcionarios que están relacionados con ese tema y a los abogados como Pablo Salinas. Fijate que tiene un automóvil de 100 mil dólares, ¿cómo hizo para comprarlo? El juez que me procesa vive en Palmares, yo siempre viví en el barrio Fuchs.

-¿Usted se siente injustamente encarcelado?

-Totalmente, este gobierno invierte la carga de la prueba. Yo tengo que demostrar que soy inocente. Muchos viven la misma situación.

-¿Todos son injustamente tratados por la justicia?

-Somos presos políticos. Acá vas a encontrarte con personas que no tuvieron nada que ver con la represión, que no tenían ni siquiera poder de decisión.

-Independientemente de esos casos puntuales, ¿No cree que hubo quienes merecen haber sido juzgados? En el extremo, se me ocurre Videla.

-Sí, eso es cierto. Las condenas que dictó la Sala 3 de la Cámara Federal estuvieron bien. El tema es que luego se llegó a un extremo de una crueldad soviética.

-¿Usted considera que actuó bien durante la dictadura?

-Sí, siempre fui un juez independiente, no me le achiqué jamás a nadie, ni a los militares ni a los montoneros. De hecho, fui el que declaró inconstitucional la ley de autoamnistía que pretendían los militares e impulsaban los peronistas.

-¿Por qué entonces rechazó los habeas corpus que se presentaban, como los de Santiago Illa, Blanca Santamaría, Lidia De Marinis, Francisco Escamez?

-No se podía hacer otra cosa, todos hacían lo mismo. Nadie cuestiona a Raúl Zaffaroni por no conceder habeas corpus, ni a Strassera, pero a mí sí. Yo tenía dos empleados con máquina de escribir, el juez decidía en última instancia.

-Ok, le planteo otra cuestión: el caso de Luz Faingold, testigo en los juicios por delitos de lesa humanidad que lo señaló a usted por no atender una denuncia por violación cuando era fiscal federal.

-¡Faingold es una mentirosa! Supuestamente me identificó por una foto que es falsa, ya que jamás estuve en el D2. Además estuve presente en el tribunal durante su indagatoria que duró 3 horas o más y sin embargo, llamativamente, la señora Faingold no recuerda mi presencia sino que tuvo que ver mi foto en un diario, después de 35 años, para reconocerme. Aseguró que en esos días yo era un “hombre grueso”, pero no es verdad. Entonces yo medía 1,90 y pesaba 70 kilos.

Y hay más: el 5 de setiembre de 1975 Faingold fue interrogada en indagatoria donde consta la presencia de sus padres, el ingeniero Natalio Faingold y Luz Agustina Casenave, su abogado defensor José Ruiz Garasino y el juez subrogante Luis Miret, en un acta firmada por todos y certificada por el secretario federal Juan Carlos Guiñazú. Por tal razón su afirmación de que el juez Miret la interrogó sin abogado defensor es falsa, había designado abogado defensor y estuvieron presentes sus padres, quienes firmaron el acta.

-Independientemente de este caso, no me va a decir que no sabía lo que pasaba en esos días. Que la gente desaparecía.

-Te juro que no sabía, no solo yo, ninguno de nosotros lo sabíamos.

Otilio Romano junto a Christian Sanz en la cárcel de San Felipe

-En 1977, Rodolfo Walsh publicó una carta abierta donde ya habla de 15 mil desaparecidos, ¿cómo no lo sabían jueces y fiscales?

-Walsh era montonero, por eso lo sabía. Pero lo sociedad no sabía nada. Ya te dije que yo incluso me opuse a la ley de autoamnistía. Incluso intervine en una causa contra militares que querían embestir contra Ricardo Balbín y lo evité (muestra el documento).

-Pareciera excusarse.

-A ver… nunca tomé declaraciones en comisarías u otros lugares que no fueran sedes judiciales. Ni siquiera fui a ver al papa Juan Pablo II cuando vino ni me mezclé jamás con políticos para mantener mi equidistancia.

-¿Cómo vive cada día en el penal?

-Nos levantamos a las 8 y media, desayunamos en el patio interno y abro el estudio jurídico.

-¿El estudio jurídico?

-Así le digo a lo que hago respecto al análisis de los escritos de los presos de otros pabellones.

-Si se considera inocente, ¿por qué escapó a Chile en su momento?

-No me escapé, me fui y me presenté como asilado. No estaba escondido, todos los días venía un carabinero.

-¿Insiste en que no se profugó?

-El Pacto de San José de Costa Rica dice que “toda persona tiene el derecho de buscar y recibir asilo en territorio extranjero en caso de persecución por delitos políticos o comunes conexos con los políticos y de acuerdo con la legislación de cada estado y los convenios internacionales”.

Viví días de mucha soledad allá, no estaba de vacaciones como se dijo.

-Imagino que no, estaba siendo cuestionado por su accionar en días de la dictadura.

-Es insólito, porque en enero de 1975 me amenazaron del Comando Anticomunista de Mendoza por mostrar favoritismo hacia “los sucios bolches y sus agentes” (muestra documento).

-Pero luego vino el golpe del 76

-Ojo, en esos días había una guerra y no sabíamos qué hacer. Es más, había personas que denunciaban a los ocho meses de que les desaparecía un familiar.

-No me va a decir que cree en la teoría de los dos demonios…

-No lo diría así, pero había una guerra. Nos amenazaban de los dos lados.

-No se puede comparar, Romano. El poderío del Estado es inconmensurable en comparación a lo que podían hacer los terroristas. ¿No cree que los militares tendrían que haber iniciado causas judiciales contra estos en lugar de hacerlos desaparecer?

-Sí, estoy de acuerdo.

-Insisto en preguntarle, ¿no había nada que pudieran hacer ustedes como funcionarios judiciales?

-Nosotros no podíamos juzgar a los militares, ellos tenían sus propios tribunales. Por otro lado, ¿sabés cuántas denuncias hubo? 9 mil. ¿Sabés cuántas resultaron en un final positivo para los afectados? Cero.

-¿Usted defiende lo que hizo la dictadura?

-Yo no defiendo a nadie, todos actuaron mal, pero a los militares se los juzga y a los terroristas no. Yo viví complicado por los dos bandos, la violencia venía por todos lados.

-Según su propia visión, hizo todo bien. ¿No hace autocrítica?

-Sí, claro. Me pude haber equivocado alguna vez, pero nunca por mala fe.