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Tsunami en la dictadura venezolana: los malos versus los malos

Maduro no es el líder fuerte. A sus espaldas se conspira y se cuestiona su liderazgo, él solo gobierna un conglomerado de mafias fracturadas. Por Julio Borges, Infobae.

Ha ocurrido un tsunami en la última semana al interior de la dictadura de Nicolás Maduro. Una supuesta Policía Anticorrupción que nadie conocía, inició una serie de allanamientos y detenciones de funcionarios del régimen asociados con un desfalco millonario de Pdvsa, el cual se ubica entre 3.000 y 20.000 millones de dólares, dependiendo de quien anuncie la cifra.

Lo cierto es que Venezuela ha perdido la capacidad de asombro, porque quienes están en el poder han reconocido sin tapujos que se perdieron esos recursos y han puesto en evidencia que no son las sanciones las culpables del descalabro que atraviesa Venezuela, sino precisamente la corrupción. En cualquier país en donde se destapara un mega caso de corrupción de esta naturaleza, no solo habría detenidos de todos los factores políticos involucrados (cosa que no ha ocurrido), sino que se informaría al país todos los detalles de la trama y los responsables.

Hemos sido testigos de una lucha contra la corrupción selectiva, donde caen solo unos y nos muestran solo lo que una fracción quiere que veamos. Es imposible que Maduro, siendo tan cercano a Tarek El Aissami, habiéndolo designado ministro de petróleo, habiéndole otorgado todo ese poder dentro de Pdvsa y teniendo tanta influencia en las decisiones de la empresa, pretenda evadir su responsabilidad en esta trama corrupta. Pretenda hacer ver como si él no estaba informado y lo ocurrido fue a sus espaldas. Siempre que ocurren estos hechos se sigue un patrón. Por un lado, caen los peces flacos, nunca los jerarcas ni los responsables directos. Y, por otro lado, siempre el entorno de Maduro sale airoso, a pesar de estar metido de lleno en el asunto.

Nosotros teníamos información desde hace meses de que los recursos del petróleo que se estaba vendiendo no estaban ingresando a las arcas de Pdvsa, siendo este proceso parte de un banquete para alimentar el apetito de un grupo de corruptos. Es así como lo que se ha dado en los últimos días se suscribe dentro de una guerra de mafias, un pase de cuenta entre un grupo de poder y otro. Pugnas internas que desde hace tiempo se han venido acrecentando, pero que Maduro apaga como bombero a punta de corrupción. Sí, Maduro es como un repartidor de poder, le quita a un grupo para entregarle a otro, con el solo propósito de buscar estabilidad en la presidencia. En otras palabras, Maduro es un sobreviviente, no es el líder fuerte de ese movimiento como quiere hacerse ver. A sus espaldas se conspira y se cuestiona su liderazgo, él solo gobierna un conglomerado de mafias fracturadas. Eso es el madurismo: un proyecto sin pilares, que se sostiene a fuerza de entregar el país a grupos nacionales e internacionales.

Lo que ha dejado claro este nuevo escándalo de corrupción es que en la debacle de Pdvsa nada tiene que ver las sanciones. Desde que llegó Maduro al poder, Pdvsa ha experimentado un proceso de destrucción masiva de la producción. En 2013 Venezuela producía cerca de 2,9 millones de barriles, tres años después en 2016 ya se habían perdido cerca de 900.000 barriles de producción y estábamos produciendo 2 millones de barriles. En este momento, se está produciendo cerca de 700 mil barriles. Eso es menos de lo que produce el estado de Nuevo México. Ese es el tamaño de la debacle de Pdvsa. Una destrucción que se explica a partir de la enorme corrupción, donde grupos de poder entran en pugna para ponerle las manos al negocio petrolero.

Con todo ese dinero que hoy se perdió, se pudo dotar los hospitales que están desasistidos, se pudo atender la emergencia eléctrica. Se pudo por supuesto elevar los salarios de los trabajadores públicos o los ingresos de las pensiones. Esos recursos también pudieron tener como destino el mejoramiento de la infraestructura escolar o quizás un plan especial para atender a los más de 900.000 niños que están en riesgo de desnutrición en el país. Pero no…Ese dinero terminó en manos de unos pocos corruptos. Terminó engordando la burbuja del este de Caracas, donde hay casas que parecen centros comerciales, restaurantes que no existen ni en los lugares más excéntricos, vehículos de alta gama, entre otros lujos. Todo este reino de corrupción frente a una Venezuela hambrienta. Una Venezuela cuyo salario no supera los cinco dólares al mes. Una Venezuela que brega diariamente para poder comer o para hacerse de un tratamiento médico que le permita vivir. Ese reino de corrupción lo construyó Maduro y sus acólitos a punta del dinero sustraído de las arcas del Estado.

Esta telaraña de corrupción que hemos presenciado, y que pretenden tapar con un teatro de una supuesta lucha contra el flagelo, pone en evidencia nuevamente que Venezuela es un Estado fallido, un país gobernado por la corrupción y el crimen organizado. Mientras esto sea así, no hay garantías de que el dinero que se le entregue a Maduro irá destinado a solventar las necesidades básicas de los venezolanos. Por eso, siempre hemos sido escépticos con entregarle dinero a la dictadura, dinero que se le da a Maduro es dinero que se entrega a la corrupción. Solo un país con Estado de derecho y democracia podrá llevar adelante una genuina lucha contra la corrupción.

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