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El caso Lucía Pérez, la noticia deseada y la imbecilidad de unos pocos

Por Christian Sanz, director periodístico de Diario Mendoza Today.

Lo dijeron los 6 peritos, incluidos los de la propia familia. También lo refrendó la defensora oficial, Laura Solari. Y, por si fuera poco, lo admitió la abogada de los padres de Lucía, Liliana Pérez.

Todos ellos coincidieron en que no hubo abuso sexual contra la joven de 16 años que murió en Mar del Plata en octubre de 2016.

Quien introdujo la descabellada versión fue la fiscal María Isabel Sánchez, hoy separada del expediente judicial y en plena investigación por parte de la Procuración General de la provincia de Buenos Aires.

En un acto de enorme irresponsabilidad, la mujer llegó a decir que a Lucía la habían “empalado”, dato que fue refutado por todos los especialistas luego de la autopsia de marras. Se trata de método científico, ninguna apreciación subjetiva.

En ese contexto, decidí escribir una breve columna, poniendo el foco sobre lo peligrosa que puede llegar a ser la manipulación de la verdad, sobre todo en momentos en los cuales ha recrudecido la problemática de los femicidios.

¿Cómo explicarles a miles y miles de mujeres indignadas que marcharon por el “empalamiento” sufrido por Lucía que ello jamás ocurrió? Ni ello, ni el abuso sexual, ni nada por el estilo.

Por decirlo, solo por mencionar el punto en cuestión, fui duramente atacado por un grupo de radicalizadas mujeres, la mayoría de las cuales admitió que jamás había leído el fallo judicial.

La siguiente es una de las tantas discusiones que he tenido a través de las redes sociales, en este caso con una tal Sol Mastroianni, quien llegó a amenazarme sin medias tintas ni eufemismos.

¿Cómo alguien puede defender algo que desconoce por completo? ¿En qué cabeza cabe tamaño despropósito? Por lo visto, es algo que es perfectamente normal para algunas personas.

Lo más increíble es que en la misma columna que escribí, publiqué al pie el fallo completo del caso. Pero ni siquiera ello sirve como antídoto a la idiotez.

Ciertamente, estas líneas son una suerte de catarsis frente a la impotencia que me da la imbecilidad de puntuales personas.

Debo admitir, a suerte de digresión, que la mayoría de las personas que me atacaron luego me pidieron disculpas. Fue después de leer el fallo judicial. Disculpas aceptadas, por supuesto.

A los demás, a ese pequeño grupúsculo de impresentables, les dedico aquella frase que le atribuyen desde siempre a Einstein: “La inteligencia es muy limitada, pero la idiotez no tiene límites”.