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Más HDP no se consigue: mientras es juzgado por abuso, Jofré encontró un medio que lo defienda

Por Christian Sanz, desde la redacción de Diario Mendoza Today.

No hay ninguna conspiración. Ni tampoco animosidad personal. De hecho, no se trató de una denuncia, sino de cuatro. Que se presentaron en la Justicia de Mendoza.

A uno le consta que hay al menos dos afectadas más, pero no se animarán a contar el calvario que vivieron, porque las perturbó severamente.

Todas fueron víctimas del mismo tipo, Alejandro Jofré, otrora subsecretario de Trabajo de la provincia. Sus relatos son consistentes, coincidentes y concomitantes. No hay fabulación posible. Incluso algunas de ellas no se conocen entre sí.

Hablan de abuso y tocamientos en reiteradas oportunidades. Que las afectó en su vida profesional, laboral y social. Una de ellas perdió su matrimonio inclusive. Es por ello que la Justicia decidió imputar a Jofré y lo juzga en estas horas.

Hubo, antes de llegar a esa instancia, interminables interrogatorios a las mujeres afectadas y estudios de rigor, para descartar posibles fabulaciones. Nada se les pudo cuestionar. A ninguna de ellas.

Quien escribe estas líneas tuvo la ingrata tarea de ser el primero en denunciar las tropelías de Jofré, porque una amiga se lo contó con severa angustia a principios de 2017. Con detalles escabrosos. Que la quebraban en llanto cada vez que los relataba.

Este cronista le aconsejó que fuera a la Justicia, que no dudara. Pero la mujer no quiso hacerlo, porque temía perder su trabajo. Tampoco quiso que se publicara la pertinente nota periodística. Por los mismos motivos. Debieron pasar 6 años y miles de sesiones de terapia para que se atreviera a hacer pública la cuestión.

Y en ese contexto, mientras la Justicia trata de dilucidar la cuestión y contener a las víctimas de marras, apareció de pronto la miserabilidad. Alguien que se atrevió a poner en duda los testimonios que la justicia decidió avalar cuando imputó a Jofré.

Sorprende que haya sido una mujer, Ana Montes de Oca, en el portal Memo —cuándo no— apelando a las típicas chicanas que saben usar los mismos abusadores a la hora de defenderse. Con un detalle no menor: el ex subsecretario escribe sus columnas en ese mismo sitio.

El primer argumento utilizado para defenderlo es de manual: una de las denunciantes recién se atrevió a avanzar contra el ex funcionario “seis años después del supuesto hecho”.

Luego, la periodista relativizó que “en las declaraciones las denunciantes reconocen que no sabían si (los tocamientos) eran ‘con fines sexuales’” (más HDP no se consigue).

A continuación, viene lo peor, lo más repudiable: “Hay un testimonio de una mujer que dice que, mientras le estaba mostrando unas fotos, Jofré ‘dirigió su mano’ al pecho de ella, pero que ella se la frenó, es decir que nunca la tocó”.

Si ello suena miserable, aún hay algo peor: “Otra de las denunciantes asegura que Jofré le tocó la cola en dos oportunidades pero que ‘no acarició ni presionó’”. ¡Hay que animarse a semejante argumento!

Pero, si de hijaputez se trata, siempre se puede superar la marca: “Un juez debe enfrentar la tarea de decidir sobre la culpabilidad o no de un hombre que ha sido bastardeado mediáticamente sin ninguna prueba más que el testimonio de tres mujeres a las que el acusado, siendo su jefe superior, y de esto sí hay pruebas, les exigía cumplir con su horario laboral”, dice Montes de Oca.

Dicho sea de paso, fueron cuatro mujeres, no tres. Y hay dos más que están evaluando si se presentarán o no la Justicia. Respecto de la prueba, abunda y aparece en el mismo expediente. Si así no fuera, Jofré no hubiera sido imputado y no habría causa judicial.

No vale la pena avanzar mucho más en la nota, porque solo provocará más estupor y asco. Con clichés que ya fueron refutados hace millones de años por los expertos en cuestiones de abuso. Principalmente tres: la negación, la minimización y la relativización. Siempre invirtiendo la carga de la prueba. Es justo justo lo que hace Montes de Oca.

Más allá de lo que investiga la Justicia, basta apelar al sentido común para darse cuenta de que no hay confabulación posible. ¿Qué ganarían estas mujeres denunciando a Jofré, sobre todo cuando dos de ellas ni siquiera trabajaban para él para cuando hicieron sus presentaciones? Más aún, las víctimas no se conocían entre sí y no hay registro de contactos entre ellas.

No es todo: si se trata de una fabulación de las propias víctimas, ¿para qué decidieron gastar miles y miles de pesos en psicólogos y expertos que las contuvieran mentalmente durante años?

Se insiste: no hay conspiración posible. Solo la defensa irrestricta y falaz de un medio que se esfuerza en mostrar lo que es el “anti periodismo” desde el momento que vio la luz pública.

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