Luis RossiPortada

Acerca de la grieta entre la política y la sociedad, que crece cada vez más

Es indudable que los políticos desde hace ya tiempo han decidido alejarse de las verdaderas necesidades de la sociedad. Y lo demuestran todos los días un poco más sin ni siquiera ponerse colorados. Se sienten y se creen impunes.

No solo deciden ellos mismos sobre sus privilegios, sino que hasta algunos son por demás desmedidos al otorgárselos, como por ejemplo sus sueldos, viáticos o dietas; en verdad ya ni interesa como les quieran llamar.

Hay concejales en algunas municipalidades de poca monta donde sus ingresos alcanzan y superan fácilmente los 400 mil pesos, cuando el común de la gente en sus mismos municipios con suerte quizás alcanza los 100 mil pesos mensuales. Y para mal de males, estos “representantes del pueblo” apenas concurren algunos días y durante unas pocas horas a cumplir con sus funciones en el “honorable concejo deliberante”. La verdad es que, dejando de lado las reglas gramaticales, ya ni ganas dan de escribir el nombre con mayúsculas.

En otros casos hay funcionarios que alcanzan o superan el millón de pesos y como no les alcanza para llegar a fin de mes, también le dieron un lugar a la esposa en el mismo lugar que ellos dirigen (léase Tribunal de Cuentas).

Ellos saben que se están abusando de la gente, pero la impunidad en que se sienten inmersos les pone la cara tan dura que ya nada los inmuta. Y no interesa acá la ideología. Se los encuentra en todas partes.

Conozco bastante gente que una vez que ingresó a la política y aceptó los códigos que allí se manejan, nunca más volvió, se trata de un camino de ida solamente. Y ahí comenzaron a mostrar los privilegios de los que les hablaba. Un enriquecimiento repentino que ni en muchos años de su vida hubieran logrado con sus trabajos habituales.

Y si hablamos de testaferros ya entramos jugar en las ligas mayores, pero por ahora solo nos vamos a referir a las simples marionetas que consiguen ponerle precio a su obsecuencia a cambio de un mejor pasar. Ese es el primer peldaño obligado en la carrera de un político, salvo que el padrino de turno tenga la posibilidad de lograr que su ahijado pueda saltar varios casilleros a la vez, como en el Ludo.

Algunos ni siquiera tienen estudios acordes al lugar donde se encuentran, llegaron por la “militancia”, ni hablar de capacidades. Aclaremos que militancia en política es conseguir votos, más allá de cualquier otro significado que se le quiera atribuir al término.

Y es así como ya quedan enganchados en el Estado y van saltando de cargo en cargo de por vida. ¿Dónde la podrían pasar mejor que en la cosa pública?

Y esto lo podemos analizar por los casos que de una manera u otra son conocidos. Pero para desilusión de muchos les cuento que hay cientos y cientos que llegan a altos cargos a través de la política y transcurren su vida ocultos en plantas de personal permanente de legislaturas, asesorías, etc. y tampoco la pasan para nada mal. Por lo general son producto de lo que se denomina nepotismo (trato de favor hacia familiares o amigos, a los que se le otorgan cargos o empleos públicos por el mero hecho de serlo, sin tener en cuenta otros méritos).

Los políticos hoy están en plena rosca, más preocupados por sus aspiraciones que por cumplir las funciones para las cuales fueron elegidos. Pero más allá de todo, muchos saben que si pierden igual siguen. A ver, me explico. La gran mayoría se presentan a otro cargo cuando ya están ejerciendo uno y saben que si no ganan siguen con el “conchavo” actual. ¿No sería más lógico que quien se presente a un cargo electivo antes renuncie a su cargo actual? De lo contrario sucede lo que hoy vemos, hacen campaña constantemente y viajan por el país sin trabajar, es sucede porque nadie tiene la autoridad moral para exigirles nada, a excepción de la sociedad. Y la sociedad cada día está más harta de ver ese tipo de situaciones.

Después se espantan con un Bukele o con un Milei, pero ellos están explotando tanto a la vaca que cuando menos quieran pensar la vaca se les va a morir.

Estas próximas elecciones son la gran oportunidad que tenemos los argentinos para tirar la basura por la cloaca, que es de donde vino y donde merece estar. El cambio depende de nosotros, no dejemos que nos sigan prometiendo cosas que después no cumplen, y lo más grave que son los mismos de siempre.

Artículos Relacionados