Claudio Bramanti

Cuarenta años desde el liderazgo ético de Raúl Alfonsín

Han pasado cuatro décadas desde la primavera democrática, en la que Alfonsín se subía los palcos en las esquinas de las ciudades a recitar el preámbulo de la Constitución.

Era una fiesta popular escuchar al hombre que profesaba una religión cívica, la de los ciudadanos que eran llamados a reunirse en un estado de derecho.

El hombre que pregonaba una ética de la responsabilidad, de cumplir con los deberes y obligaciones cívicas, además de merecer los derechos, alejado del populismo y la demagogia.

Era un compromiso político que nos movilizaba a todos, primero al orador, que asumió su cargo como un servicio publico, como una carga publica.

Era el compromiso de un lider republicano, que una vez electo ofreció a su rival peronista, Italo Lider, ser presidente de la Corte Suprema de Justicia, cuando todavía había palabra y honor en la política.

Alfonsín significó la última ligadura de la política con la verdad, verificada en el informe de la CONADEP y en el informe de la deuda externa fraudulenta de la dictadura enviada al Congreso, y que nunca trataron los legisladores.

También fue el benefactor del primer Estado asistencial, con la caja PAN. Fue del demócrata que soporto la protesta y no reprimió los trece paros de la CGT.

Y fue el patriota derrocado por el mercado, entre ellos Magnetto, de Clarín, cuando los grandes empresarios le bajaron el pulgar al quedar sin reserva de dólares el Banco Central, y originaron la hiperinflación.

Alfonsín fue el radical austero y honesto, que vivió con apenas poco más de lo puesto. El líder que desconocieron sus correligionarios, después que el se planto: “Mi limite es la derecha, es Macri”. No respetaron su memoria.

Hoy padecemos el vacío de ese liderazgo ético, el agobio de este cansancio moral. Todavía esperamos, sin ilusión, que emerja un lider de las jovenes generaciones que no tuvieron la felicidad de conocer a un hombre providencial.

Artículos Relacionados