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La resignación estratégica de un presidente en campaña

De recorrida permanente, Alberto Fernández busca dar buenas noticias, convencido de que no le reconocen una bonanza que él autopercibe. El riesgo es que se exceda, como sucedió el viernes. Su persistencia por ser candidato fastidia a sus aliados, a los cuales finalmente debió conceder crear una mesa política. Por José Angel Di Mauro.

El presidente está en campaña. Los primeros en advertirlo fueron sus “compañeros” del Frente de Todos y esa es la razón del fuerte enojo con Alberto Fernández.

En campaña, al hombre le arman diariamente algún acto, cuestión de mantenerlo activo y presente. En general son en el Conurbano; pero de vez en cuando pasa por el interior y eso lo entusiasma más. En esos parajes se autodefine como “el presidente más federal de la historia” y hace uso de su condición originaria de “porteño” para disparar contra la Ciudad. Sabe que allí el Frente de Todos no tiene ninguna chance -probablemente salga tercero allí este año- y por eso sacrifica electoralmente a ese distrito. Lo entusiasma en cambio el Norte Grande, eje de su último video de campaña. Ahí goza de voto seguro.

El viernes visitó Concepción del Uruguay. Sentado a la derecha de Gustavo Bordet, el gobernador al que ya indultó luego de que el entrerriano se borrara a la hora de suscribir el proyecto de juicio político a toda la Corte Suprema, el presidente se embaló a la hora de ponderar a su propio gobierno y llegó al extremo de afirmar que las únicas “quejas” que escucha son las de que “para ir a comer hay que esperar dos horas”. Una frase que quedará en su antología de curiosidades dialécticas.

Alberto Fernández con Gustavo Bordet hablando de las colas en los restaurantes.

El presidente está en campaña y piensa que puede decir lo que se le ocurra. No sería tan así. Si fuera un candidato opositor, tendría derecho a todo tipo de promesas que si gana después verá cómo atender. Pero de un presidente se espera cierto cuidado, de modo tal que tal figura institucional no sea luego motivo de mofa.

Desde la oposición, el diputado Mario Negri no tardó en cruzarlo, recordándole que “según el INDEC hay 3.700.000 indigentes, argentinos que no esperan dos horas sino que NO COMEN”. Sin ir más lejos, hasta el Papa Francisco se mostró bien distante del optimismo albertista cuando la semana anterior habló de una pobreza del 52%.

Alberto Fernández terminó cediendo. Fue luego de que tras la insurrección de Eduardo “Wado” de Pedro, se organizara el martes pasado una cena en Merlo, de la que fue deliberadamente excluido el presidente. Entre tantas señales que prefiere desoír, de esa sí al menos acusó recibo. Al día siguiente Fernández concedió finalmente la posibilidad de crear una mesa nacional política, de cara a la campaña electoral. Ver para creer, repiten en el kirchnerismo, donde imaginan que Alberto se las arreglará para trabar su creación. Ha hecho de la postergación perpetua un modo de gestión.

Del tema había hablado entre otras cosas Máximo Kirchner en el reportaje publicado en el sitio El cohete a la luna el domingo pasado. Allí el hijo de los Kirchner volvió a bajarle línea al oficialismo y sobre ese tema reforzó: “Hemos reclamado la apertura de una mesa política, lo ha hecho Sergio Massa, pero nunca pasa, nunca ocurre. Estamos a febrero de un año electoral y tenemos que explicarle a la sociedad qué es lo que sigue, porque esta ruta de vencimientos es impagable”, señaló.

Máximo Kirchner bajó línea a través del portal de Horacio Verbitsky.

Esa entrevista estuvo a cargo de Marcelo Figueras, partenaire de Cristina Kirchner durante las presentaciones del libro Sinceramente en todo el país. Aquí ese periodista cumplió el mismo fin, ocupándose en algunos tramos de decir en público lo que los dirigentes kirchneristas aún no se permiten. “Si la candidata más popular según las encuestas de propios y ajenos no puede presentarse, tampoco se puede hablar de elecciones libresY si las elecciones no son libres, tampoco puede hablarse de democracia. ¿Podemos estar hablando de candidaturas, cuando existe una proscripción de facto?”, deslizó Figueras en esa entrevista, sugiriendo lo que puede llegar a pasar si Cristina cumple su palabra y no se presenta.

Sin ella en las listas, podrán en el Frente de Todos comparar la situación actual con lo sucedido en el pasado con Juan Domingo Perón, proscripto hasta el 73, pero todo apuntaría a crear un clima enrarecido, como caldo de cultivo de lo que podrá ser un gobierno de signo político distinto. ¿Cuánto tardarían en restarle legitimidad? “Lo harán desde el lunes posterior a la elección”, vaticinó ante este medio un dirigente de JxC.

Porque es un secreto a voces que el oficialismo está preparándose para la eventualidad de volver al llano. Por lo pronto, deben garantizarse cuotas de poder y distritos propios. En particular y sobre todo, la provincia de Buenos Aires. En caso de perder la Nación, el kirchnerismo se ilusiona con guarecerse en ese distrito, donde pueden asegurarse recursos, pero también complicar la supervivencia plena de un oficialismo nacional opuesto.

Los antecedentes no son halagüeños para ningún oficialismo no peronista si no retiene la provincia de Buenos Aires. Raúl Alfonsín, que -ola alfonsinista mediante- había ganado la Provincia en el 83, comenzó a trastabillar cuando en el 87 perdió la Provincia a manos de Antonio Cafiero, y dos años después tuvo que adelantar las elecciones y la entrega del poder.

Diez años y medio más tarde, la Alianza ganó la presidencia, pero en el principal distrito se impuso Carlos Ruckauf. Por poco y con la ayuda de la boleta de Domingo Cavallo. Fernando de la Rúa debió renunciar tras perder las elecciones intermedias, y con la Plaza de Mayo envuelta en un clima de guerra. Con saqueos como telón de fondo, en ambos casos la situación en el Conurbano fue clave.

Es lo que advierten en Juntos por el Cambio, donde no hay una sola figura convocante en ese distrito que aglutine a toda la oposición. Autoexcluida la exgobernadora María Eugenia Vidal, solo en el Pro caminan como precandidatos cuatro: Diego Santilli, Cristian Ritondo, Néstor Grindetti y Javier Iguacel; por el Peronismo Republicano se anota Joaquín de la Torre, y en la UCR se candidatea Maxi Abad, pero también coquetean Gustavo Posse Martín Tetaz. Y hasta Emilio Monzó se ofrece como prenda de unidad. Del tema se habló el viernes, en la reunión de referentes bonaerenses del Pro en Olavarría.

Todos imaginan que varios precandidatos se bajarán antes de las PASO, pero uno al que habrá que sumar sí o sí es José Luis Espert, dispuesto a jugar dentro de Juntos por el Cambio para evitar “ser funcional a la reelección de Kicillof” yendo por afuera. En ese caso el nombre de la alianza transitoria deberá ser modificado (¿Juntos por la Libertad?), aunque algunos sugieren que con el “Juntos” a secas de la elección de 2021 es suficiente.

Hay figuras dentro de la principal oposición como Miguel Pichetto que se quejan por la falta de un candidato único para consolidar liderazgo ya mismo de cara a octubre. Se sabe que el exsenador piensa sobre todo en Mauricio Macri, quien a su juicio no necesita hacer campaña pues por haber sido presidente lo conocen en todos lados. No lo dice en público, pero el propio Pichetto se anotaría gustoso para acompañarlo de nuevo en la fórmula.

Pero hoy por hoy los precandidatos más encumbrados en JxC son Rodríguez Larreta Patricia Bullrich. Y si bien el jefe de Gobierno sueña con ser consagrado candidato único, en la principal oposición descreen de la conveniencia de una definición tan anticipada. Abogan por unas PASO bien competitivas para evitar la eventual disposición que en el electorado propio supondría una consagración anticipada que desencantara a los partidarios del precandidato excluido. Yendo a nombres propios: si el elegido fuera el jefe de Gobierno, buena parte del “voto halcón” podría sentirse tentado en los próximos meses por la alternativa libertaria. Distinto sería si eso sucediera directamente en agosto.

En el oficialismo, en tanto, hay todavía quienes no se rinden respecto de la eliminación de las PASO. Pero tal posibilidad tiene cero chances de traspasar las fronteras de una Cámara de Diputados cuyo recinto hoy aparece bloqueado.

Además, el presidente resistiría semejante alternativa. Partidario de una primaria en el oficialismo que lo tenga a él mismo compitiendo, disfruta también de algún modo sabiendo que esa estrategia incomoda al kirchnerismo, partidario siempre de candidatos propios únicos. En ese espacio crece cierto consenso respecto de Sergio Massa, quien pareciera haber atado sus expectativas electorales a un número de inflación razonable para el mes de abril. Una alternativa que se torna cada vez más difícil, sobre todo ahora que el precio de la carne ha comenzado a desperezarse. Con todo, en el Frente de Todos reina la convicción de que el avión ha sido estabilizado y no hay riesgo de que se estrelle antes de la elección. A juicio de la oposición, la mecha se ha estirado lo suficiente como para que le detone al que sigue. Como sea, cierto establishment empresarial ya no ve con malos ojos una continuidad, si fuera encarnada por el ministro de Economía. Ellos no definen elecciones, pero eso fastidia a JxC, donde se siguen autopercibiendo ganadores, mas con un resultado lo suficientemente ajustado como para implementar los cambios radicales que hasta hace un tiempo consideraban indispensables.

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