Economía

La economía que se viene tiene una agenda inevitable: ¿La dolarización?

Antes de una eventual dolarización, la primera decisión debe girar en torno a una reestructuración fiscal, sin ella todo lo demás será irrelevante. Por Federico Vacalebre, Ambito Financiero.

Cualquier corrección fiscal tendrá un impacto notorio de cara al 2024. Estabilizar la macroeconomía requiere, como condición fundamental, una profunda corrección fiscal y reestructuración en la gestión pública. El remanente sería un complemento útil, pero lo indispensable es una señal fiscal urgente combinada con desregulación de la economía. En efecto, la mayoría de los planes económicos desde 1983 cayeron por indisciplina fiscal. La mera dolarización de la economía (y de la que se habla bastante) no es la solución a los problemas macroeconómicos en los que estamos desde hace décadas. Antes de considerar dolarizar, como una suerte solución única, hay que definir qué hacer con:

  • Las letras en el BCRA
  • El déficit fiscal
  • El gasto público
  • Las grandes regulaciones de toda la economía que impide crecer y el costo asociado a la corrección de estos cuatro puntos

Pensar en dolarización sin contemplar estos cuatro puntos no solucionará nada. No hay atajos ni soluciones rápidas y con bajo costo. De esta forma, antes de una eventual dolarización, la primera decisión debe girar en torno a una reestructuración fiscal, sin ella todo lo demás será irrelevante. Lo estabilizante no es la dolarización per se, sino la señal fiscal para no gastar más de lo razonable. De cara al plan económico del 2024, será indispensable reestructurar el sistema actual. Nada que se formule sin esta decisión central, funcionará. Si con la dolarización se pretende licuar el gasto público, toda licuación cambiaria trae aparejada un costo social como lo han sido las anteriores y en este frente tenemos mucha experiencia. Se me hace imposible imaginar una dolarización sin una dolorosa licuación cambiaria como efecto colateral. Tarde o temprano, el debate deberá darse en dos frentes ineludibles:

  • Reestructuración del sistema actual con baja de gasto público
  • Desregulación de la economía para que se pueda recuperar la esperanza de crecer, volviendo a las bases de la productividad, eficiencia y de la prioridad del campo como principal generador de recursos

En sí, el shock de confianza no vendrá solo por una dolarización aislada, sino de una señal fiscal que indique que vamos a gastar mucho menos de lo que hoy se viene haciendo. Llevar el debate a la esfera de la dolarización sin contemplar ninguno de estos puntos es una discusión estéril y además:

  • ¿Cuál sería el costo de dolarizar una economía que hoy no tiene dólares?
  • ¿A qué tipo de cambio implícito se dolarizaría una economía a la que le sobra un montón de pesos y le falta un montón dólares?
  • ¿De qué licuación asociada a la dolarización estaríamos hablando en salarios, jubilaciones, como en plazos fijos de ahorristas?
  • ¿De qué niveles de pobreza estaríamos hablando después de la licuación cambiaria?
  • ¿Si se llegase a una dolarización, qué le impediría a nuestro país emitir cuasi monedas como en 2001?

La conversión de pesos a dólares sería potencialmente un ajuste muy fuerte (por otra parte, cuál sería el motivo por el cual deberíamos esperar que los dólares aparezcan). Y cabría preguntarse si estarían dispuestos a apoyar semejante corrección. Con dolarización o sin ella, en 2024 el ajuste será inevitable y probablemente lo ejecute el mercado. Aunque la convertibilidad no fue un experimento de dolarización en sentido estricto, fue la indisciplina fiscal una de las principales causas de su fin. En aquellos años, la señal de confianza era que el peso estaba anclado a una cotización fija contra el dólar, por lo que dejamos de emitir pesos, pero empezamos con las cuasi monedas. Precisamente, las cuasi monedas suplantaron la emisión de pesos y servían para seguir alimentando el déficit y más aún cuando el mercado comenzó vislumbrar el default y se cerró la puerta del financiamiento externo.

En resumen, lo importante es que las soluciones instantáneas no existen. Si la dolarización es un complemento a una política económica que recupere la lógica productiva y la disciplina fiscal, entonces sería un aliado aceptable, pero, si ese fuera el caso, sería útil blanquear los costos de dicha conversión. Dolarizar como concepto aislado, será una medida absolutamente inocua.

Artículos Relacionados