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En plena crisis inflacionaria, el Gobierno protagoniza su propio reality show

La Casa Rosada invirtió largas horas de su agenda en responderle al personaje mediático el "Alfa", mientras las peleas en clave de supervivencia dentro del Frente de Todos recuerdan escenas de la parodia política "Gran Cuñado". Por Emiliano Rodríguez, agencia NA.

Qué puede ser más valioso que el tiempo para un Gobierno como el que lidera Alberto Fernández, que corre contrarreloj para evitar que su gestión sea vista como un fracaso al final del mandato y que hoy debería sentirse apremiado en la búsqueda de soluciones para las demandas más acuciantes de la población.

Qué más necesario que el tiempo para Fernández y su equipo de colaboradores en momentos en los que la administración nacional solo atina a cruzar los dedos esperando que las medidas económicas que impulsa el Palacio de Hacienda rindan frutos -incipientes al menos- justo antes de que los argentinos sean convocados una vez más a las urnas, el año que viene.

En los albores de una nueva campaña electoral en el país, el oficialismo procura llegar a los próximos comicios presidenciales con una propuesta lo más competitiva posible, sabiendo que sus chances de rivalizar con Juntos por el Cambio (JxC) dependerán de la capacidad que muestren el jefe de Estado y compañía para generar esperanza de un futuro mejor, comenzando -lógicamente- por ¡bajar la inflación! o de mínima contener la disparada de los precios de los alimentos.

En un contexto de crisis que no admite, justamente, malgastar el tiempo ni las energías en otros objetivos que no resulten superadores y de interés nacional, el Gobierno acaba de destinar largas horas de su agenda diaria a involucrarse en una disputa primordialmente mediática con un participante del reality show de televisión “Gran Hermano”.

En un acontecimiento institucional sin precedentes, e insólito por donde se lo mire, la Casa Rosada salió a responder comentarios
filtrados aparentemente desde ese programa de TV: primero por intermedio de la portavoz Gabriela Cerruti y más tarde del propio
Fernández, herido en su buen nombre y honor por declaraciones injuriosas por parte de un personaje conocido como el “Alfa” (Walter Santiago, su verdadero nombre).

En medio de una coyuntura nacional que encuentra al Gobierno aún tratando de ahuyentar fantasmas de fin de ciclo y evitar un destino de Titanic viendo cómo se aproxima el iceberg de las elecciones 2023, el incidente desatado a partir del presunto audio del “Alfa” y la posterior réplica oficial adquirió ribetes tragicómicos en los últimos días.

“No me voy a quedar callado cuando me agreden”, sostuvo Fernández, al desmentir los comentarios del participante de “Gran Hermano”. En una semana en la que, además, el peronismo dejó en evidencia sus profundas grietas internas en la fragmentada celebración del Día de la Lealtad, el jefe de Estado se empantanó en una discusión ajena a las prioridades que debería plantearse hoy.

 

Un sketch en continuado

Cuestionada incluso por militantes kirchneristas en redes sociales, la reacción del Gobierno tras los supuestos comentarios de Walter Santiago casi que termina de convertir al Frente de Todos (FdT) en aquella casa de “Gran Cuñado” con la que años atrás se parodiaba en clave política al reality show más famoso de la televisión argentina desde la pantalla de Showmatch, el programa que conducía Marcelo Tinelli.

Es decir, un espacio -el oficialismo- en el que conviven a regañadientes funcionarios y dirigentes de distintas vertientes del peronismo que pugnan por cuotas de poder e incluso por su propia supervivencia en vísperas de las próximas elecciones generales: el albertismo, el massismo, el kirchnerismo, la agrupación ultra-K La Cámpora, los movimientos sociales, el sindicalismo justicialista, sectores del PJ más tradicional y/o afines a gobernadores, etcétera. Todos juntos en medio de un escenario siderúrgico en el que no parece posible prevenir fricciones ni chispazos al por mayor: cualquier coincidencia con la otrora casa de “Gran Cuñado” es pura casualidad…

Las disputas viscerales dentro del FdT convierten hoy a la coalición oficialista en un sketch permanente que, además, supone un final incierto y hasta risueño por momentos, si no fuera porque el destino de un país está en juego, nada más ni nada menos, con más de 47,3 millones de personas adentro y un índice de inflación que parece encaminarse hacia los tres dígitos.

En este marco, Fernández había logrado levantar su perfil la semana anterior, con la designación de tres nuevas integrantes de su Gabinete y un desafiante discurso en el cierre del 58° Coloquio de IDEA en Mar del Plata. Sin embargo, optó por evitar subirse a un escenario el pasado 17 de octubre, en ocasión del Día de la Lealtad peronista, pese a su rol de presidente del Consejo nacional del Partido Justicialista (PJ), y allanó el camino para que el díscolo Máximo Kirchner sea loado en Plaza de Mayo -ante una concurrencia menor a la esperada- por sectores del kirchnerismo duro y el aparato sindical vinculado al moyanismo.

Antes de concluir otra semana agitada, en esta ocasión por los comentarios del “Alfa” y una respuesta gubernamental que ofreció a la oposición, en especial a JxC, un impensado motivo para intensificar su estrategia de polarización de cara a los comicios de 2023, Fernández sí encontró algo de protagonismo -productivo- durante un acto en Hurlingham, en lo que fue visto como un gesto de respaldo hacia el saliente ministro de Desarrollo Social Juan Zabaleta: “Juanchi” busca retener el poder en un distrito al que La Cámpora pretende alambrar como propio.

Además, el mandatario volvió a mostrarse -y a elogiar- a Daniel Scioli en un acto en el distrito de Pilar. El ex gobernador bonaerense, nuevamente a cargo de la embajada argentina ante Brasil tras su fugaz paso por el Ministerio de Desarrollo Productivo, estrechó recientemente su relación con Fernández y en filas albertistas no descartan incluso la posibilidad de que el jefe de Estado -en caso de desistir de competir él- lo erija como pre-candidato presidencial en representación de ese espacio el año que viene, en una eventual PASO del oficialismo, según pudo averiguar NA.

A esa contienda podrían confluir, siempre dentro de un terreno hipotético, postulantes de las distintas vertientes que conforman el FdT y por el lado del cristinismo, comenzó a tomar fuerza en los últimos días la probabilidad de que el “elegido” sea el actual ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro.

Fuentes del albertismo consultadas por esta agencia dijeron que al asumir Sergio Massa como “superministro” de Economía,
absorbiendo las carteras de Desarrollo Productivo y de Agricultura, Ganadería y Pesca, a Scioli le ofrecieron incluso como alternativa encabezar otra dependencia ministerial -Turismo y Deportes, por ejemplo-, pero el ex vicepresidente rechazó la propuesta: “Vine a reemplazar a un ministro (por Matías Kulfas), no a sacar a otro”, argumentó en esa ocasión, antes de retornar a Brasil.

 

“Si querés ser presidente…”

En el entorno del jefe de Estado existen también quienes consideran que fracasó durante la actual gestión nacional el formato de toma de decisiones entre los tres sectores primordiales que integran la coalición de Gobierno y, en este contexto, los ascensos que se avecinan en la Policía Federal Argentina (PFA), con la designación de nuevos cargos, podrían desencadenar otra ola de tensiones en el seno del FdT entre albertistas y kirchneristas sobre todo.

¿Por qué? Porque el superintendente de Investigaciones de la Fuerza, Alejandro Ñamandú, hombre de confianza del ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, sería promovido a comisario general y quedaría entonces en condiciones de reemplazar, eventualmente, a Juan Carlos Hernández como jefe de la PFA. Pero al igual que Hernández, Ñamandú es cuestionado por La Cámpora por su participación en el tramo inicial de la investigación por el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner, cuando se perdieron datos del teléfono celular secuestrado al ciudadano brasileño Fernando Sabag Montiel, detenido tras jalar del gatillo de un arma de fuego frente al rosto de la vicepresidenta el pasado 2 de septiembre en el barrio porteño de Recoleta.

De cualquier manera, según averiguó NA, Ñamandú también abriga esperanzas de asumir al frente de la PFA durante una eventual gestión de gobierno de Juntos por el Cambio, dada su cercana relación con algunos dirigentes de PRO. Por su parte, Hernández, que se encontraba fuera del país cuando se produjo el ataque contra Cristina, tiene además a su número dos, Osvaldo Mato, pisándole los talones.

Salvando las distancias, un escenario similar se presenta por estos días en la principal coalición opositora, JxC, donde las constantes ráfagas de fuego amigo y disputas por grajeas de protagonismo mediático llevaron al ex senador Esteban Bullrich a publicar un encendido mensaje en redes sociales: “Necesitamos parar la pelota por un momento y hacerlo ya. Todos: PRO, radicalismo, Coalición Cívica. Ninguno se salva. Llevamos meses cascoteándonos el rancho entre nosotros“, enfatizó.

“Llegó la hora de escuchar más, dejar los egos de lado y entender que la política es representar. Es ser la voz de los que no la tienen. Demostremos que estamos a la altura”, agregó Bullrich, que debió abandonar su puesto en la Cámara alta por padecer Esclerosis lateral amiotrófica (ELA). “Ganar en 2023 ya depende de nosotros mismos”, remarcó finalmente.

A propósito de la contienda electoral prevista para el año que viene, Mauricio Macri, nuevamente vilipendiado por funcionarios del Gobierno en los últimos días -en lo que ya parece ser una decidida estrategia de campaña-, otorgó su bendición a la jefa de PRO, Patricia Bullrich, en su pulseada contra el alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta: “Me la imagino presidenta”, aseguró el ex mandatario, mientras sigue jugando a las escondidas con respecto al papel que planea desempeñar de cara a los próximos comicios.

Rodríguez Larreta, por su parte, montó en Buenos Aires un mini G-20 porteño y se mostró como un robusto dirigente político regional incluso al encabezar la cumbre de alcaldes C-40, mientras procura restarle importancia a las chicanas proselitistas que
ensaya Macri -¿en busca de esmerilar su figura?-: “El Gobierno está tan mal que dentro Juntos por el Cambio todos se quieren animar a pelear por algo, pero Horacio lo viene planteando desde hace un tiempo, ‘Si querés ser presidente, tenés que ganarle a todos'”, aseguran en su entorno.

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