Fabián Quintá

Gimnasia-Boca, o haciendo normal la anormalidad

Miserias de un país cíclico.

Debe haber sido hace 30 años, a mediados de los 90’, cuando junto a varios amigos y nuestras respectivas novias fuimos a ver a “Los Redonditos de Ricota” en la cancha de Huracán. Esa noche me dije “no vuelvo más a ver uno de estos shows”.

Mientras nosotros hacíamos fila, interminable fila, para entrar al estadio, cientos de personas entraban a los empujones. Una vez adentro de la cancha, las tribunas no estaban colmadas, estaban “atestadas”, no se podía ni respirar al aire libre.

Comienza el show y la música apenas se puede escuchar, una decena de personas se sube a los alambrados y no dejaban ver a la gente que estaba de tras en las tribunas, En el terreno de juego, se podían ver corridas.

La banda siguió tocando, pero a la hora de estar ahí pensamos que lo mejor era irnos, ya bastante mal la estábamos pasando como para pasarla peor un una hipotética salida desprolija.

Desde hace muchos años, en Argentina, se ha instalado la idea de que “se puede entrar” a casi cualquier espectáculo público sin entradas. No importa. Se “hace quilombo”, se empuja en el ingreso, y se pasa, se entra.

Además, esta el ansia lucro de las bandas y/o empresarios, con la anuencia de las autoridades de turno. La máxima expresión fue el caso Cromañon (2004), pero recordemos los shows del Indio Solari en Tandil u Olavarría, con estadios completos, en las que el público que hacía kilómetros caminando para llegar a un estadio con escasas comodidades, con avalanchas. Si en esas presentaciones solo hubo dos muertos (2018), fue un milagro

Un amigo mío dice, con justa razón, que “Cuando el espectáculo está en las tribunas, no está en la cancha, ni en el escenario”. Y eso se ha instalado tal vez como consuelo para aceptar “el bardo”.

Eso en el rock, pero en las canchas de fútbol no hay mucha diferencia. Ya hemos dado como un hecho tener que ir una hora u hora media antes para poder ingresar con cierta comodidad, que tenemos que pagarle “al trapito” lo que él diga, porque colectivos o trenes son escasos, pasar vallados policiales, tratar de que las banderas de la “barra” no nos tapen la vista del estadio, tener cuidado que no nos roben en la popular, etc, etc, etc.

Y acá también aparece la ambición de lucro. Ayer en Gimnasia y Esgrima La Plata, una cancha muy pequeña, se habilitó – oh casualidad – la venta de unas 4.500 entrada para “no socios”, dejando a su suerte a aquellos que pagan todos los meses su cuota y querían entrar a la cancha.

Gente con entradas que no podía entrar, gente sin entrada que quería entrar. En medio de ese polvorín, falta un fósforo para que todo explote y el accionar siempre desprolijo y a posteriori de la policía hace el resto.

Luego vienen las “reacciones” siempre buscando algún “cordero para sacrificar”. La diputada Victoria Tolosa Paz, una representante del “albertismo” manifestó su “Repudio la brutal represión que llevó adelante la policía bonaerense contra hinchas”, que es dirigida por Sergio Berni, el mismo que pidió que “se lleven al borracho” en alusión al presidente Alberto Fernández.

El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, defiende a Berni, y pide que releven al policía que llevó adelante el operativo.

Un detalle no menor. Ni Gimnasia ni Estudiantes juegan en el Estadio Único de La Plata, que tiene capacidad para 50.000 personas, así jueguen contra River, Boca, o el Milan de Italia.

Hemos “normalizado lo anormal”, el hecho de que ir a ver un espectáculo se transforme en una quimera, y que tengamos que soportar cualquier maltrato o incomodidad, en vez de un momento de disfrute.

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