Christian SanzMendoza en foco

Logros, desaciertos y necesario balance: cómo fueron los mil días del gobierno de Rodolfo Suarez

Al igual que Alberto Fernández, el gobernador de Mendoza cumplió mil días de mandato. Un análisis de su gestión.

Esta semana, Alberto Fernández destacó sus mil días de gobierno, a través de sus redes sociales, con un mensaje en el que afirmó: “Vivimos mil días difíciles en los que resistimos y pudimos crecer. Pondremos la misma fuerza en el tiempo que viene”.

Ello provocó reacciones de diversa índole: unos pocos lo apoyaron, otros tantos lo refutaron y la mayoría ignoró su comentario. Sobre todo militantes de su propio espacio, el Frente de Todos. Todo un síntoma.

Entretanto, en Mendoza también se cumplieron mil días, en este caso de la gestión de Rodolfo Suarez como gobernador. La diferencia es que el mandatario local no hizo alharaca de su gobierno, ni mucho menos.

No obstante, amerita hacer el correspondiente balance: ¿Hizo una buena gestión? ¿Cuáles fueron sus logros, si es que los tuvo? ¿Y sus desaciertos?

Ciertamente, el comienzo del mandato de Suarez fue errático y caótico, con marchas multitudinarias en contra de la ley 9209, que dejó sin efecto la 7722, que restringe la minería en Mendoza. Se trató de un “enjuague” que motorizaron peronistas y radicales en la Legislatura. Y duró lo que un suspiro.

Fue un duro revés para el gobernador mendocino, que lo dejó sin reflejos durante algunos días. Luego le llegó otro golpe, más duro aún: la pandemia del coronavirus, que destrozó la economía local y lo obligó a recalcular sus siguientes pasos.

En esos dos largos años, el desempleo se agudizó y la pobreza creció de manera proporcional. Pero Suarez decidió no hacerse cargo y le echó la culpa, no solo al Covid, sino también al gobierno nacional.

Parte de la razón le asistió, pero no tanto, porque a nivel local los indicadores económicos fueron peores que a nivel nacional. Incluso, al finalizar la pandemia el empleo privado no llegó a recuperarse como sí lo hizo en otras provincias del país.

Fuera de ello, el gobierno de Suarez se vio con poca iniciativa, y se notó por el contraste que mostró respecto de su antecesor, Alfredo Cornejo, un mandatario inquieto y movedizo, que no dejó de mostrarse activo en todos y cada uno de los días en los que gobernó la provincia. Su gestión se caracterizó por cambios profundos, muchos de ellos cargados de polémica.

Luego llegó Suarez, con una impronta totalmente diferente, sin grandes anuncios ni discursos incendiarios. Para algunos se trata de una virtud, para otros es un defecto.

Sea como fuere, en el medio aparecieron puntuales temas polémicos, algunos rozando el escándalo, como la concesión de una zona de glaciares de Malargüe a la empresa El Azufre para hacer un centro de esquí.

También se dieron la compra de chalecos antibalas “flojos de papeles”, la entrega de un predio de la DGE de Uspallata a Vila y Manzano, e incluso la entrega de un subsidio millonario al pastor evangelista Héctor Bonarrico.

Todo ello fue coronado por el intento de eliminar la Sala II de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza, una medida polémica que fue aprovechada por el peronismo local para hacer política de cabotaje.

Como sea, cuando se pregunta en las calles acerca de la imagen de Suarez, la mayoría ostenta una buena opinión sobre su gestión. Sin mayores detalles.

Sin embargo, la realidad palpable muestra una provincia súper endeudada —ello fue herencia de Cornejo—, con indicadores económicos que están entre los peores de todo el país, algunos de los cuales quedaron expuestos por las protestas de los gremios. Son datos concretos y contrastables, no opiniones periodísticas.

Hay que decir que lo que ayuda a Suarez a pasar desapercibido es la errática gestión de Alberto Fernández como presidente de la Nación.

Ello le permite al gobernador, no solo que posen la mirada en alguien más que su persona, sino que además le regala la excusa perfecta para justificar el derrotero de su propio gobierno.

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