Christian SanzPortada

Contradicciones y ¿corrupción? en Godoy Cruz, la desconfianza de CFK, y la defección de Rafecas

El director de Obras Particulares de ese municipio no logra explicar con claridad cómo tiene el abultado patrimonio que ostenta. Tampoco aceptó debatir con el director de Mendoza Today. ¿Entonces?

A pesar de lo que suelen decir los medios de Buenos Aires, sí hay corrupción en Mendoza. Y mucha. Lo que ocurre es otra cosa: los grandes medios la ocultan, por intereses personales o por pauta oficial. Así de simple.

Lo que reveló esta semana Diario Mendoza Today sobre el director de Obras Particulares de Godoy Cruz, Darío Angel Falcone, así lo demuestra. Refiere a su abultado patrimonio, que asciende a más de 150 millones de pesos.

Contrastado con un salario que, no solo no cuadra a la hora de justificar esas adquisiciones, sino que tampoco le permite mantener los gastos de las viviendas y departamentos que ostenta.

Su esposa, Melisa Gisela García Zalazar, le dijo a este medio que se trataba del producto de “herencias” —así, sin más—, pero el propio Falcone la contradijo al mencionar que todo ello era producto de su trabajo como arquitecto. ¿En qué quedamos?

Este periodista le propuso al funcionario mostrar su facturación como profesional de la arquitectura para cotejar sus dichos, pero no aceptó el convite. Tampoco quiso debatir con quien escribe estas líneas. Sugestivo.

Sin embargo, lo más curioso fue el silencio y mutismo de sus propios compañeros y “jefes” de la municipalidad de Godoy Cruz. Nadie lo defendió. Solo logró la adhesión de dos militantes radicales de ese departamento. Los demás prefirieron callar, acaso para que no se sigan destapando otras posibles ollas de corrupción.

Luego de publicada aquella nota, este diario recibió infinidad de mensajes y llamados de apoyo por lo publicado. Muchos de ellos agregaron datos a la trama. 

“Falcone tiene una deuda en la caja previsional desde el 2012, la matrícula inactiva y firma convenios con Colegios. La ética se la llevan a marzo”, dijo uno de los que se contactó con Mendoza Today. 

Una segunda fuente sugirió: “Investiguen las obras constituyentes en Godoy Cruz, su relación es muy importante”.

Otro hizo una imputación más grave, que escapa al escándalo Falcone: “El suegro del intendente, Jorge García Zalazar, está acomodado por el gobierno desde hace años en Pro Mendoza y actualmente en Vialidad como Consejero en San Martín. También años en Pro Mendoza San Martín, pedían créditos con proyectos falsos, nunca devolvían el dinero”. A este medio no le consta, se aclara.

Un cuarto lector apuntó más allá: “Date una vuelta por las declaraciones juradas de Angela Floridia y Néstor Parés (marido y mujer). Te vas a sorprender….”. Y así sucesivamente. Los mensajes no cesan.

Entretanto, el propio Falcone intenta desviar la atención asegurando que este periodista es un activo “militante peronista”. No es chiste. De más está decir que el buscador Google o la red social Twitter le demostrarían todo lo contrario. Ni hablar de las denuncias judiciales contra Cristina, Boudou, y otros referentes K efectuadas por este escriba. 

En otro orden de cosas, sorprendió esta semana una nota en diario MDZ sobre los cambios en la conducción de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), que derivaron en la salida de Cristina Caamaño y la llegada de Agustín Rossi.

Dice el medio colega: “Uno de los datos más extraños de la gestión de la fiscal (Caamaño) fue haber retenido como hombre de consulta permanente al agente Alejandro Colombo, quien luego de una larga trayectoria en la AFI se había transformado en la mano derecha de Arribas”. Allí se lo acusa de haber traicionado a la gestión del PRO en la exSIDE para poder quedarse en ese organismo.

El dato es totalmente inexacto: de hecho, Colombo nunca se quedó en la AFI, como sostiene la nota. Hoy en día trabaja en el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. 

Se aclara, no porque sea relevante, sino porque las operaciones de prensa empezaron a recrudecer, de un lado y del otro de la grieta. Y los medios suelen jugar para unos u otros. A veces, adrede. A veces, sin saberlo.

 

Alberto busca agradar a Cristina, y Rafecas matar el Kulfas-gate

Alberto Fernández se la creyó: el viaje a la Cumbre de las Américas le hizo autopercibirse como un gran estadista, solo por mostrarle una foto de su hijo recién nacido a un indiferente Joe Biden y, acto seguido, defender a los dictadores de siempre, Nicolás Maduro, Miguel Díaz Canel y Daniel Ortega.

Lo hizo en pleno foro de países americanos, donde propuso la disparatada idea de “organizar mundialmente la producción de alimentos”.

O sea… el mismo tipo que no logra resolver tópicos como la pobreza, el desempleo y la inflación en su propio país, se muestra como el propulsor de una posible solución a la desnutrición internacional. No hay remate.

Por si fueran pocos los desaciertos, Alberto firmó un convenio para venderle gas a Chile. ¿Nadie pudo recordarle al jefe de Estado que la Argentina importa ese mismo recurso para lograr satisfacer la demanda interna? ¿Cómo podría calificarse el hecho de vender lo que no se tiene?

Ciertamente, el presidente intenta mostrarse como lo que no es: un estadista internacional. Pero también busca otra cosa, reconciliarse con Cristina Kirchner. Ello explica su furioso ataque a los empresarios vernáculos, su encendida defensa a Venezuela, Nicaragua y Cuba, y su apoyo al proyecto para reformar la Corte Suprema, del cual renegaba hace apenas unos años.

La vicepresidenta observa con atención cada uno de los gestos del mandatario, pero ya no cree en él. La defraudó una vez y lo hará mil veces. Eso es al menos lo que sospecha. Les dice a sus íntimos que las intenciones de Alberto son otras: usarla para llegar a 2023 con algún tipo de respaldo político, a efectos de conseguir su propia reelección. Cristina jamás le dará su apoyo.

Las tertulias de la otrora presidenta transcurren en tediosas charlas con Sergio Uñac, mandatario de San Juan, a quien sí observa con buenos ojos. Elogia su gestión como gobernador y celebra las coincidencias discursivas entre ambos.

A su vez, destaca su cintura política, que le permitiría aunar a futuro los intereses del kirchnerismo y el peronismo tradicional. Se sabe que Uñac habla con todos, es un experto exponente del pragmatismo político.

No obstante, falta mucho para 2023 y ahora mismo Cristina está en otra sintonía: busca apagar los ecos del escándalo que generaron las declaraciones del ahora exministro Matías Kulfas sobre el presunto direccionamiento de la licitación del gasoducto Néstor Kirchner en favor de la firma Techint. Una trama nada descabellada cuando se recuerda que es la misma empresa que aparece complicada en los cuadernos de la corrupción.

Por suerte para la vicepresidenta, Kulfas desmintió sus propios dichos ante el juez Daniel Rafecas durante su declaración testimonial. No es tonto: si refrendaba sus sospechas hubiera sido acusado de encubrir un hecho de corrupción. Los funcionarios están obligados a denunciar toda irregularidad de la cual se enteren en cumplimiento de sus tareas.

A su vez, según explicó el exministro a sus pocos amigos, lo preocupó el hecho de que hubiera sido llamado a declarar con tanta premura, a menos de una semana de haber dejado su cargo. Se olió algo feo, y no se equivocó.

El combo de sospechas lo completa el propio Rafecas, siempre afecto a liberar de culpa y cargo a los funcionarios del kirchnerismo. Aún en expedientes que abundan en evidencia, como el de Fútbol para Todos. Aníbal Fernández le estará eternamente agradecido por ese favor.

Para terminar de “matar” la investigación del gasoducto Néstor Kirchner, el juez ha pergeñado una estrategia brillante: llamó a declarar a funcionarios del Enargas. No solo no tienen idea de cómo debe ser un caño para hacer un gasoducto, sino que jamás harían señalamiento alguno contra el propio gobierno. Aunque es autárquico, ese organismo depende del Estado.

¿No se le ocurrió a Rafecas consultar a expertos en construcción de gasoductos? Ellos sí podrían haber zanjado la discusión que generó la misiva de Kulfas, referida al grosor de los caños en cuestión. 

Como se dijo, se trata de una estrategia pensada para sepultar la investigación por completo. 

Si hay algo que no es Rafecas es improvisado, mucho menos tonto. Aunque sigue siendo el mismo de siempre: juez y parte.

Artículos Relacionados