Termina un año intenso, complicado, insoportable. Que nos llenó de incertidumbre y desazón. En parte por la feroz pandemia del coronavirus, en parte por las malas decisiones del gobierno que nos tocó en turno.
Pero logramos sobrevivir, porque somos argentinos, y siempre sabemos zafar de todo. Una y otra vez. Porque este país es cíclico. Todo vuelve a repetirse, cada tanto. Como una remake de la tragedia interminable. Una suerte de “día de la marmota” de cabotaje.
Solo por mencionar algunas crisis de las últimas décadas: el “Rodrigazo” de mediados de los 70, la hiperinflación de 1988/89, la tragedia de 2001, etc.
Si sobrevivimos a todo ello, ¿por qué no lograríamos hacerlo una vez más? Bueno, de hecho, lo hemos conseguido. De más está decir que la pandemia del kirchnerismo, sumada a la del coronavirus, nos regalaron uno de los peores momentos que hemos tenido que sufrir. Y lo hemos superado con creces.
Pero lo inquietante no es lo que pasó hasta ahora, sino la idea de que el destino nos puede deparar algo nuevo, peor acaso a lo que ya vivimos. O mejor.
Porque, a esta altura, no hay que perder el optimismo. El 2022 seguramente destinará cosas buenas. Mejores que 2021.
Por lo pronto, este año regaló algo bueno: nosotros. Un diario independiente y honesto. Y vos nos elegiste, así que te queremos agradecer por ello. Y prometerte que seguiremos igual, incorrompibles y honestos.
En fin, solo queríamos decirte eso, nada original. Pero bien pertinente. Porque es fin de año. Y algo siempre hay que decir en estas fechas. No solo “Feliz año nuevo”.
