Christian SanzPortada

Nuevo anticipo de “La mentira de los poderes paranormales”: ovnis, seres extraterrestres y otras leyendas urbanas

Exclusivo para lectores de Diario Mendoza Today.

Pocas creencias son tan interesantes como la Ufología, o la pretensión de que seres extraterrestres visitan nuestro planeta.

La sola idea que ello sea posible genera en el ser humano millones de interrogantes y cuestionamientos sobre la mera existencia.

¿De dónde vienen? ¿Por qué llegan a la Tierra? ¿Qué buscan? ¿Recalan en son de paz o de guerra? Son solo algunas de las preguntas que surgen ante tal posibilidad.

Que en general tratan de ser respondidas a través de taquilleras películas de Hollywood. Pero no es más que eso: una ficción.

No hay al día de la fecha ningún tipo de evidencia que muestre que seres de otros planetas recalen por estos pagos, por más que presuntos expertos en ufología digan lo contrario.

Dentro de mi desafío de los 10 mil dólares hay un apartado que ofrece el mismo premio a quien pueda demostrar que los extraterrestres gustan de volar por la Tierra. Sirve a efectos de probarlo un tornillo fabricado en otra atmósfera, tal cual han propuesto varias organizaciones escépticas en diversas partes del globo terráqueo.

Entretanto, hasta que no se deje ver una prueba irrefutable, no se puede creer tal disparate. Que refuta hasta el sentido común, porque ¿cuál sería el sentido de que alguien viajara millones de kilómetros para luego jugar a las escondidas?

Es curioso, porque hay quienes aseguran que en realidad están esperando para tomar acción y “salvar” el planeta Tierra de amenazas de diversa índole.

Entonces aparece el segundo interrogante: ¿Por qué no lo han hecho hasta ahora? ¿Dónde estaban cuando ocurrió el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, en 1945? ¿O aquel trágico día de 2001 en el cual las Torres Gemelas fueron impactadas por aviones comerciales? Es realmente absurdo.

Luego, están los que muestran como evidencia las figuras geométricas que cada tanto se dejan ver en campos de cultivo en diversos lugares del mundo.

Pero eso no es prueba de nada, sencillamente porque la mano del hombre puede hacer exactamente lo mismo, como ya se demostró en más de una oportunidad.

Escribí al respecto en el año 2001, sobre la base de un caso que se intentó hacer pasar como una cuestión extraterrestre una serie de dibujos que habían aparecido en un campo de Inglaterra. Titulé esa nota “La cuadratura del círculo” y me pareció una genialidad entonces. Ya no:

David Hume sostenía que “afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”, lo cual es, obviamente, una verdad de perogrullo.

Se supone que, si alguien afirma algo sobrenatural, la evidencia presentada debe ser sobrenatural. No sirve, por ejemplo, como evidencia de que hay vida en otros planetas una borrosa foto que muestre un supuesto punto de luz en el cielo. Por lo menos, no basta.

De la misma manera, toda vez que se analiza una prueba, hay que descartar la posibilidad de que la misma haya podido ser realizada a través de la mano del hombre.

De no ser así, sería sencillo plantar evidencias falsas para hacer creer cualquier historia forzadamente falaz.

Como botón de muestra, podría contarse lo ocurrido en el mes de agosto de 2001, en un campo de cultivo junto al observatorio de Chilbolton, Inglaterra, donde aparecieron una serie de dibujos, supuestamente realizados por seres de otros planetas, lo cual ocasionó un lógico revuelo en los medios y —como no podía ser de otra manera— una gran oportunidad para diversos ufólogos inescrupulosos que saben sacar partido de asuntos de este tenor.

Según estos “especialistas”, no hay duda alguna: si no se tratara de extraterrestres que están tratando de hacernos llegar un mensaje ¿Cómo se podría explicar lo sucedido?

Antes de comenzar a analizar siquiera el asunto, hay que recordar la cantidad de fraudes descubiertos en torno a figuras similares aparecidas a lo largo de tantos años.

En tal sentido, hay que referir otro caso, el de dos agricultores galeses —Doug Bower, de 67 años, y David Chorley, de 62—, quienes, en septiembre de 1991, se confesaron autores de muchas de las misteriosas formas geométricas que venían apareciendo en campos de maíz de la zona durante casi 13 años.

Todas esas fotografías que se tomaron dieron la vuelta al mundo. Y, cuando la aclaración del fraude se publicó, fue un papelón tremendo.

Los ufólogos no sabían qué decir y se contradecían en sus inconsistentes explicaciones. ¿Cómo no iban a preocuparse? Ya habían corrido litros de tinta, se habían publicado decenas libros sobre el fenómeno, se dieron conferencias, se organizaron excursiones y hasta visitas individuales a esos campos de maíz y se los había fotografiado una y otra vez. Incluso se llegó a hablar de una nueva ciencia: la circulogía. Muy impresionante, por cierto.

Muchos creían en esos “dibujos” tan lindos y de pronto dos sencillos hombres de campo, no solo admitían haber sido los autores del engaño, sino que mostraban lo sencillo que era hacerlo.

Más allá de la ironía, son datos como el descripto los que deberían analizar hoy en día los ufólogos antes de arriesgarse a dar crédito a fotos de supuestos mensajes de otros mundos.

También deberían tener en cuenta la ausencia de mensajes de cualquier otro tipo por parte de seres extraterrestres, como los esperados a través del histórico Proyecto SETI, los cuales —no está de más recordarlo— nunca han sido vistos.

Sería cuestión de simplificar las cosas, no hay razón de complicarlas. Algo de eso sabía el amigo William de Occam a través de su dúctil navaja.

Si hay posibilidad de que algo sea hecho de la manera menos complicada, ese debe ser el primer paso a hurgar.

Es como dicen los propios ufólogos: “la verdad está ahí afuera”.

Es cierto, solo hay que saber encontrarla. Sin pretensiones de sobrenaturalidad.

Por eso, señores investigadores, repitan conmigo:

-“Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”.

-“Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”

-“Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”

Etcétera…

Ad infinitum.

Hay elementos de sobra para refutar la pretensión de que naves de otros planetas visitan el nuestro. Uno de ellos es el denominado “proyecto SETI”, un ambicioso plan de la NASA que intentó encontrar alguna evidencia a través de la emisión y recepción de señales inteligentes al espacio exterior.

De hecho, SETI es el acrónimo del inglés search for extra terrestrial intelligence (búsqueda de inteligencia extraterrestre).

Desde principios de los años 70 la idea se ha replicado en diversos lugares del globo sin hallar nada de nada. En realidad aparecieron señales electromagnéticas capturadas en distintos radiotelescopios, pero ni por asomo se trató de mensajes inteligentes ni mucho menos.

A su vez, como se dijo, se han enviado mensajes de distinta naturaleza al espacio con la esperanza de que alguno de ellos sea contestado. Pero nada de nada.

Y a pesar de todo ello, hay quienes insisten en que hay naves alienígenas surcando los cielos, en un juego que no se entiende. A menos que lo que muchos observan como platillos voladores sea otra cosa.

Ciertamente, la mayoría de las fotos y videos que aparecieron en las últimas décadas tienen una explicación lógica: nubes, globos atmosféricos, aviones, e incluso nubes con formas extrañas. Nada extraordinario.

Yo mismo he refutado infinidad de veces pretendidas apariciones de ovnis en alguna que otra provincia argentina.

Extracto del capítulo 8 del libro “La mentira de los poderes paranormales (y el fraude de las pseudociencias).