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El “Papa de la sonrisa”: Juan Pablo I gobernó 33 días y su muerte disparó teorías conspirativas

Protagonista de uno de los pontificados más cortos de la historia, de solo 33 días, Juan Pablo I, o el “Papa de la sonrisa”, quedó este miércoles más cerca de la santidad luego de que el papa Francisco autorizara la publicación del decreto que habilita la beatificación de un pontífice que durante tiempo fue el centro de múltiples teorías conspirativas, incluidas las de un posible asesinato, por su prematura muerte a los 65 años.

La aprobación este miércoles de un milagro sucedido en Argentina atribuido a su intercesión transformará en “beato” a Juan Pablo I, el Papa número 263 de la historia y que apenas pudo estar al frente de la Curia romana del 26 de agosto al 28 de septiembre de 1978.

Elegido para reemplazar a Pablo VI, un pontífice que fue todo un símbolo de la apertura de la Iglesia universal hacia las posiciones más progresistas del Concilio Vaticano II, Juan Pablo I mostró en su breve pontificado la intención de erigirse como una continuidad de sus predecesores (Juan XXII y Pablo VI), a quienes homenajeó al elegir el nombre con el que se puso al frente de la Curia.

Conocido en el mundo como “El Papa de la sonrisa” o el “Papa de septiembre” por el mes que comprendió la mayoría de su pontificado, Albino Luciani fue durante años el centro de múltiples teorías conspirativas por su inesperada muerte.

De hecho, fue recién en 2017 que se terminaron las versiones sobre el asesinato de Juan Pablo I y aceptó que su deceso fue natural, con la publicación de un libro de la periodista italiana Stefania Falasca, apoyado por archivos vaticanos y testimonios de las monjas que cuidaban de Luciani en el momento de su fallecimiento.

Uno de esos testimonios, el de la monja Margherita Marin, incluso precisó que, al momento de morir de un ataque al corazón, como revela el libro de Falasca, el entonces Papa tenía ese jueves entre sus manos los apuntes con los que preparaba su oración dominical del Ángelus, que se basaría en el pasaje bíblico de Mateo 11, 18-19.

Las hipótesis sobre su muerte, que incluso llegaron a ser tratadas de manera bastante directa por la película “El Padrino III”, se dispararon en parte por el rechazo de Luciani antes de ser Papa, en su época como obispo de Venecia, a una serie de maniobras financieras vinculadas al denominado banco Vaticano, el IOR (Instituto para las Obras de Religión).

El IOR, a raíz de las particularidades del Vaticano, siempre estuvo en la mira de organizaciones que buscaban lavar dinero proveniente de ilícitos, y al día de hoy sigue siendo uno de los puntos centrales de la reforma financiera emprendida por Francisco y que le han valido reconocimiento de la autoridad europea contra el lavado, Moneyval.

La falta de una autopsia sobre su cuerpo, apoyadas en parte por el vacío legal vaticano que no las contempló hasta 1983, añadió misterio a una muerte que siempre se mantuvo con dudas. Incluso, aunque en una confesión que no fue tomada en cuenta en ningún país, un sicario llamado Anthony Luciano Raimondi se autoproclamó, sin mayor éxito, partícipe del supuesto asesinato de Luciani.

El libro de Falasca, ahora vicepresidenta de la fundación vaticana constituida por Francisco para estudiar el legado de Luciani, derribó de todos modos todas las teorías conspirativas.

“En medicina forense la muerte súbita siempre significa muerte natural. La cruda y desnuda verdad es que la causa de la muerte de Luciani fue un ataque al corazón”, plantea en su obra la periodista del diario Avvenire.

“De los hallazgos se desprende claramente que la noche anterior a su muerte el Papa tuvo algunas advertencias que no fueron tomadas en cuenta por el propio Papa y que condujeron a este resultado”, sostiene.

En su breve pontificado, de todos modos, el futuro beato dejó una impronta que aún hoy perdura: fue el primer Papa en dejar de usar el plural mayestático (el uso del “nos” aún en las referencias singulares) en los discursos y documentos oficiales, y se animó en ocasiones a hablar sin textos escritos.

El hijo de un modesto trabajador del norte de Italia, Luciani había sido ordenado sacerdote a los 22 años, obispo en 1958 y cardenal en 1973.La frase con la que adornó su escudo cardenalicio, una sola palabra, fue un ejemplo del estilo sencillo y humilde que aún le atribuyen en la Santa Sede: “Humilitas”, humildad en latín.

Con la próxima beatificación, en fecha aún a confirmar por parte del Vaticano, Juan Pablo I se aproxima a la Santidad, a la que llegará en caso de que se compruebe un segundo milagro con su intercesión, es decir que hubo un rezo hacia Luciani que lo propiciara.

 

El milagro porteño

Según precisó el Vaticano, el milagro reconocido por el Papa se trata de la curación de una niña de 11 años en Buenos Aires, el 23 de julio de 2011, que padecía “encefalopatía inflamatoria aguda severa, enfermedad epiléptica refractaria maligna, shock séptico” y que para entonces estaba al final de su vida.

El cuadro clínico de la niña era muy grave, caracterizado por numerosas crisis epilépticas diarias y un estado séptico causado por una bronconeumonía.La iniciativa de invocar al Papa Luciani la había tomado el párroco de la parroquia a la que pertenecía el hospital, del que era muy devoto, detalló la información oficial del Vaticano.

En noviembre de 2017, Francisco había ya reconocido las “virtudes heroicas” de Juan Pablo I, y lo dejó a las puertas de la posibilidad de convertirse en “beato”, que es el paso previo a la santidad.

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