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Retirada de EEUU de Afganistán: ¿Pérdida de hegemonía o reconfiguración de intereses?

Por Gonzalo Salimena.

La finalización de la Segunda Guerra Mundial y la consecuente creación de las Naciones Unidas vislumbraban un mundo menos conflictivo, donde las confrontaciones entre estados podrían ser resueltas en el marco de organismos internacionales. Sin embargo, este idealismo enmascarado en cierto optimismo, que suponía que el entorno político podía ser transformado por las instituciones internacionales y así conformar nuevas normas de conductas para los estados, comenzó a declinar producto del estallido de la Guerra Fría.

La nueva coyuntura que posicionaba a Estados Unidos como una potencia hegemónica exigía un desafío más recóndito para la élite política norteamericana, que ponía en evidencia su falta de experiencia debido a su tradición aislacionista en materia de política exterior, un claro obstáculo para la formación de un personal especializado que urgía con cierta necesidad.

Napoleón Bonaparte solía decir “no hay que dejar pasar una oportunidad favorable, porque si se la deja pasa por largo, no se debe esperar volver a cruzarse con ella”. Esta fortuna hizo protagonista a un audaz joven diplomático norteamericano que rápidamente ganó prestigio y posición dentro de la estructura decisoria como experto en asuntos soviéticos, a través de un informe realizado por él desde la embajada americana en Moscú conocido con el nombre de Telegrama Largo.

Allí, George Kennan expuso con brillantez sus ideas sobre el problema soviético advirtiendo sobre “la inseguridad del pueblo ruso al mundo exterior y su temor a las sociedades occidentales más competentes, poderosas y organizadas”. Así, concluyó que esta intransigencia al mundo exterior se proyectaría tarde o temprano, para lo cual Estados Unidos debía estar preparado para una lucha prolongada.

Sin embargo, fue en 1947 cuando se publicó un documento de su autoría en Foreign Affairs conocido con el nombre de “Las Fuentes de la Conducta Soviética”, donde aparece el término contención y la idea de instaurar un equilibrio de poder sustentado sobre un programa de asistencia económica para aquellos estados que requerían resurgir de su confianza interna.

No es que el recurso militar no constituía una herramienta importante, pero lo cierto era que demostraba ciertas limitaciones en relación a su aplicabilidad y costo, a la vez que existían otros recursos que podían ser más efectivos para establecer un reequilibrio en el sistema internacional. El papel más gravitante en este esquema, para Kennan, era la capacidad económica-industrial y militar.

Dentro de estas ideas, cobran importancia para el autor dos conceptos: defensa perimetral y puntos fuertes. El primero proyectaba una defensa de toda periferia pudiendo intervenir donde la paz y la estabilidad se vieran amenazas. El segundo, en contraposición al primero, ya distinguía regiones e intereses vitales que debían permanecer bajo la influencia norteamericana.

Los recientes acontecimientos de público conocimiento en Afganistán, que significaron la retirada de Estados Unidos y la consiguiente toma del poder por parte de los talibanes, presenta un terreno propicio para una revalorización de las ideas del diplomático norteamericano expuestas con anterioridad.

La retirada no debe entenderse necesariamente como una pérdida de hegemonía de Estados Unidos, la cual sin dudas es una de las lecturas posibles. Otra perspectiva podría interpretarse como una reconfiguración del equilibrio de poder sustentado en la idea de que los recursos no son ilimitados y que Afganistán no constituye, ya desde hace un tiempo, un interés vital para Estados Unidos.

La adopción de la concepción de defensa perimetral, en vez de puntos fuertes, hubiese implicado una amplia disponibilidad de recursos para actuar en un multiplicidad de escenarios e intereses diversos más allá que se pueda ver afectada la seguridad de Estados Unidos o no. La economía cada tanto nos recuerda que los recursos son escasos y debemos utilizarlos eficientemente y el concepto de puntos fuerte se desplaza en esa dirección.

El ataque se produjo en represalia por un devastador atentado suicida reivindicado por el grupo extremista. “Hemos matado al objetivo”, informó el Comando Central estadounidense.

Por lo tanto la retirada de Estados Unidos de Afganistán, nos invita a reflexionar sobre una reconfiguración de sus intereses vitales y la posibilidad de perder áreas periféricas (en este caso Afganistán) sin que ello afecte su capacidad de defender aquellas que sí considere gravitantes, proyectando nuevos escenarios regionales donde se llevarán a cabo confrontaciones por la supremacía, ya que como bien decía Hans Morgenthau “la política internacional implica una lucha por el poder. No importa cuáles sean los fines últimos, el poder siempre será el objetivo inmediato”.

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