Christian SanzPortada

Siguen los curros de la constructora Idandi en Guaymallén, con la complicidad del gobierno de Marcelino Iglesias

La historia de la constructora Idandi de Guaymallén no es nueva: conté sus trapisondas el 9 de septiembre pasado. Una trama que mezcla los negocios, la política, el favoritismo y la desidia.

Refiere a una situación que complica a cientos de vecinos de Guaymallén, que viven en complejos mal construidos, con serias deficiencias de base.

Quien ha edificado esas viviendas es un hombre llamado Florentino Daniel Paco, junto con su hermano. Ambos son dueños de aquella firma, que ahora mismo está desarrollando miles de dúplex por la zona de San Francisco del Monte.

La situación no debería llamar la atención, muchas empresas construyen viviendas. No obstante, esta gente lo hace: sin autorización, sin estudios de impacto ambiental, sin cartel de obra, sin representante técnico, sin saber de quién es el terreno en cuestión. Y lo peor: sin cumplir con las mínimas reglas del Código de Edificación.

A ello hay que agregar una curiosidad: la Municipalidad de Guaymallén le otorga a Idandi “excepciones” a las reglas de edificación cada vez que las pide.

Tal es así que, entre los empleados de la Secretaría de Obras Privadas se habla de la “cláusula Paco” cuando alguna persona busca recurrir a puntuales excepciones.

Basta otear lo que ocurre en el sector de Tapón Moyano o en el terreno que está al sur del barrio La Barraca. O lo que sucede al norte del Club Alemán, al que le van a quitar una franja de terreno porque van a hacerle una calle a Paco, aunque no cumpla con ninguna regla ni tenga autorización de la Municipalidad ni cartel de obra.

Y hay mucho más: al barrio Ayres de Campo también le van a sacar una franja donde van a hacer una calle muy angosta, sin veredas ni nada, solo para mejorarle la circulación a los barrios del dueño de Idandi.

¿Más aún? Según pudo comprobar Diario Mendoza Today, en la esquina noreste de Urquiza y Elpidio, Paco tiene un terreno en el que está proyectado un edificio, de 11 pisos, y un barrio. Allí, todos los días llevan decenas de autos y camiones, de todos los tamaños, modelos y niveles de lujo y los exponen con el conito que indica que se venden. También ponen máquinas como topadoras, retroexcavadoras, camiones hormigoneros, etc.

A ese barrio, ubicado al sur del Alta Urquiza, los vecinos lo llaman “La Conejera”, vaya a saber por qué. Lo cierto es que no puede ser habilitado porque no cumple con ninguna norma.

“Por más que en todo momento le prohibieron construir en la Conejera, el Paco lo siguió haciendo y se ha cagado en todos”, reconoció una fuente de la Municipalidad de Guaymallén que pidió reserva de nombre.

Y agregó: “Aquí es donde construyeron sobre la traza proyectada de la continuación de calle Gutierrez. Desde el 2016 que tienen la orden de demoler ese sector y el sector que sería para futuro espacio verde y no lo han hecho”.

“A Marcelino lo conozco hace mucho”, me dice el informante. Y aclara: “Ha hecho muchas cosas buenas y lo felicito por eso; ahora, las malas no se deben permitir”.

El funcionario admite que hay “vueltos” que paga la constructora a la municipalidad de Guaymallén, que permiten las irregularidades mencionadas.

“Hay un loteo en Castro y Curupaity: más de 100 terrenos, lo que da más de 400 duplex, todos sin vereda para estacionar, sin estudio de impacto ambiental, sin habilitación municipal, sin cartel de obra, sin conocer el profesional a cargo”, revela. Y aporta los documentos pertinentes.

Como puede verse, se trata de un escándalo mayúsculo de corrupción, que está a la vista de todos. Pero todos miran para otro lado. Porque es más conveniente. Y ello permite que los sobres sigan llegando a los despachos a los que deben llegar.

Una historia que podría parecer menor. Pero no, es la eterna historia de la Argentina. No importa quien gobierne. Antes era Luis Lobos, peronista; ahora es Marcelino, radical. La misma mier… con distinto olor.

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