Christian Sanz

El día que Alberto pudo ser Néstor Kirchner y decidió ser Héctor Cámpora

La semana que pasó pareció todo un siglo, con un hecho que ofició de bisagra en el gobierno de Alberto Fernández: su feroz pelea con Cristina Kirchner, que culminó con un cambio de gabinete a piacere de la vicepresidenta.

En el medio pasaron muchas cosas. Llamados, mensajes de Whatsapp y reuniones furiosas. Unos le pedían al presidente que agache la cabeza y vuelva al redil K; otros, los “albertistas” de pura cepa, le sugirieron todo lo contrario: que “rompa” con ella.

Son dos escenarios que recuerdan a sendos momentos históricos de la Argentina: el primero, refiere a la entronización de Néstor Kirchner en el poder, en 2003. El segundo, a lo ocurrido en el año 1973, cuando Héctor Cámpora fue presidente “a dedo”, puesto por Juan Domingo Perón.

 

Primer escenario

Quienes aconsejan a Alberto romper con Cristina imaginan aquel escenario que se remonta al año 2002, cuando Eduardo Duhalde decidió bendecir a Néstor Kirchner como candidato a presidente de la Nación.

Entonces, el aparato —y la tracción de los votos— los tenía el exgobernador de Buenos Aires, en esos días jefe de Estado “de facto”. Néstor solo traía su experiencia como triple mandatario de Santa Cruz.

Ergo, los votos que llevaron a la presidencia a Kirchner fueron de “prestado”. Una situación de debilidad que supo obsesionar a Néstor hasta niveles insospechados.

En esos días, Duhalde fue el gran armador de las listas electorales y quien decidió parte de la conformación del gabinete de Néstor. De hecho, algunos de sus ministros de gobierno fueron “heredados” de la gestión anterior. Tal el caso de Roberto Lavagna.

Rápidamente llegaron los chispazos entre uno y otro, en una puja permanente que duró hasta 2005, cuando Kirchner logró imponerse en las legislativas ante el duhaldismo. Esa construcción de poder propio le permitió a Néstor prescindir del caudillo bonaerense. Hasta borrarlo de la memoria colectiva.

Para lograrlo, no trepidó en utilizar los recursos más polémicos, como campañas de desprestigio contra Duhalde, las cuales incluyeron un duro “carpetazo”, que relacionó a este último con el mundo de las drogas.

 

Segundo escenario

El segundo escenario es aquel que se dejó ver en 1973, cuando Perón bendijo como candidato a presidente de la Nación a Héctor Cámpora, un odontólogo de poco carácter que terminó siendo dominado por la agrupación Montoneros.

Su mandato duró apenas 49 días y pasó sin pena ni gloria. Perón ni siquiera le agradeció por los favores prestados.

Fue solo un vehículo para que este último llegara a la presidencia de la Nación.

Para el kirchnerismo, Cámpora es el verdadero héroe de una gesta que no fue tal. Básicamente lo admiran por el poder que les regaló a los montoneros.

Por eso, la agrupación que lidera Máximo Kirchner se llama “La Cámpora”. Es una reivindicación por carácter transitivo a aquellos que inundaron la Argentina de terror y muerte. Y le regalaron la excusa perfecta a los militares para dar el golpe más sangriento de la historia.

Esa suerte de admiración hacia la agrupación terrorista de marras explica aquella frase de Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003, cuando asumió la presidencia: “Volvimos”, dijo.

Treinta años antes había hecho lo propio el propio Cámpora.

Ahora, en esta nueva encrucijada, Alberto decidió repetir aquella historia, ocupando un papel de presidente pelele y sin poder.

Pudo haber sido Néstor, de quien supo ser jefe de Gabinete, pero terminó siendo Cámpora.

Se insiste en citar a Karl Marx y su frase visionaria: “La historia se repite dos veces, la primera en forma de tragedia, y la segunda en forma de farsa”.

Son todos narcos: el “prontuario” de los nuevos ministros de Alberto Fernández

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