Pablo DócimoPortada

¿Y si volvemos al peronismo?

Hay una virtud que no se pude negar de quien fuera el político más influyente del siglo XX en la Argentina, Juan Domingo Perón, y es su capacidad de oratoria, acompañada por un carisma que poseen sólo los grandes líderes y una dialéctica equilibrada que le permitía llegar al corazón de quienes eran, directa o indirectamente, los destinatarios de sus discursos: los más humildes.

Era, además, poseedor indiscutible de una capacidad intelectual prodigiosa, junto a una verba equilibrada que podía amoldar según el auditorio, ya sean políticos, sindicalistas, militares, periodistas y, especialmente, la masa de trabajadores.

Producto de esta cualidad, fueron sus memorables frases, que aún hoy perduran en el tiempo, como: “Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”, “La única verdad es la realidad” o una de las más célebres, “Mejor que decir es hacer, y mejor que prometer es realizar”.

Incluso en las definiciones era fantástico; al ser consultado sobre que era el justicialismo, respondía, palabras más, palabras menos: “Socialmente justo, económicamente independiente, y políticamente soberano”. ¿Quién podría estar en contra de estas premisas?

Lógicamente, como en muchos órdenes de la vida, una cosa es la teoría y otra la realidad, y ya que estamos citando frases célebres, podríamos decir: “Del dicho al hecho, hay un largo trecho”… un claro ejemplo de ello es el discurso que pronunciara el general con motivo de asunción a su tercera presidencia.

Un discurso impecable, pragmático, conciliador y, curiosamente hoy más actual que nunca, por lo que podemos pensar dos cosas: Que Perón era un visionario, un adelantado a su época o que quienes lo sucedieron, especialmente los que invocan al justicialismo, son unos perfectos inútiles. Aunque, para hacer honor a la verdad, las dos cosas son ciertas.

Veamos pues, algunos pasajes de dicho discurso:

-“Llego casi desencarnado. Nada puede perturbar mi espíritu porque retorno sin rencores ni pasiones, como no sea la pasión que animó toda mi vida: servir lealmente a la Patria.”

-“La situación del país es de tal gravedad que nadie puede pensar en una reconstrucción en la que no debe participar y colaborar. Este problema, como ya lo he dicho muchas veces, o lo arreglamos, entre todos los argentinos o no lo arregla nadie. Por eso, deseo hacer un llamado a todos, al fin y al cabo hermanos, para que comencemos a ponernos de acuerdo.”

-“Nadie ha de ser unilateralmente perjudicado, pero tampoco ninguno ha de pretender medrar con el perjuicio o la desgracia ajena. No son estos días para enriquecerse desaprensivamente, sino para reconstruir la riqueza común, realizando a una comunidad en la que cada uno tenga la posibilidad de realizarse.”

-“No estamos en condiciones de seguir destruyendo frente a un destino preñado de acechanzas y peligros. Es preciso volver a lo que en su hora fue el apotegma de nuestra creación: de casa al trabajo y del trabajo a casa.”

-“…tenemos que corresponder a un pueblo que ha demostrado ser maravilloso. Para ello elijamos los mejores hombres, provengan de donde provinieren, acopiemos la mayor cantidad de materia gris, todo juzgado por sus genuinos valores en plenitud y no por subalternos intereses políticos, influencias personales o bastardas concupiscencias.”

-“Si en las Fuerzas Armadas de la República, cada ciudadano, de general a soldado, está dispuesto a morir tanto en defensa de la soberanía nacional como del orden constitucional establecido, tarde o temprano han de integrarse al pueblo que ha de esperarlas con los brazos abiertos como se espera a un hermano que retorna al hogar solidario de los argentinos.”

-“Hay que volver al orden legal y constitucional como única garantía de libertad y justicia. En la función pública no ha de haber cotos cerrados de ninguna clase y el que acepte la responsabilidad ha de exigir la autoridad que necesita para defenderla dignamente. Cuando el deber está por medio los hombres no cuentan sino, en la medida en que sirvan mejor a ese deber. La responsabilidad no puede ser patrimonio de los amanuenses.”

-“Cada argentino, piense como piense y sienta como sienta, tiene el inalienable derecho a vivir en seguridad y pacíficamente. El Gobierno tiene la insoslayable obligación de asegurarlo. Quien altere este principio de la convivencia, sea de un lado o de otro, será el enemigo común que debemos combatir sin tregua, porque no ha de poderse hacer nada en la anarquía que la debilidad provoca o en la lucha que la intolerancia desata.”

-“Conozco perfectamente lo que está ocurriendo el país. Los que crean lo contrario se equivocan. Estamos viviendo las consecuencias de una postguerra civil que, aunque desarrollada embozadamente, no por eso ha dejado de existir. A ello se le suma las perversas intenciones de los factores ocultos que, desde la sombra, trabajan sin cesar tras designios no por inconfesables menos reales.”

-“Deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales, que por ese camino van mal.

Así, aconsejo a todos ellos tomar el único camino genuinamente nacional: cumplir con nuestro deber de argentinos sin dobleces ni designios inconfesables. Nadie puede ya escapar a la tremenda experiencia que los años, el dolor y los sacrificios han grabado a fuego en nuestras almas y para siempre.”

-“En el final de este camino está la Argentina potencia, plena de prosperidad, con habitantes que puedan gozar del más alto standard de vida, que la tenemos en germen y que sólo debemos realizar. Yo quiero ofrecer mis últimos años de vida a un logro que es toda mi ambición. Sólo necesito que los argentinos nos crean y nos ayuden a cumplirla.”

-“La inoperancia, en los momentos que tenemos que vivir, es un crimen de lesa patria. Los que estamos en el país tenemos el deber de producir, por lo menos, lo que consumimos. Esta no es hora de vagos ni de inoperantes. Los científicos, los técnicos, los artesanos y los obreros que estén fuera del país deben retornar a él a fin de ayudarnos en la reconstrucción que estamos planificando y que hemos de poner en ejecución en el menor plazo.”

-“A los enemigos, embozados, encubiertos o disimulados, les aconsejo que cesen en sus intentos, porque cuando los pueblos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento.”

Indudablemente, si cualquier político que hoy asuma la Presidencia de la Nación pronunciara este discurso, haría bramar al pueblo y lo aplaudirían hasta enrojecer sus manos.

Pero como dijimos, una cosa es la teoría y otra la realidad, y lamentablemente la muerte del viejo líder convirtió a este discurso en “historia no comprobable”.

Lo que sí es comprobable es que, si esta era la filosofía Justicialista, ninguno de los gobiernos peronistas que lo sucedieron hizo lo que proponía Perón, ya que hoy, a más de 30 años, seguimos teniendo esos mismos temas para solucionar y más.

Esto determina que ninguno de sus discípulos siguió su doctrina, ya sea por incapacidad, negligencia, o intereses personales.

Otra cosa indiscutible es que si se aplicaran las ideas que Perón planteaba en este discurso, hoy, la situación argentina sería muy distinta. Será por eso que el ex presidente Kirchner y su esposa tratan de no pronunciar la palabra Justicialismo, y se identifiquen con el Frente Para la Victoria, que a pesar de estar en el poder gracias al aparato y los votos justicialistas hacen todo lo contrario; por eso… ¿no sería mejor volver al peronismo?

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