
Primer acto: este miércoles, en Guaymallén, un joven de 23 años fue baleado mientras caminaba por la vereda de ese Departamento.
Su padre le dijo a la policía que que “su hijo caminaba por la vereda y un masculino que pasaba caminando y sin mediar palabra le efectuó el disparo, y se dio a la fuga, no aportando más datos”.
Segundo acto: este jueves, en Godoy Cruz, un joven de 22 años fue acuchillado mientras caminaba junto a un amigo.
Según el mismo afectado, lo atacaron “sin mediar palabra y luego salen corriendo”.
Tercer acto: este jueves también, en Maipú, un joven de 29 años fue atacado a balazos por personas que pasaban en un automóvil. De acuerdo a los dichos del baleado, los sujetos le dispararon sin mediar palabras.
¿Qué puede concluirse luego de analizar los tres hechos policiales que ocurrieron a menos de 24 horas de diferencia entre sí?
Una de dos: o de pronto todos se volvieron locos y salieron a atacar a personas que no conocen, o el narcotráfico empieza a mostrar las consecuencias criminales de su accionar.
Porque este tipo de hechos, los que comienzan a verse en Mendoza, son los mismos que en su momento se observaban en Rosario, justo antes de que se convirtiera en una “narco provincia”.
Lo mismo puede decirse de ciertos lugares de México, Colombia y otros. Donde hoy el tráfico de estupefacientes es norma. Dejando a su paso muerte y sangre por doquier.
Es muy complicado volver atrás una vez que se han instalado los carteles de la droga. Casi imposible. Por eso, es indispensable trabajar en pos de desactivar ahora mismo aquellos grupos que comercializan con narcóticos.
Es complicado, y no lo es tanto. Solo hace falta trabajar en conjunto entre políticos, policías y expertos en temas de narcocriminalidad. Bien coordinados.
Con un ingrediente importantísimo: la voluntad. Porque si no hay voluntad, no se puede hacer nada.
Vayan estas líneas, casi un comentario editorial, a quienes corresponda. Para que tomen nota de esta triste realidad mendocina.
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