Pablo DócimoPortada

Hoteles, casinos y lavado de dinero: ¿La matriz perfecta del kirchnerismo?

Sospechas y más sospechas.

Desde que Al Capone terminó tras las rejas por un “pequeño gran detalle”: la evasión de impuestos, esta fue la mayor preocupación de mafiosos, narcotraficantes, vendedores de armas, delincuentes de gran envergadura y, por qué no, políticos corruptos que reciben coimas millonarias.

Este fue el comienzo de algo que hoy conocemos vulgarmente como “lavado de dinero”, que no es otra cosa que justificar, de alguna manera, y por supuesto de forma ficticia, el ingreso de grandes sumas de dinero por actividades ilegales, especialmente la comercialización de grandes cantidades de narcóticos y tráfico de armas.

El punto es justificar el ingreso del dinero generado por actividades prohibidas, de tal manera que se debe demostrar que al dinero fue generado a través de un negocio legal y luego pagar impuestos sobre estos. De esta manera queda “blanqueado”.

El comienzo del blanqueo de dinero comenzó en EEUU luego de, como dijimos, caer Al Capone, el mafioso más poderoso de la época. Es aquí donde los mafiosos comienzan a crear empresas como pantalla para hacer ver que son estas las que generan el dinero.

Muchas veces oímos hablar de tramas complicadas para lavar dinero, pero en la práctica no es algo tan difícil de llevar a cabo, especialmente en países como el nuestro, donde sabemos que los controles no son tan estrictos como en EEUU y Europa.

Cómo funciona

Trataremos de explicar, para aquellos que no lo sepan, cómo es el sistema del “lavado” de manera fácil, sencilla y a pequeña escala para que sea más didáctico.

El primer paso es crear una empresa, especialmente de servicios. De esta manera, no es necesario demostrar el movimiento de compra, venta y, especialmente de producción de ningún tipo.

Sólo se necesitan demostrar dos cosas, los gastos, que se pueden “inflar” y los ingresos, que se pueden “dibujar”, para decirlo en criollo.

Tomemos como ejemplo un restaurante (por supuesto que de ninguna manera esto significa que todos los restaurantes laven dinero ni mucho menos, sólo sirve como ejemplo). No importa qué cantidad de cubiertos facture en realidad el restaurante en cuestión, ya que eso es secundario. Lo importante es que el comercio tenga todo absolutamente en regla.

El propietario de restaurante facturará, entonces, la cantidad de dinero a “blanquear”, que jamás ingresó por los clientes que hayan ido al local, ya que este es una pantalla. En realidad el dinero ingresó por algún negocio ilícito.

Para que se entienda mejor, y no queden dudas, supongamos que se necesiten blanquear un millón de pesos. Entonces se harán equis cantidad de facturas, hasta alcanzar dicha suma. No interesa si el restaurante los facturó o no, eso es lo de menos, puesto que el dinero ya ingresó.

Luego, se pagan los impuestos correspondientes a dichos ingresos, y de esa manera, así de fácil, el dinero ya está “en blanco”.

Pero para que los propietarios de locales gastronómicos no se sientan afectados en su buen nombre y honor, aclaremos que no son los restaurantes, precisamente, aunque los hay, los comercios preferidos para los “lavadores de dinero”. ¿Cuáles son? Los grandes hoteles de lujo y las salas de juego.

En el caso de los hoteles, el mecanismo es el mismo que en el ejemplo de los restaurantes, pero lógicamente, aquí se simplifica ya que los valores son mucho más altos, y como los volúmenes a blanquear son más importantes de esta manera se hace mucho más rápido. Por supuesto que cuanto más lujoso y caro sea el hotel, mucho mejor.

Pero el negocio por excelencia para el lavado de dinero es, como no podía ser de otra manera, el juego, especialmente las máquinas tragamonedas, ya que estas pagan un canon fijo. De esta manera, se declara que en una sala “equis” ingresó tal o cual cantidad de dinero y, como en los casos anteriores, se paga el impuesto correspondiente —en este caso el canon como dijimos— y listo, ya está el dinero blanqueado, que de ninguna manera entró por las máquinas y/o el juego de la sala o el casino.

¿Será casualidad?

La revista Noticias, en su edición del sábado 23 de mayo de 2009, publicó una excelente nota titulada “La epidemia de los hoteles K” donde hace referencia a la llamativa proliferación de hoteles desde que Néstor Kirchner asumió como Presidente de la Nación.

En realidad, y para hacer honor a la verdad, la construcción de hoteles lujosos y costosos comenzó en nuestro país durante la década menemista; lo que sí es cierto es que en la era K, no sólo este negocio creció de manera desproporcionada, sino que además los propietarios de grandes hoteles —y que curiosamente, no tienen casi nunca cubierto ni el 30% su capacidad— son amigos de los Kirchner (y, como todos sabemos, los mismos Kirchner).

Lo mismo ocurre con el juego y las máquinas tragamonedas, donde el principal operador es uno de los mejores amigos y socio de NK, Cristóbal López, quien logró transformar en sólo 15 años un emprendimiento que a principios de los 90 sólo contaba con una sala de juegos en Comodoro Rivadavia, en un gigante hoy con 13 casinos y unas 6.360 máquinas tragamonedas distribuidas en 9 provincias.

Sus ganancias anuales se miden en miles de millones de pesos. Y su ganancia se amplió exponencialmente luego del escandaloso decreto que firmó Néstor Kirchner antes de dejar el poder en 2007, que le “exige” a Casino club aumentar de 3.000 a 5.100 el número de maquinitas en el Hipódromo de Palermo. (el triple de maquinitas que el principal hotel de Las Vegas).

El combo perfecto

Casualidad o no, muchos de los hoteles de lujo tienen máquinas tragamonedas, sala de juego y hasta casino, además de restaurante, por supuesto.

Pero el dato llamativo es que muchísimos de estos hoteles, como dijimos, jamás tienen ocupado más del 30% de su capacidad. ¿Cómo se explica, entonces, que puedan seguir funcionando? ¿No será que el negocio no es la hotelería y/o el juego?

¿Será que detrás de todo esto hay algo más, algo así como para no terminar como Al Capone?

Señor lector, luego de analizar cómo funciona el lavado de dinero, saque usted sus propias conclusiones.

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