Christian SanzMendoza en foco

El periodismo, las redes sociales y la noticia deseada

Vivimos días complicados, enigmáticos, indescifrables. Todo lo que se diga es pasible de ser sospechoso y ninguna verdad parece ser concluyente.

Quien abrigue alguna duda, solo debe animarse a dar una mirada fugaz por las redes sociales. Allí se dan las discusiones más insólitas que se hayan visto. Nadie debate ya sobre la base de la evidencia, ni siquiera desde el sentido común. No, todo tiene que ver con las emociones.

El periodismo no escapa esta lógica absurda, que nació repentinamente y crece al paso de los meses. Todo es discutible, y ninguna postura es concluyente.

En tiempos de la grieta, que persiste en no querer cerrarse, ello se ha trasladado a casi todas las discusiones: el caso Nisman, Santiago Maldonado, el ARA San Juan, el memorandum con Irán, incluso la vacunación VIP.

No importa lo que dicen los especialistas, tampoco qué aparece en los expedientes judiciales —¿Para qué tomarse el trabajo de analizar tales mamotretos?—, todo se resume a lo que uno quiera creer.

En ese contexto, es muy complicado hacer periodismo. Porque, por más que uno haga un trabajo cuidado y exhaustivo, a algún sector puntual ello no le va a satisfacer. Es cuando aparecen los personajes que denomino “cuestionadores de las redes sociales”, aquellos que nos acusarán de todo pecado posible a efectos de desacreditar lo que estamos contando.

Dirán que nos han pagado, que somos ignorantes, o que formamos parte de alguna conspiración internacional. También nos acusarán de “macristas” o “kirchneristas”, alternativamente. Sin término medio.

Son personas que basan su conocimiento en la lectura de algún diario nacional, sumado a dos o tres blogs de Internet que coinciden con sus propios intereses, generalmente conspiranoicos. Eso les da chapa para destrozar toda una carrera profesional.

Por eso entiendo a aquellos colegas que prefieren no involucrarse en Twitter o Facebook. Suelen decirme que no les aporta nada y que terminarían perdiendo horas y horas de sus vidas en pos de discutir con personas que no entienden qué es el periodismo. No es tan así, pero tampoco están tan equivocados.

En lo personal, me gusta mucho la interacción que permiten las redes sociales, aún cuando muchas veces termino involucrándome en debates estériles e infructuosos.

No hace falta que yo lo diga, pero Twitter y Facebook son mucho más que eso. Entre otras cosas, son redes de comunicación que permiten enterarse de lo que pasa en el mundo en tiempo real. ¿Qué podría ser mejor para un hombre de prensa?

Sea como fuere, soy de los que creen que la cosa se irá decantando a futuro, poniendo blanco sobre negro en lo que a esta nueva forma de comunicar refiere. De a poco, todo irá ubicándose en el lugar que le corresponde.

Mientras tanto, habrá que conformarse con lo que hay… y tolerar las discusiones más innecesarias que se generan en ese micromundo.

No es poco.

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